— Entonces, ¿te vas a animar?
— Heng, ya te he dicho que no — contestó irritada.
— Pero Freen, son las fiestas del Centenario ¿de verdad no quieres aprovecharlas para darte una vuelta por el pueblo?
— ¿Para qué?
— Pues no sé, para tomar algo, conocer gente, ver cómo está la vida fuera de esta piedra…
— Repito, ¿y para qué?
— Estás muy gruñona, perdóname que te lo diga.
— Y tú estás muy pesado. No tiene sentido que salga a emborracharme al pueblo una semana.
— Nadie ha hablado de emborracharse, ¿eso es lo que quieres? Porque si es así puedo traerte algunas botellas de alcohol la próxima vez.
— No Heng, gracias. Ya tuve suficiente de eso cuando terminé con las reservas de este faro.
—Me acuerdo de aquello —dijo aguantándose la risa — Bueno, yo de todas formas voy a pasarme por aquí sobre las ocho, por si te apeteciera subirte a mi barca.
—Eso no va a pasar — gruñó Freen cruzándose de brazos.
—Nos vemos luego entonces.
—No voy a ir, Heng.
—Claro, sí.
El chico volvió a montarse en su barca y Freen lo vio alejarse por el agua en dirección al pueblo. Los nervios se habían alojado en su estómago mientras hablaban de la posibilidad de salir aquella noche. Pero como bien le había dicho a Heng, ¿qué sentido tendría salir una, dos, o tres noches a unas fiestas absurdas? ¿Acaso eso cambiaría algo en su vida?
Ella estaba bien así. No quería ir a ver cómo estaba la vida en el pueblo. Heng ya le contaba todo lo necesario sobre las idas y venidas de la gente, de los sitios nuevos que abrían sus puertas, de los que tristemente cerraban, de la gente que moría y de los bebés que nacían. Freen sabía probablemente más que cualquiera de los que vivían allí, porque a Heng le encantaba pasarse las horas charlando sentado en la arena cada vez que la visitaba.
Subió a su habitación y como cada día, sus ojos fueron directos a la radio. Llevaba bastante tiempo sin comunicarse con Becky. Desde la noche que la chica le habló durante varios minutos sin esperar respuesta. Desde la noche que se inició el mes del Centenario. Pero es que de nuevo ¿qué sentido tendría? ¿Hablar con Becky resolvería cualquiera de sus problemas? Seguramente no.
A veces odiaba ese sentido práctico que la dominaba por completo. Sabía que no todo tenía que ser útil en la vida, que no todo necesariamente tenía que ser trascendental, o definitivo. Pero eso de dejarse llevar lo había olvidado con el paso de los años, y para ser totalmente sincera, era algo que había descartado retomar.
Suspiró. Muy en el fondo sabía que Heng tenía razón. Esa era la última semana que tenía si quería algo de libertad. El pueblo estaba lleno de personas atraídas por la fiesta, y sería mucho más fácil pasar desapercibida o incluso escabullirse si la actividad social la abrumaba demasiado.
Desvió su mirada de la radio hacia su armario.
—Bien Freen, vamos a buscarte algo de ropa actual.
—Rebecca cariño nos vamos unos días, no unos meses.
—Es que tendrías que haberme avisado de que nuestra escapada no sería de ida y vuelta, Nam, no tengo nada que ponerme.
—Encima de que te voy a llevar de vacaciones. Eres una desagradecida.
—Chantajista… — murmuró Becky.
—No hace falta que te esfuerces demasiado, no dejan de ser unas fiestas de pueblo, ya sabes; su verbena, sus ancianos bailando agarrados y sus adolescentes borrachos.
—Sonaba mucho mejor cuando me contaste lo del Faro.
—Sí, bueno, el Faro también está. ¿Te he dicho que hay verbena?
—¿Acaso me vas a dejar beber?
—Todo depende de lo que tardes en hacer esa maleta. Me gustaría irme en algún momento de este año.
—¡Pues deja de entretenerme! — gruñó.
—¡Tú naciste entretenida! ¡Venga! ¡Date prisa! — dijo Nam dando una palmada.
—Vas a tener que permitirme un par de cervezas por esto.
—Ya veremos, ya veremos. ¡Vamos!
Una hora después, y tras varios intercambios de gritos por la casa, estaban montadas en el coche de camino a Punta del Mar. Becky estaba extrañamente emocionada ante la perspectiva de hacer un plan que no tuviera absolutamente nada que ver con su recuperación.
En los últimos meses todo lo que había hecho, de lo que había hablado, y en lo que se había enfocado, era su accidente. Las secuelas de su accidente. La rehabilitación de su accidente. Su accidente. Su accidente. Su accidente. Estaba harta de que todo girara en torno a lo mismo.
—¿Te acuerdas de las fiestas del verano de 2012? — Preguntó Becky de pronto.
—¿Aquellas en las que aquí la señorita no cumplía dieciocho hasta diciembre y tuve que pedirle absolutamente todas las copas?
—No, esas fueron las de 2013. Hablo de las fiestas de Patricia y Martha.
—Me parece que ya no van a pedirte el carnet por una cerveza. — rió Nam —No me puedo creer que aún recuerdes eso — soltó una carcajada — ¿Por qué querrías que volviésemos a ser Patricia y Martha?
—No…Por nada. Es una tontería —dijo Becky mirando por la ventana.
—Oye, no es ninguna tontería —Dijo Nam mirándola de reojo siendo consciente del cambio en su estado de ánimo —¿Quieres decírmelo?
— Es sólo que…No sé— suspiró — Sería agradable no ser yo por un rato.
— No hay nada de malo en ser tú ¿eh?
— Ya…ya lo sé — dijo Becky sin apartar la vista del paisaje costero que las acompañaba en el camino —Es que no me gusta demasiado la persona que soy ahora. Patricia era una tipa bastante divertida.
—Mi prima Rebecca también es muy divertida — dijo Nam dulcemente —Pero si quieres que esta semana sean Patricia y Martha las que se vayan de fiesta, así será.
Freen hacía dibujos en la arena con sus zapatillas mientras esperaba que el barco de Heng apareciera en el horizonte. No podía creer que al final hubiera accedido a salir al pueblo cuando se había repetido hasta la saciedad que no lo haría. Al menos así Heng la dejaría tranquila el resto de la semana y podría regresar a su pacífica y solitaria vida.
Los pocos rayos de sol que aún se resistían a hundirse en el mar pintaban el cielo con tonos rosas, y la brisa levantaba el pelo de Freen que esperaba en la orilla a que Heng terminara de atracar su barca.
—Sabía que al final vendrías —dijo el chico sonriendo.
—Cállate, anda. Y vámonos antes de que me arrepienta —dijo subiéndose a la barca.
Heng la siguió y emprendió el camino hacia el pueblo sin apartar los ojos de la chica, que trataba de disimular sus nervios sin demasiado éxito.
—Todo va a ir bien, ya verás —dijo tratando de calmarla.
—Claro, sí. Tampoco, ¿qué podría pasar? —contestó Freen con la voz entrecortada sin quitar la vista del Faro. —Es que…va a ser la primera noche en…ya no sé ni cuánto tiempo que no voy a estar en el faro.
—Bueno, no creo que ocurra nada por una noche. El pueblo tiene su propio sistema en el puerto al fin y al cabo.
—Lo sé lo sé —dijo pasando sus manos por su vaqueros. —Es una tontería.
—No lo es. Sé que no lo es. Pero es una noche, Freen.
—Una noche. Sólo es eso. Una noche.
-
DU LIEST GERADE
Aivar • FreenBecky •
FantasyCuando la tormenta atraviese tu pecho, yo seré el ancla que impedirá que tu corazón vague a la deriva. ___________________________________________ AIVAR Es una historia original con todos los derechos reservados.
