[ Prólogo ]

22.4K 1.1K 436
                                    

Prologo.

La noche comenzó a caer aquella noche de Julio, como era de esperarse la isla se encontraba llena de turistas, Coney Island siempre había sido un lugar de visita para familias y jóvenes en busca de aventuras, sus atracciones y lugares vacacionales lo caracterizan como uno de los mejores lugares para alejar la distracción y el estrés. Sin embargo, hasta la pintura mas perfecta tiene un defecto. Y Coney Island, lo tenía. Quizás nadie lo sabía, quizás aquel chico estaba tan olvidado que nadie jamás notaba su presencia. Quizás eso lo hacía pasar desapercibidio. A él eso le gustaba, es más, le facilitaba el trabajo que cada noche realizaba. Él lo llama purificación.

Y justamente eso ése es el único pensamiento que aborda en su cabeza mientras camina por el asfalto sobre la oscuridad que brinda la luna. Harry, como era su nombre, casi nunca salía de casa y de hecho, se preguntaba cuantas personas sabían de su existencia... excepctuando a la mujer que se hacia llamar madre y vivía con él.

Harry tenía 15 años y aun se preguntaba porque no estaba en el infierno, para él, el infierno sería mejor que aquel mundo destruido y depravado en el que vivía. Si según sus compañeros de clase él era un fenomeno, ¿por que ellos no lo eran también? Si él se iría al infierno, ellos también lo harían... pero allí, ellos no serían felices... ellos sufrirían y de eso él se encargaria.

Harry se recordó a sí mismo no olvidarse de ir a su destino, por algo él estaba caminando en aquellas calles solitarias de la Isla. Para purificar.

Una de las casas que estaban alejadas del punto centro de la Isla vino a su vista, él sonrió en apreciación mientras con pasos sigilosos logró entrar en la propiedad. Por la ventana, un chico se podia apreciar, su nombre era Ryan, o al menos, por ahora. Harry hirvió de rabia al verlo reír como estúpido, el se encargaría de borrar esa sonrisa de su cara. Así como él se encargó de borrar de su rostro la sonrisa que él alguna vez tuvo. Él nunca había sido un niño con una vida prestigiada, de hecho, él y su madre vivían en una pequeña casa que caso parecia una cabaña, nadie se acercaba y siempre se lo preguntó, pero sin embargo, él siempre fue rechazado.

Pero eso ya no importaba. El punto aquí era de que él no era definitivamente normal, y tampoco quería serlo. Él odiaba, el odio era lo único que dominaba gran parte de su corazón, el odio por las mujeres. Él aún recordaba a Meredith, una pequeña sucia que él se encargo de desvanecer de la tierra como se encargaría de desaparecer a cualquier otra. No merecían ni un sólo aliento de vida, pero el se encargaría de arrebatárselos. Incluso a Ryan, él era la excepción, la primera y no la última... él tampoco merecía un aliento de vida más para su colección, tampoco merecía una sonrisa en su rostro... nadie merecía nada, pero Harry lo merecía todo.

Las luces de la casa des aparecieron media hora despues, era la hora de dormir en aquella localidad donde habitaba el egoísmo y la maldad. Sin embargo, había una sola luz encendida en aquella casa, la de la habitación de Ryan. Harry caminó cuidadoso de hacer ruido, las ramas de los arboles daban el tono perfecto entre las sombras, aquella luna que alumbraba luz estaba a punto de alumbrar sangre.

Sus siguieron el punto de los movimientos dentro de aquella habitación, Ryan apareció en su campo de vista mientras que él lo observó estático con aquella miraba que iradiaba rabia, giró la cabeza a cada lado lentamente y luego cerró los ojos, respiró profundo y sus ojos se inyectaron de sangre. El ritual estaba por empezar.

Desapareció hasta llegar a la puerta trasera de la casa, cuidadosamente trató de girar la perilla de la puerta sólo para darse cuenta de que evidente y esperadamente estaba cerrada. Descubrió el gancho de cabello y lo insertó en la cerradura de la puerta, giró unas cuantas veces y en un clic, la puerta se encontraba abierta. No era estúpido, Harry sabía muy bien como jugar aquel juego, era precavido y no dejaría que lo atraparan. Se había encargado de cumplir su promesa aquella noche en la cual no estarían más que Ryan y su madre, el padre de Ryan tratabaja en la comisaría y por ende, trabajaba hasta altas horas de la noche y no llegaría más que en un par de horas. Para Harry era suficiente y sonrió al entrar en la casa, sus pasos sigilosos no podían ser escuchados. Caminó a la cocina buscando entre los cajones el arma que siempre utilizaba: un cuchillo.

Coney Island [h.s]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora