Las piedras se apagan del todo y busco con la mirada a Elisabeth. Camino hacia unas ropas de color negro que hay en el suelo. La he desintegrado.

—¡Lizz! —grita alguien. Suena a nombre de vampiresa.

El chico corre hacia un bulto negro encogido sobre sí. Aparta la capa negra y veo que, en efecto, es una vampiresa. Le ha afectado la luz.

—Connor, no me mires... —dice la vampiresa con voz temblorosa.

Tiene la piel de un tono rosado, casi rojo, pero no se le cae a tiras.

—Te curarás —el chico la ayuda a levantarse.

¿Qué ven mis ojos? Un hombre lobo y una vampiresa sin discutir.

Por otro lado, los abuelos de Evelyn parecen haberse encontrado al fin.


*Narra Arturo*

El viaje en barco ha dejado mi cuerpo balanceándose en tierra firme.

—El abuelo Alan me ha dicho que te diga que La Sanadora le ha dicho que Lyn está bien. No tienes que preocuparte más —dice la maga de las piedras solares.

—¿Quién es Lyn? —pregunto.

—Ah, no la conoces... me habré equivocado de persona. El mensaje no era para ti —se disculpa.

Me reúno con mis amigos, pensativo. ¿Se referirá a Evelyn? Eve... lyn, Evelyn, Lyn.

—¿Te encuentras mejor? —pregunta Connor.

—No —contesta Lizz—. Pero estaré bien, solo me he quemado con la luz. La Sanadora ha dicho que ahora soy una gamba. Si no hubiera tenido la capa para protegerme...

Connor rodea cuidadosamente los hombros de Lizz.

—¡Esa mano! —dice La Sanadora golpeando la mano de Connor—. Creía haber dejado claro que Lizz tiene ahora la piel extremadamente sensible.

Connor alza las manos, enseñando las palmas con una traviesa sonrisa. Estos dos...

Diego se acerca a nosotros.

—Hemos devuelto el barco más nuevo de lo que estaba gracias al abuelo Alan —ríe.

Solucionados los problemas, nos adentramos al bosque junto a los magos y los rescatados. El sol está aclarando el cielo y Lizz se oculta tras su capa. Me quedo de piedra al ver la casa de Evelyn.

—¿Qué ha pasado con vuestra casa? —pregunta Kaiser.

—Cosa de Elisabeth —dice La Sanadora—. Nos atacó antes de ir a por vosotros.

Kaiser propone a La Sanadora venir con nosotros. El Clan de la Luna los recibirá con los brazos abiertos; es lo mínimo que podemos ofrecer después de toda la ayuda que nos ha dado. Seguimos avanzando, dejando atrás la casa.

—Primero debemos ir a recoger a Lyn y a Jenni —dice la joven maga.

—¿Lyn es Evelyn? —pregunto.

—Sí. Perdón, estoy acostumbrada a llamarla por su apodo.

Me aclaro la garganta. Evelyn se encuentra bien.

—Podéis adelantaros —le digo a Kaiser—. Me quedaré con los magos, llegaremos más tarde.

—Si Arturo se queda, yo también —dice Mery, abriéndose a codazos entre la gente hasta llegar a mí.

Respiro hondo. Le pido ayuda a Connor con la mirada y este decide quedarse conmigo.

Seguimos a La Sanadora hasta quedar frente a un grueso árbol.

—¡Ya estamos aquí!

Algo blanco se asoma entre las hojas de la copa del árbol. No me había fijado hasta ahora, pero se trata de una casa en un árbol. Está muy bien camuflada.

—¿Por qué acabas de aparecer allí arriba? —pregunta Connor parpadeando.

—No soy yo, es mi hermana gemela.

Una escalera de cuerdas y troncos cae del árbol, facilitándonos la subida. La Sanadora y el abuelo Alan ascienden en escobas voladoras. Me adelanto y subo primero por la cuerda.

Una chica pelirroja me recibe con ojos curiosos en la entrada de la casa.

—¡Evelyn! —la señalo, sin saber bien qué hacer con las manos ya levantadas. ¿Será raro si la abrazo? Me paso las manos por el pelo.

—¡Arturo! —sonríe—. Estás bien.

—Eso debería decirte yo. ¿Cómo has llegado aquí? —la miro como si se hubiera materializado de mis sueños—. Pensaba que no volvería a verte.

—Vanessa y Jennifer me rescataron del mar —de pronto se torna seria—. ¿Hablaste con tus padres?

—Sí, les dije cómo me sentía —desvío la mirada—. Fueron comprensivos conmigo.

Evelyn me da un golpe en el hombro, alegre. La miro de reojo. Se ve más feliz que yo. Las emociones parecen diez veces más fuerte cuando ellas las experimenta.

—¡Aparta de la entrada, Arturo! —Connor me toca el tobillo—. No puedo entrar si te quedas ahí parado.

Entro en la casa del árbol y me echo a un lado. La casa de madera es vieja, pero resistente. La Sanadora ayuda al abuelo Alan a entrar por la ventana, ya que han ascendido con las escobas voladoras. Ahora que lo pienso, he salido y entrado por tantas ventanas que ya las considero segundas puertas.


Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.
La chica del cabello de fuegoWhere stories live. Discover now