( diez )

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He estado en Coney Island aproximadamente 5 días. 5 días de infierno y desespero. 5 días de agonía y tortura. 5 días en los cuales no he tenido descanso. 

Ahora mi vida parece un completo laberinto dónde no sé exactamente cual dirección tomar. Por un momento, me imagino como hubiera sido todo sino hubiera decidido tomarme unas vacaciones en primer lugar. Sin duda, todo seguiría tal y como era antes. Ava estaría aquí, y no probablemente en una morgue, encerrada en un lugar donde debo ir para identificar si es ella o no. 

Aun cuando sé que no soy lo suficientemente fuerte como para hacerlo, es algo que debo hacer. He aprendido eso toda mi vida. Hay una delgada diferencia entre querer y deber.

Mientras camino por los iluminados y solitarios pasillos lúgubres de la morgue mis dientes castañetean, no he parpadeado ni una sola vez en todo el camino y mis huesos se sientes agarrotados de las veces que me he tensado. El comisario parece mas tenso que yo para ser honesta, en su mente probablemente sólo cabe la imaginación de todos los problemas que tendrá si Ava es la persona ahí dentro. 

Un cuerpo quemado. ¿Como voy a ser capaz de identificar a mi amiga? Aun cuándo el detective me dijo que los grados de las quemaduras no eran mayores me advirtió que tendría inconvenientes al ver el cuerpo. Me daba asco como ellos veían todo aquello tan fácil y entretenido. Para mí no lo era, tenía que identificar el cuerpo de mi mejor amiga, por el amor de Dios. A estas alturas, estaba intentando no derrumbarme ahí mismo. 

Haciendo lo que menos esperaba, el comisario se detiene en unas puertas grises altas de metal, puedo notarlo tragar saliva mientras abre la puerta del lugar. Cuando entro, un frío intenso me invade y tengo que cruzarme de brazos para disminuir la congelada temperatura que empieza a tensar mi cuerpo. 

Cierro los ojos por primera vez en todo el día y ellos lo agradecen, sin embargo, mi corazón martillea contra mi pecho a una velocidad dolorosa. Aprieto la mandíbula para ocultar el temblor de mis dientes mientras avanzo. 

Noto por primera vez la poca cantidad de camillas en el lugar. Sin embargo, todas están vacías menos una. 

—Es justo por aquí, sigame —el comisario me dice, guiándome hacia la camilla que había visto justo antes. Trago saliva, intentando tragar también el miedo que siento. 

El hombre respira posando una mano sobre la sabana blanca que cubre el cuerpo, cierro los ojos de nuevo, una lágrima cayendo por mi rostro. 

—Espere. 

Pasan la menos dos minutos antes de que el hombre levante la sábana, no se si lo hace en realidad porque mis ojos están cerrados y mi pecho apretado. Inhalo y exhalo continuamente mientras trato de aligerar mis piernas temblorosas.  

Abro los ojos lentamente y deseo jamás haberlo hecho. La imagen frente a mi es macabra y dolorosa, el cuerpo que descansa sobre la fría camilla se encuentra casi irreconocible. Aquello no es como las películas o las series de televisión, es mucho, mucho peor. Aún quedan rastros de piel blanca en sus brazos y mis ojos se pasean aterrorizados sobre su cabeza, donde hay pocos cabellos rubios. Eso no prueba nada, ¿o si? Cualquier persona tendría el cabello rubio... ¿Verdad? 

—¿Sabe si es ella?  —el hombre pregunta, no respondo, mi vista está fijada en un pequeño hoyo en su vientre, como si hubieran enterrado algo en ella. Aún entre las quemaduras, puedo distinguir sus uñas las cuales se encuentran pintadas. —Señorita, ¿es ésta Ava Falls?

Coney Island [h.s]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora