Cinco minutos después, Uzi salía del auto con Nuzi en brazos, envuelta en una manta como si la estuvieran secuestrando para una operación secreta.
Nuzi- ¡SUELTAME, TRAIDOR! ¡CUANDO SEA PRESIDENTA TE DEPORTARÉ A UNA CLÍNICA DE PIERNAS PELUDAS!
Uzi- Por suerte no vivo en tu país imaginario —replicó con una sonrisa tensa.
N los seguía, cerrando las puertas del auto con calma, mientras Nuzi seguía gritándole a cada árbol, poste de luz y auto estacionado:
Nuzi- ¡SALVENME, YO SÉ MIS DERECHOS!
Entraron al consultorio con un tring agudo en la campana de la puerta. La recepcionista, una mujer mayor con lentes colgando del cuello, sonrió con ternura acostumbrada.
Recepcionista- Hola, familia Elliot-Doorman. ¿Cómo está nuestra pequeña hoy?
Nuzi- Traicionada, gracias —respondió sin bajarse de los brazos de Uzi.
N- ¿Se lo decimos de frente o le mandamos un meme después? —susurró intentando sonar divertido.
La recepcionista solo se rió y les pidió que esperaran en la sala.
Nuzi se sentó con los brazos cruzados, el ceño tan fruncido que parecía que el universo se le había desordenado.
Observaba con odio el póster educativo que decía “¡Sonríe, tus dientes te lo agradecerán!”
Nuzi- Voy a arrancar ese póster cuando nadie mire —dijo con frialdad.
N- No lo dudo —respondió hojeando una revista para disimular la risa.
Nuzi- ¿Y sabes qué más? —añadió girando hacia ellos—. El helado es un símbolo. Un símbolo de confianza. Ustedes mancharon ese símbolo. Es como si me hubieran mentido sobre Santa Claus.
Uzi dejó de mirar el celular.
Uzi- ¿Sabes que Santa Claus no exi—
Nuzi- ¡NO! ¡No arruines más cosas hoy! —le gritó tapándose los oídos.
La puerta del consultorio se abrió, y una mujer con bata blanca y sonrisa amable asomó la cabeza.
Dentista- Nuzi, cariño. ¿Lista?
Nuzi se levantó lentamente, con la dignidad de una mártir rumbo al paredón.
Nuzi- ¿Van a acompañarme o me van a dejar como a una guerrera olvidada en el campo de batalla?
N y Uzi- Vamos contigo —dijeron al unísono.
Mientras caminaban hacia la sala de atención, Nuzi lanzó una última mirada a la recepcionista y murmuró:
Nuzi- Si no salgo... dígale a mi peluche que fue un buen soldado.
El consultorio olía a menta, desinfectante y traición.
Nuzi entró arrastrando los pies como si estuviera entrando a una celda medieval.
La Dentista Rivera —una mujer alta de sonrisa amable, cabello recogido y bata decorada con dibujos de dientes felices— saludó con entusiasmo.
Dentista- ¡Hola, Nuzi! ¡Qué gusto verte! ¿Lista para que tu dientecito se gradúe?
Nuzi- No quiero que se gradúe —respondió con los brazos cruzados—. Ese diente aún tiene sueños.
N intentó animarla:
N- Va a tener una gran carrera como recuerdo en una cajita especial.
Nuzi- O como proyectil de venganza si esto sale mal —murmuró trepándose con dramatismo a la silla dental.
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Short StoryEn esta sección podrás leer historias cortas (de un solo capítulo) o quizás el inicio de otras historias a futuro aquí
Dentista
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