J- Voy a decir "te acompaño en el sentimiento"
N- Yo voy a decir "lo siento por tu pérdida, pero el alma nunca muere"
Cyn- Yo voy a decir "¿ya dieron los sánguches?" -dijo sin pensar.
N y J- ¡CYNNNN!
Cyn- ¡Es broma, es broma!... Voy a decir algo bonito...... Quizás.
Uzi miró por la ventana y murmuró:
Uzi- Yo planeo quedarme en silencio. Tal vez ni me bajen.
N- ¿Y si me desmayo? ¿Me cargas? -pregunto en tono dramático.
Uzi- Depende de si estás cerca del buffet o no -bromeó-.
J se sujetó el asiento como si fuera a saltar del auto.
J- Esto no es una cita. No se besen. No se miren con deseo. No se toquen ni el alma. ¿Quedó claro?
Cyn- ¡Qué envidia les tienes, J! —respondió—. Nadie te besa ni en funerales.
J- ¡Cyn, por favor!
Cyn- Bueno, lo que pasa en los velorios se queda en los velorios... ¿o no?
Uzi soltó una risita involuntaria. N lo golpeó suavemente con el codo.
N- ¡Uzi! No te rías. Vas a alentarla.
Uzi- Perdón. Es que es como ver un show de comedia negra en vivo.
V- El show apenas empieza —advierto con media sonrisa en la cara—.
Se acercaban al lugar del funeral. Las señales eran claras: personas vestidas de negro, un toldo blanco en el jardín de la tía Lidia, carros estacionados en fila, rostros serios.
El ambiente, denso. Real.
N tragó saliva.
N- ¿Todos listos?
Uzi, V y Cyn- No —dijeron a la vez.
N- J, ¿segura que puedes con esto? -preguntó sabiendo que ella había sido muy cercana al tío Ramón.
J- Sí. Voy a mantener la compostura. A diferencia de otras... —miró a Cyn.
Cyn- Yo vine en modo profesional. Ni me van a notar —Se acomoda las gafas.
J- Como una ladrona de fe, eso pareces —murmuró—.
Aparcaron frente al portón. N bajó primero, con pasos lentos. Uzi lo siguió, más tenso que nunca.
Las tres hermanas descendieron del auto con la gracia (y la amenaza) de un terremoto inminente.
Uzi respiró hondo y le susurró a N:
Uzi- Última oportunidad. ¿Simulamos una emergencia y escapamos?
N- Demasiado tarde. Ya nos vieron.
Cyn saludó a lo lejos con una sonrisa descarada.
Cyn- ¡¡Hola tía Lidia!! ¡Qué día tan... gris!
J se golpeó la frente con la mano.
Y el funeral apenas comenzaba.
La casa de la tía Lidia tenía ese aire solemne que solo los funerales logran: cortinas cerradas, luces tenues, flores blancas en cada rincón y personas hablando en murmullos como si el volumen alto pudiera resucitar al muerto de la impresión.
Apenas cruzaron el portón, una señora mayor se les acercó. N la reconoció enseguida: la tía Luzmila, que tenía fama de no olvidar ninguna tragedia familiar... ni ningún error.
Tia Luzmila- ¡Ay, mi niño! —lo abrazó con fuerza—. ¡Tu tío Ramón te quería tanto! ¡Me decía que eras su favorito!
N sonrió, tragando el nudo en la garganta.
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Short StoryEn esta sección podrás leer historias cortas (de un solo capítulo) o quizás el inicio de otras historias a futuro aquí
"Descansa en Paz"
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