Suicidio

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De repente dejé de llorar. Con los ojos aún picándome por las lágrimas, me paré de la cama, no podía soportar más eso, estaba decidida. Me puse algo de ropa pues, hasta ese momento, aún me encontraba desnuda.

Fui al baño y cerré la puerta con seguro, aunque Christian me había dicho explícitamente que nunca debía ponerlo o me arrepentiría; pero no quería que nadie entrara en ese momento y lo arruinara. Busqué algo metálico o duro. Abrí el botiquín para baño que se encontraba sobre el lavamanos, vi una lata de espuma para afeitar, empecé a golpear el espejo con éste.

     — ¿Lorena? ¿Qué haces? —Preguntó la voz de Christian tratando de abrir la puerta de la habitación—, déjame entrar.

Seguí golpeando con todas mis fuerzas el espejo. Escuché que Christian había logrado entrar al cuarto, se acercó e intentó girar el pomo. Volteé mi cabeza hacia la puerta como si pudiera verlo a través de ella. Con un intento más el espejo por fin se rompió. Christian empezó a golpear la puerta del baño. Tomé el cristal más puntiagudo que vi, primero pensé en usarlo contra Christian, pero sabía que tendríamos una gran pelea, me detendría antes de conseguir siquiera salir del cuarto, y en todo caso, si lo lograba tendría que apuñalar también a su hermano, quien era aún más fuerte que el menor.

Así pues, puse el cristal en mi muñeca y la corté con fuerza, vi la sangre resbalando y cayendo al suelo, cerré los ojos intentando no pensar en el dolor que empezaba a recorrer todo mi brazo. Christian estaba logrando abrir la puerta por medio de empujones. Me metí a la bañera para estar un poco más cómoda antes de cortarme la otra muñeca, lo hice una y otra vez hasta que empecé a sentirme débil y mi vista se empezaba a nublar. Mi ropa estaba completamente manchada de sangre, tanto que me sorprendió la cantidad que mi cuerpo estaba expulsando. Vi a Christian entrando al baño justo antes de quedarme inconsciente.

***

Desperté acostada en un cuarto blanco, volteé hacia mi derecha, había varias máquinas, de esas que hay en los hospitales. Giré mi cabeza hacia la izquierda y vi a Christian dormido en una silla, su cabeza recargada sobre un puño.

Traté de pararme de la cama, pero me di cuenta de que mis muñecas y mis tobillos estaban amarrados ésta, probablemente para que no intentara cortarme de nuevo. Dirigí mi mirada hacia la puerta del cuarto la cual estaba abierta.

     — ¡Auxilio! —Grité— ¡Ayúdenme! —Sentí la mano de Christian tapándome la boca, me obligó a verlo.

     —Cállate —susurró molesto—, te traje aquí porque no quiero que mueras, pero créeme que si me delatas soy capaz de matar a cualquiera que entre por esa puerta. —Dijo señalándola. Quitó la mano de mi boca lentamente, no volví a gritar aunque realmente quería hacerlo.

Unos segundos después entró un hombre  de tez oscura vestido con una bata blanca, supuse sería el doctor.

     — ¿Está todo bien? —Preguntó preocupado—, escuchamos un fuerte grito.

     —Sí —respondió Christian sin dejarme hablar—, es sólo que estaba algo... —pensó unos segundos— desconcertada.

     —Bueno, —sonrió acercándose a nosotros— ya estás mucho mejor. Si te hubiesen encontrado un par de minutos después ésta sería una historia muy diferente. —Dijo revisando el suero que se metía en mi brazo.

     — ¿Estoy en el hospital? —Pregunté, era obvio, pero aún no me creía que había salido de aquella casa.

     —Así es —contestó sin mirarme—, tienes suerte de que este hombre te haya encontrado antes de que murieras desangrada.

Secuestrada #1Where stories live. Discover now