12. Alex vs Blake

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Punto de vista de Blake.

—Entonces, ¿una chica de cincuenta kilos te dejo este horrible hematoma? —preguntó Grace mientras sostenía una bolsa de verduras congeladas en mi mejilla. A pesar de que el internado fuera de los más costosos del estado, la enfermería no tenía una mísera bolsa de hielo

—¿Qué es un hematoma? —pregunté.

—Esta cosa —tocó mi mejilla donde minutos atrás me habían golpeado. Hice una mueca al sentir el dolor en mi mejilla— ¿Entonces?

—¿Has escuchado la frase chiquita pero peligrosa?

—¿No es una película?

—Quizás, el punto es que Savannah es el perfecto ejemplo de ella —respondí mientras hacía otra mueca al sentir que volvía a poner las verduras en mi mejilla— Creo que ya estoy mejor, gracias por todo.

Me levanté de la silla donde estaba sentado y salí de la cafetería. Lo que más me encabronaba era que, aún después de todo ese doloroso enredo, Savannah se negó a decirme que es lo que ocurría entre el rubio oxigenado y ella.

No es que me importe, pero el hecho de que comparta habitación con ese intento de chico lindo me hace hervir la sangre.

¿Celos?

Puede ser.

—¡Blake! —gritó mi hermano saliendo del gimnasio. Harper y Travis venían con él— ¿Qué te paso en la mejilla?

Había olvidado eso, necesitaría maquillaje para cubrir eso. Si, los chicos ya usamos maquillaje.

—Me golpeé con la puerta del baño al salir —mentí— ¿Dónde está tu amiga?

—Se fue con Peter hace un rato —respondió Harper— Hablando de eso, quedé con ellos en un rato.

Travis la tomó por la muñeca, deteniéndola —Espera ¿Por qué vas con él?

—Y Savannah —agregó ella— Peter nos enseñará a andar en skate —respondió mientras se hacía una coleta— ¿Por qué preguntas?

—Por nada —respondió mientras rascaba su nuca con nerviosismo, ese chico no podía ser más obvio— ¿Nos vemos en mi... digo tu... digo...

—¿Nuestra habitación? —preguntó Harper con un tono divertido en su voz. Al parecer, los nervios del chico parecían hacerle gracia a la castaña— No lo sé, tal vez me quede con Savannah.

—Y Peter —musitó Travis.

—¡Los veo luego! —gritó ella antes de irse corriendo a los dormitorios.

—¿Ella sabe qué tiene clases en treinta minutos? —pregunté pero fui ignorado.

—Pensé que eras gay —comentó Alex mientras se situaba al lado de Travis.

—Sólo hay dos opciones. O esa chica es demasiado buena en la cama o en realidad estoy sintiendo algo por ella —dijo con preocupación mientras avanzaba deprisa detrás de Harper.

—Está perdido —se burló— ¿Entonces?

—¿Qué? —inquirí.

Alex rió y se cruzó de brazos mientras me miraba con esa típica mirada de hermano complice, una estrategia que usaba cuando eramos pequeños para sacarme algún secreto.

—Vamos ¿no creerás que me tragué esa mentira de la puerta, verdad? —dijo mientras se hacía hacia atrás y volvía a su posición inicial.

Lo malo de tener un gemelo, es que no puedes mentirle y esperar a qué te crea. Por desgracia, esa copia de mi, me había acompañado toda mi vida, ocho meses en el vientre de mamá, catorce años en la misma casa y cuatro años en el mismo internado. Era imposible que me creyera una de mis inofensivas mentiras, él me conocía mejor que nadie aquí.

—Es obvio que ese golpe te lo hizo alguien —afirmó mientras rozaba con la yema de sus dedos la zona del golpe— ¿Rubia, bajita, agresiva, mala perdedora? ¿Cuál de todas estas características va mejor con la persona que te golpeó?

Tomé su muñeca bruscamente y la alejé de mi rostro, su mirada me decía que ambos pensábamos lo mismo y es lo que me temía. Lo venía sospechando desde hace un tiempo pero ni yo mismo quería aceptarlo, no era parte de mi que cosas como esta ocurrieran.

Yo me conocía perfectamente: un chico estúpido e insensible, siempre lo supe y me acostumbre a vivir con eso. Me acostumbre a jugar con las chicas pensando que eran jugarretas de un adolescente común y corriente.

Qué todos los adolescentes lo hacían.

¿Has escuchado la frase "todos cometemos errores"?

Pues el mayor error es que esa frase se vuelva habitual en tu vida, como lo hizo en la mía.

Mis padres siempre me enseñaron valores, la amistad, la honestidad, el amor. Valores que hace dos semanas, ni siquiera me habría detenido a pensar si los ejercía bien, pues no era necesario. Pero hoy, me había dado cuenta de que los anteriores cuatro años de mi vida, los había vivido encerrado en mi propio mundo, donde no importaba nadie que no fuese yo.

Hoy vi la diferencia, hace dos semanas, mis únicos amigos habían sido los muchachos del equipo y ni siquiera eso, pues estoy seguro de que la única razón por la que estabamos juntos era por costumbre.

Hoy por otro lado, era amigo de dos chicas que ni siquiera había notado en mis cuatro años ahí y de dos chicos que hace un tiempo los habría considerado un blanco perfecto para bromas.

—¿Qué es lo que ella hizo? —preguntó Alex— ¿Por qué desde que me enfrentó no puedo sacarla de mi cabeza? No puedo acostarme con otras chicas porque lo único en lo que pienso es en lo que estará haciendo ella en ese preciso momento.

Hoy por otro lado, me he dado cuenta de que esa rubia, de un metro cincuenta, con un orgullo más grande que su cuerpo y que es capaz de taclearme sin hacer mayor esfuerzo, me tiene completa y absolutamente loco.

—No sé lo que hizo, Alex. Pero si sé que ya no hay vuelta atrás, esa chica llegó para cambiar las cosas y me temo que ha hecho un buen trabajo —respondí mientras avanzaba hacia los dormitorios, pero me detuve un momento y miré a mi hermano— Oh y, buena suerte.

—¿En qué? —preguntó mi hermano, confundido.

—Si en verdad dices sentir todo eso, te deseo buena suerte de ahora en adelante, porque el camino hacia esa chica no será fácil y menos si me tienes como competencia.

Twins© Donde viven las historias. Descúbrelo ahora