— Pero Freen... — suplicó Becky — Si solo va a ser un momento...

Una de las manos de Becky se paseó por el cuello de la chica hasta su pecho, jugando con el colgante del ancla que lucía sobre su piel. La otra se abrió paso sin titubear entre sus piernas.

— Además, no sé a quién pretendes engañar — susurró Becky con voz grave tras comprobar cómo se encontraba — No me vas a durar ni un minuto.

El timbre sonó cuando Becky se estaba secando el pelo con la toalla. Justo a tiempo. Freen aún estaba en la ducha tras otro asalto bajo el agua. Y es que Freen siempre necesitaba tener la última palabra, aunque bueno, lo de menos eran las palabras en lo que ella necesitaba quedar por encima.

Becky sonrió ante su fingida indignación. La verdad es que podría haber dejado a Nam en el rellano durante media hora si el motivo era Freen desnuda en la ducha.

— Dime por favor que no os he pillado haciendo cosas para adultos — fue lo primero que dijo su prima cuando Becky abrió la puerta.

— Te diría que no, pero no ibas a creerme de todas formas.

— Me parece increíble, sois como animales ¿Después de un año no se os ha pasado ni un poco?

— La verdad es que va a peor, Nam — se encogió de hombros — Tampoco me puedo quejar, no te voy a mentir.

— Desde luego. Tienes un cutis que ya lo quisiera para mí — suspiró — Y dónde está la afrodita del mar ¿eh?

— Saliendo de la ducha.

— Ah, os he interrumpido la sesión acuática esta vez. Mis disculpas. — dijo levantando las manos.

— Déjalo ya, ¿quieres? — dijo Becky lanzándole un trapo que había en la encimera de la cocina.

— Que no me tires cosas — resopló — Bueno, ¿cómo vas con las cajas? ¿Preparada para mudarte?

— La verdad es que sí — dijo suspirando mientras miraba a su alrededor — Este sitio es genial pero... No es mi hogar.

— Y está muy lejos de mí.

— Y está muy lejos de ti, correcto — asintió mirando a su prima — ¿Has podido ver la casa?

— Sí, pasé por allí ayer — contestó Nam — Está todo preparado Bec; terminaron de pintar hace una semana y con el calor que hace ahora en verano se secó bastante rápido. Los muebles los han llevado hace un par de días y está lo básico para que os podáis instalar. Lo demás ya sabes, poco a poco.

— ¿Hiciste lo que te pedí?

— Sí, era lo primero de mi lista de tareas — confirmó Nam.

— Siento que hayas tenido que encargarte de todo, la burocracia ha sido un infierno.

— Pensaba que sería cosa de unos días y lleváis meses aquí, ¿qué ha pasado?

— Realmente lo del trabajo lo solucioné bastante rápido. Han sido otras cosas las que me han tenido ocupada. Y tenía que gestionarlas aquí en la ciudad; no podía regresar al pueblo sin haberlo arreglado.

— Y me vas a decir de qué-

— ¡Nam! ¡Hola! — dijo la voz de Freen llegando a la cocina. Llevaba una camiseta ancha y larga casi hasta la mitad de su muslo de una de las películas que había rodado Rebecca, que la miró siguiendo la línea de sus piernas infinitas con bastante menos disimulo del que pretendía.

— Visto el panorama creo que deberíais usar túnicas cuando yo estoy presente. Es horrible ver como os coméis con los ojos todo el rato — dijo Nam dándose por vencida.

— Lo siento, Nam — se disculpó Becky — No puedo evitarlo.

Freen sonrió con las mejillas algo sonrosadas, y se puso al otro lado de la isla de la cocina para que sus piernas quedaran ocultas.

— ¿Cómo consigue Rebecca convencerte para todo? — preguntó Freen cogiendo una manzana del frutero y dándole un mordisco bajo la atenta mirada de Becky.

— Porque soy idiota, Freen — dijo sin percatarse de que Becky intentaba mantener la compostura — Mudanza que ha hecho, mudanza que me he comido. Pero bueno, me alegra poder ayudaros, sobre todo porque significa que ¡volvéis! — levantó los brazos — No tenéis ni idea de lo aburrido que es aquello sin vosotras.

— Puedo hacerme una idea de lo que supone estar sola y aburrida— contestó Freen de forma distraída dándole otro mordisco a su manzana.

— Wow, ¿ahora bromeamos sobre eso? — Becky levantó las cejas y la chica se encogió de hombros.

— ¿Por qué no? — contestó restándole importancia — No voy a pasarme la vida evitando el tema, Bec.

— Ya yo... es solo que...— balbuceó Becky tratando de encontrar las palabras. Freen se acercó a ella y rodeó su cintura para dejar un beso en su sien.

— No pasa nada ¿vale? Voy a terminar de vestirme, tenemos que bajar cajas a la furgoneta antes de comer— dijo mientras se alejaba hacia el dormitorio.

Becky se quedó mirando a un punto indefinido durante unos segundos, sintiendo un leve zumbido en sus oídos.

— ¿Qué ha pasado, Becky?

— Es sólo que...— su mirada se desenfocó por un momento — Ella nunca había sacado el tema del faro desde que regresé de la isla con mi madre. Yo tampoco he querido preguntarle, es decir, lo que pasó, pasó, y decidimos que intentaríamos vivir nuestra vida al margen de lo que le ocurrió. Pero yo... —suspiró mirando a su prima — Llevo unos días teniendo unos sueños un poco perturbadores.

— ¿Otra vez? — preguntó su prima con un gesto de preocupación.

— Sí... Y se me hace raro que la vuelta de mis pesadillas y que Freen mencione el faro coincida con que en unos días empiecen las fiestas de Punta del Mar. — suspiró mirando en la dirección que Freen se había marchado— En mis pesadillas, Freen y yo regresamos al faro y el mar la reclama, Nam. La veo hundirse hasta el fondo y yo... yo nado y nado con todas mis fuerzas sin poder alcanzarla, hasta que desaparece.

— Supongo que es normal, Becky — suspiró su prima — Lleváis desde que salisteis del faro alejadas de Punta del Mar. Es verdad que desde esta casa se ve el océano, pero estáis como en una caja gigantesca de cristal que os aísla. Supongo que te sentías más a salvo aquí, y ahora te da miedo regresar — le apretó el hombro en un gesto de consuelo —Aún así, tú volviste al faro con tu madre al poco de que lo declararan como propiedad del pueblo y el mar ni se inmutó con tu presencia. No va a pasar nada en caso de que quisierais volver.

— No sé si ella querría volver. Ya te he dicho que no hemos hablado del tema en todo este tiempo. Supongo que sí. Allí están su madre y Heng, y al fin y al cabo, ha sido su casa durante más de cien años.

— ¿Y tú? ¿Quieres volver?

— Yo... No te voy a mentir. Atravesar ese trozo de agua me da pánico. Sé que no tiene que pasar nada, pero aún así...Si ella me lo pide, lo haré— suspiró pasándose la manos por la cara— Me da muchísimo miedo que le pase algo.

— No le va a pasar nada. Ese colgante que lleva no lo va a permitir. Tú no lo vas a permitir. Y ten por seguro que yo tampoco.



Aivar  • FreenBecky •Donde viven las historias. Descúbrelo ahora