–Miau, miau –llama mi gatita sobre mi vientre.

–¿Qué pasa, Miss Cuack?

Ella baja de la cama en un brinco y se esconde bajo la misma.
Me levanto confundido y hago levitar la cama. Miss Cuack está sentada al lado del inútil pentagrama que dibujé cuando llegué. El gis blanco parece querer prenderse en llamas.

–¿Pero qué...?

Una columna de humo sale y caigo de espaldas. El humo se disipa y puedo ver a un hombre con traje blanco y botones en forma de mosca. Es muy parecido a mí, de piel morena y ojos rasgados. Ojos de gato.

–Hola, hijo –saluda el hombre.

Sonríe y muestra unos dientes puntiagudos y afilados, como los de un felino.

–Tú eres... ¿Tú eres mi padre? –pregunto con cautela y me levanto de igual forma.

–¿Esperabas que fuera más alto y mi piel más blanca? –acaricia su barbilla– No me sorprendería si así fuera. Después de todo, el demonio que se hizo pasar por mí así se presentó.

Lo recuerdo. El hombre que mi mamá, Tessa y ese brujo John me presentaron era de piel blanca y ojos de gato, también media unos tres metros.

–Mi nombre es Asmodeus. Solía ser un ángel guerrero, seguí a Satanás en su plan contra Dios y como castigo caí con él. Satanás me convirtió en un príncipe del infierno y me dio el reino de Edom para gobernarlo junto a Lilith. Pero todo eso ya lo sabes ¿no? ¿O acaso no recuerdas cuando me visitaste?

–Sí lo recuerdo, pero no recuerdo haberte visto.

–Es porque no lo hiciste. Después de la muerte de Sebastian regresaron a este mundo y sellaron las puertas de este lado. Nunca tuvimos la oportunidad de vernos en persona y cobrar las viejas deudas.

–¿Deudas?

–Mi reino quedó devastado por su estúpida guerra. Mis demonios mueren y necesito algo con qué alimentarlos. La vida mortal es muy nutritiva, pero la de un inmortal es mejor.

–¿Quieres mi vida? –siento mi corazón acelerarse y de reojo veo la puerta cerrada no muy lejos de mí.

–Sí, pero no puedo simplemente arrancártela. Debes cedérmela voluntariamente.

–¡Nunca!

Corro hacia la puerta, pero en un instante la madera se ve rodeada por llamas tan intensas que me obligan a retroceder.

–Mala respuesta, Magnus –siento una mano esquelética en mi frente y otra en mi pecho–. Tendré que enseñarte a respetar a tu padre.

Todo comienza a arder. La puerta, las paredes, el piso... mi cuerpo.

Jonathan ||

–¡Más fuerte, Jonathan! –grita mi padre detrás de mí.

Siguiendo sus instrucciones arremeto contra Marine más fuerte, pero la pequeña Lewis es rápida y esquiva mi golpe. Queda a mis espaldas y choca su palo de madera en la misma.

–¡Te gané! –festeja feliz y yo suspiro cansado.

–Dos de tres. No eres tan buena.

–Te gané dos veces de tres que luchamos –me apunta con su palo al cuello–. Soy estadísticamente mejor que tú.

Malec ¿otra vez? Onde histórias criam vida. Descubra agora