La cena

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     Christian me condujo al baño (como subimos escaleras deduje que el cuarto en el que yo estaba se ubicaba en el sótano). Cuando abrió la puerta quedé sorprendida. Frente a mí había un retrete, enfrente de éste, un lavamanos y hasta el fondo una bañera; todo se veía muy lujoso y bien iluminado. Él me empujó suavemente por la espalda para que me metiera y cerró la puerta dejándome sola en el baño. Vi una pequeña ventana arriba del W.C. (no lo suficientemente grande para que entrara por ahí) así que agarré mi toalla y me subí a la tapa del escusado.

     —  ¡AUXILIO! ¡ALGUIEN AYÚDEME, POR FAVOR! —Grité hacia afuera de la ventana y empecé a golpear el vidrio— ¡POR FAVOR! ¡AYUDA! —Sabía que solo hacía unos segundos el castaño me había dicho que no intentara nada pero no podía quedarme ahí como si todo estuviese perfectamente bien.

     No escuché cuando se abrió la puerta, sólo sentí una mano en mi cintura tirándome hacia el suelo, pero caí sobre alguien, quien me tapó la boca. Yo pataleaba y trataba de que me soltara, cuando al fin lo hizo me volteó y me puso la mano en el cuello presionándome contra la pared.

     — ¡Te dije que no hicieras nada estúpido! —Varias gotas de saliva me salpicaron la cara — ¿Sabes qué es lo que va a pasar ahora? ¡Oh! Claro que sabes, tendrás en tu conciencia que tu amiga sufre por tu culpa.

     —No —logré emitir mientras trataba de alejar su mano de mi cuello, me apretaba tan fuerte que empecé a sentir la sangre en mi cabeza—. Lo siento.

     Entonces me soltó, caí al suelo tosiendo mientras trataba de respirar. Estaba consciente de que se había caído mi toalla y estaba completamente desnuda, pero no la busqué para taparme.

     —No quiero que arruines este día —me dijo. Asentí al mismo tiempo que me ponía de pie. Sabía que mi mejor opción no era pelear contra él, pues era notablemente mucho más fuerte que yo, además de que parecía no querer hacerme daño; al menos no si lo comparaba con el otro que me había atacado en la habitación de metal. Fui directo a la bañera y volteé a verlo sobre mi hombro—. Traeré tu ropa, recuerda, ponte linda —después de decir esto salió del baño.

     Estaba recostada en la bañera cuando él entró con un enorme pedazo de tela roja y la puso arriba de un cajón que estaba a lado del retrete. En cuanto lo vi no pude evitar intentar tapar mi desnudez con mis delgados brazos. Volvió a irse apenas dándome un rápido vistazo.

     Después de limpiar mi cuerpo y lavarme el cabello decidí salir. Me sequé y agarré lo que me había traído Christian que era lo único que podía ponerme para no estar desnuda. Primero tomé una tanga roja con muchísimo encaje, después de ponérmela sujeté la tela roja colocándola frente a mí para desdoblara y apreciarla mejor. Era un hermoso vestido rojo con un pronunciado escote en forma de V. Me lo puse, resaltaba mis pechos (aunque no eran muy grandes), lo cual no me gustó en absoluto, pero no podía hacer nada. Me había dejado unos tacones rojos que decidí no ponerme pues estaba segura de que no saldríamos de aquel lugar, prefería estar descalza en caso de tener una oportunidad para huir. Me puse un labial rojo oscuro, me lo había dejado en el lavamanos, junto con más maquillaje. Después de maquillarme los ojos me observé, estaba realmente hermosa, me dieron ganas de llorar, no sabía que pasaría a continuación. No podía creer que me estuviese arreglando para aquel hombre. Sin pensarlo dos veces me enjuagué la cara en el lavamanos intentando quitarme todo el maquillaje pero esto solo resultó en una rubia con maquillaje corrido mirándome a través del espejo. En el área de los ojos parecía que había estado llorando por horas quedando como un mapache, y en el de los labios cualquiera diría que me había estado besando con alguien. En conclusión: parecía un payaso mal maquillado. Pero no me importó, respiré hondo antes de abrir la puerta y salir del baño. 

     No vi a ninguno de los dos hombres. Empecé a caminar a ver si escuchaba algo que delatara la ubicación de Sofía, por sus gritos (los que había escuchado antes de que Thomas tratara de abusar de mí) supuse que estaría en la misma casa.

     —Cierra los ojos —dijo Christian atrás de mí, di un salto del susto y me alejé de él, al verme imitó mi sobresalto—. Creí que te sabías maquillar.—Miró mi maquillaje arruinado.

     —Sí sé. —lo reté con la mirada.

     —Como sea, cierra los ojos. —Repitió.

     Supuse que lo mejor era obedecerlo así que hice lo que me pedía. Me tomó de la mano y me hizo caminar aún con los ojos cerrados, sólo escuchaba el sonido sus pasos al caminar, pues él llevaba zapatos. Se detuvo y dijo "ábrelos", así que lo hice.

     Estaba frente a una mesa decorada con flores y velas. Ya estaba la comida servida, era carne con verduras, para ser honesta olía delicioso. Christian me condujo hacia una de las dos sillas que había y él se sentó enfrente de mí.

     — ¿Tú hiciste esto? —. Le pregunté, sentía un nudo en la garganta. Sonrió antes de responder.

     —Para ti, para nosotros. —Volteé a verlo sin poder creer lo que acababa de decir.

     — ¿Nosotros? —Lo miré frunciendo el entrecejo.

     —Sí, bueno, sé que empezamos con el pie izquierdo, pero necesitaba traerte aquí, porque sé que jamás me habrías hecho caso, soy demasiado grande para ti y...

     —Tienes razón. —Lo interrumpí mirándolo con odio.

     —Sé que la tengo, una vez te invité un trago y me miraste como si fuera un maldito pervertido. —No pude evitar soltar una carcajada, ¿en serio no se daba cuenta de lo que acababa de decir?

     —Eso explica porqué te me hiciste conocido en la tienda. —Su rostro se iluminó.

     — ¿Me reconociste? —Negué con la cabeza bajándole los humos.

     —Por cierto, te advierto que jamás habrá un nosotros.

     Borró la sonrisa de su cara.

     —Eso dices, pero todavía no nos conocemos bien.

     —Y entre más te conozca más asco me darás. —Tomé una de las verduras que estaban en mi plato con un tenedor.

     —Te vas a enamorar de mí. —Levanté una ceja de manera retadora.

     — ¿Apostamos? —Sonrió de lado mientras me servía un poco de vino en una copa.

     —Te vas a enamorar de mí algún día. —Repitió sin apartar los ojos de mí.

     —No pasará.

     —Tal vez incluso formemos una famil...

     — ¿Tu verdadero nombre es Christian? —Le pregunté interrumpiéndolo asqueada de imaginarme lo que acababa de decir. Sonrió de nuevo.

     —Sí. —Se escuchó que tocaron la puerta.

     —Policía, abran, por favor. —Gritaron afuera de la casa. Me puse de pie lo más rápido posible dispuesta a gritar por ayuda, pero cuando menos me di cuenta el brazo de Christian me aplastaba la garganta contra la pared y sostenía un cuchillo en mi mejilla.

     — ¿Qué sucede, oficiales? —Preguntó la voz de Thomas desde la sala.

     —Vecinos reportaron haber escuchado unos gritos de ayuda.

     — ¿En serio? —La voz de Thomas se escuchaba como si estuviera sorprendido y extrañado.

     Christian dejó de apretarme el cuello, pero aún tenía el cuchillo cerca de mí, se puso un dedo en los labios indicándome que no hablara. Tomó una servilleta que estaba cerca de nosotros e intentó limpiarme un poco el maquillaje corrido. Cuando consideró que podía disimularse lo suficiente me tomó por la cintura y salimos a ver a los oficiales, ocultaba el cuchillo en su chaqueta de cuero.

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