Magnus **

–Atención, Miss Cuack. Yo crearé un aro con pasto y tu saltas, ¿lista?

La gatita de apenas dos meses me mira curiosa y yo tomo eso como un sí.

–Y uno... dos... ¡tres! –lanzo chispas al césped que crece y forma un circulo perfecto para que la gata pueda pasar, pero no lo hace–. Vamos, Miss Cuack, ¡salta!

La gatita se me queda viendo y ladea su cabeza, cosa que provoca su caída.

–Es muy fácil, mira –me coloco en cuatro patas y salto a travez del aro–. ¿Lo ves? Sólo tienes que... –repito la acción sin dejar de mirarla– hacer esto.

Miss Cuack se levanta, rueda sobre si misma y deja que el sueño se la lleve recostada en el pasto. >Me humillé solito para nada.<
Hace poco recordé que en mi vida pasada tenía un gato llamado Presidente Miau y le pregunté a mi mami qué había pasado con él, me dijo que no podía cuidar del gato, así que lo dejó en un centro de adopción donde le darían un buen hogar. Insatisfecho con la respuesta, le pedí que me llevara para saber qué había sido de mi gato. Ahí, una señora un poco vieja nos dijo:

–El pequeño Presidente nunca fue adoptado. Aquí se cruzó con una gata blanca y tuvo una camada de hijos, la gata fue adoptada y Presidente se quedó con los pequeños. Él murió hace poco y fue enterrado en el jardín.

Acompañado de mi madre y Alec, visité la tumba de Presidente Miau marcada por una rosa roja que yo convertí en amarilla. Le dejé una latita de comida abierta y una pequeña cruz con su nombre. Después pregunté sobre sus hijos y la señora me dijo que sólo una gata seguía en el centro.

–¡Ya llegué! –anuncia Robert dentro de la casa.

Todavía le agradezco que me acogiera y que me dejara traer a Miss Cuack, además que la cuide cuando yo me voy con mi mami y mis tíos. Cada viernes, entre las nueve y las diez, nuestras madres vienen por nosotros y nos regresan la mañana del lunes.

–¿Qué hay para comer? –alcanzo a Robert en la cocina y veo que deja varias bolsas en la encimera.

Robert tenía a una mujer que cocinaba para él, pero como se negó a cocinar para tres personas, le pagó para que le enseñara a cocinar. No es como mi mami, pero tampoco como tía Isabelle.

–Hoy toca pescado empanizado con una guarnición de verduras asadas –pongo mala cara ante la explicación de Robert–. Y de postre, pastel de chocolate.

–¿Puedo comer al revés? –pregunto esperanzado.

–No, primero comerás cada verdura y después el chocolate –Robert saca del refrigerador una cacerola con las verduras y la pone en la estufa–. Anda, ve por Alec y lávense las manos.

–Pero están limpias.

–Estuviste jugando con Miss Cuack, así que están sucias.

–¡Miss Cuack es la gata más limpia de todas! –subo a toda velocidad y no escucho su respuesta.

Sin pensarlo me dirijo al cuarto de Alec donde, como siempre, lo encuentro leyendo.

–Alec, ha comer.

–Espera, ya casi termino.

–No importa, lo acabas después.

–¡¿Que no escuchas que aún no acabo?! –grita fastidiado.

Chasqueo los dedos y el libro desaparece.

–Ahora vamos a... –Alec me lanza una almohada a la cara.

–¡Sólo me faltaba una página, Magnus!

–¡Me dolió! –le arrojo la almohada que él detiene con la mano.

–Eres un bebé –se baja de la cama y yo veo mi oportunidad.

–No, esto... –coloco mis manos en el piso y la madera se vuelva lodo– es ser un bebé.

Alec tropieza y termina con lodo en la cara. Me mira incrédulo y después furioso.

–¡Ven aquí, brujo de pacotilla! –intenta levantarse, pero vuelve a caer por el suelo resbaloso.

Me río sin poder detenerme. Alec intenta de nuevo, esta vez usando su escritorio de apoyo, pero el peso le gana y cae acompañado de un porta lápices. La risa se incrementa y cierro los ojos, es muy gracioso... o lo era hasta que siento un golpe en la cabeza. Alec me arrojó el porta lápices de metal.
Arrugo la frente y me toco la cabeza. Estoy sangrando.

–¡Eres un idiota!

–¡Por tú culpa mi cuarto está lleno de lodo!

–¡Y así lo dejaré!

–¿Qué pasa aquí? –pregunta Robert detrás de mí.

–No quería bajar –lo acuso y Alec me arroja un lápiz.

.

Resulta que por alguna razón está mal convertir el piso de alguien en lodo. ¿Quién lo dice? Sea quien haya sido, por esa razón estoy en mi cuarto. Después que Robert me obligara a regresar el piso de Alec a la normalidad y curara la herida en mi cabeza, me envió a mi habitación con mi comida. ¡Sin postre!

–Miau, miau –escucho fuera de la puerta y arañazos en la misma.

Robert no dijo nada de no dejar entrar a mi gata. Me acerco a la puerta y la abro. Miss Cuack lleva arrastrando un rollo de papel sujeto a su collar rosa.

"No debí arrojarte la lapicera y pude seguir leyendo en otro momento. ¿Me perdonas?"

–Parece que eres una paloma, Miss Cuack –me dirijo a mi escritorio y escribo una respuesta.

"Pude dejar que terminaras de leer y tu cuarto es muy lindo para estar manchado de lodo. ¿Tú me perdonas?"

La gata se deja gustosa atar el nuevo mensaje. Abro la puerta de mi habitación y la invito a salir en dirección al cuarto de Alec, a dos puertas del mío. Veo que araña la puerta y como esta se abre dejándola pasar, cierro la mía para esperar escuchar el llamado que no tarda mucho. Abro la puerta y Miss Cuack entra con una nueva nota atada al cuello.

"Claro que sí 😀"

"Para mí nada pasó 😀"

Después de dibujar la carita feliz, tal como Alec lo hizo, dejo la carta a Miss Cuack y la mando de regreso. ¿Quién diría que esta gata realmente nos sería útil?

....

¿Quién pensó en Presidente Miau y su destino?

Malec ¿otra vez? Where stories live. Discover now