Uzi- Ni robarnos la cordura.

N- Ni usar armas de juguete para domar peluches.

Ambos se rieron… caminando directo al spa.

Apenas cruzaron las puertas del spa, la atmósfera cambió.

Aire perfumado, luces tenues, música de cuencos tibetanos y empleados sonrientes vestidos de blanco.

N y Uzi se miraron y suspiraron al unísono.

N- Es como entrar a un universo paralelo sin gritos

Uzi- Sin dibujos en las paredes, sin juguetes en la sopa, sin glitter en las axilas…

Fueron recibidos por una mujer que hablaba como si entonara mantras:

X- ¿Masaje de pareja relajante con aromaterapia y piedras calientes?

N y Uzi- ¡Lo que sea que nos reconstruya el alma! —respondieron al unísono.

El cuarto era una maravilla. Dos camillas cómodas, aceites con olor a eucalipto, y un silencio que parecía ilegal.

Se acostaron de inmediato y cerraron los ojos.

Uzi- ¿Esto es lo que siente la gente sin hijos? —susurró.

N- Creo que sí. Y siento que quiero llorar.

La masajista comenzó a trabajar en los hombros de N, deshaciendo nudos acumulados desde 2018.

La otra masajista empujó con técnica quirúrgica la tensión acumulada en la espalda de Uzi.

N- Dios mío… tengo músculos que no sabía que tenía —susurró.

Uzi- Me estoy derritiendo… diosa del masaje, si muero aquí, diles a todos que fui feliz —murmuró.

La música suave los envolvía, mientras la realidad desaparecía poco a poco.

Era como si los ruidos del mundo —incluyendo los gritos de “¡CHURITO HA SIDO CORONADO!” desde el arcade— se desvanecieran en otra dimensión.

Una hora después, salieron del spa como dos amebas felices.

N tenía los ojos entrecerrados, caminando como si flotara.

Uzi sonreía como si acabara de despertar de una siesta en una nube con sabor a lavanda.

N- No recuerdo cómo me llamo —murmuró.

Uzi- Ni falta que hace —sonrió mientras sacaba su billetera—. Vamos a pagar y… espera… ¿dónde está mi tarjeta?

N parpadeó.

N- ¿Qué?

Uzi detuvo el paso. Abrió su billetera por tercera vez.

Sacó recibos, papeles, tarjetas de membresía…

Pero su tarjeta principal, la que usaba para todo, no estaba.

N- ¿…No la dejaste en casa?

Uzi- ¡¡No!! La usé ayer para pagar el combustible. Estaba aquí. ¡ESTABA!

N- Tal vez… se cayó en el auto.

Uzi- O en casa.

N- O Nuzi…

Ambos se quedaron callados.

Uzi- No, no… ella tenía solo la tarjeta del arcade, ¿cierto?

N- Cierto.

Uzi- …¿Verdad?

La duda se sembró como una bomba de tiempo.

N sacó su propio movil.

One Shot ^^Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt