QUINCE

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— ¿Qué esperabas, Bec? — preguntó Nam dándole un último bocado al croissant que estaba desayunando — ¿Que cayera rendida a tus pies inmediatamente?
— A ver, inmediatamente no — suspiró — Pero podría haberse acercado a saludar al menos.
— Parecía bastante entretenida con ese chico.
— No metas el dedo en la llaga, Nam. Podrías estar hablando de mi futura esposa.
— Hasta donde yo sé para casarse antes debes tener al menos una conversación.

Becky se escondió tras su taza de café intentando disimular su disgusto. Es cierto que no esperaba acabar la noche besando apasionadamente a la chica del bar, pero al menos saber su nombre, o tal vez una conversación educada sobre qué se le había perdido en el pueblo le hubiera bastado.

Era temprano, y la luz que bañaba el mar era un velo que acariciaba el agua. Becky disfrutaba del sabor del café, del sonido de las olas y del canto de las gaviotas despertando en la orilla. Ese era el sonido de su vida, la banda sonora de su infancia. Y entre todos ellos, siempre estaba Nam.

— En fin, tal vez puedas volver a verla hoy — continuó su prima.
— No sé si tendré tanta suerte, la verdad — bufó.
— Eres una chica bastante afortunada ¿eh? — rio Nam.
— Eso díselo a los cincuenta puntos que tengo en la espalda — sonrió Becky de manera sarcástica.
— Precisamente — concluyó Nam.

Salieron de la casa cuando el sol empezaba a levantarse, alejado de la línea del horizonte, y caminaron despacio hasta alcanzar el puerto. Según Nam, aquello era bueno para Becky. Fortalecer de nuevo las piernas, acostumbrarse a su propio peso, y probar hasta qué punto podía resistir el cansancio beneficiaría su recuperación. Sin embargo Becky hubiera preferido sentarse en uno de esos carritos que se mueven con pedales en el que por supuesto, hubiera dejado el trabajo a Nam.

Caminaron por el paseo marítimo de losas blancas y azules, disfrutando de la brisa que les levantaba el pelo, de los deportistas corriendo, de los vecinos paseando a sus perros y de los niños jugando perseguidos por padres que bostezaban ansiando dormir unas horas más.

— La oficina de turismo está ahí — señaló Nam — Si quieres podemos pasar y preguntar por las visitas al faro.

Los ojos de Becky se iluminaron mientras asentía con la cabeza. No había querido insistir demasiado a su prima porque siempre estaba haciendo bromas con sus obsesiones. Así que agradeció profundamente que se hubiera acordado de lo mucho que deseaba ir a verlo.

Entraron al local y les sorprendió gratamente que hubiera un buen puñado de personas esperando ser atendidas. El turismo era considerable en aquel pequeño lugar durante esa semana, y allí era donde se repartían los programas de las fiestas. Si querías estar al tanto de todo, era una parada obligatoria al llegar a Punta del Mar.

Becky y Nam esperaron varios minutos hasta que una chica se quedó libre para atenderlas. Era bastante joven, con la piel muy bronceada y con los ojos escondidos tras unas gafas enormes de forma hexagonal.

— Buenos días, en qué puedo ayudaros — dijo en tono jovial.
— Hola, buenos días — comenzó Nam — Verás acabamos de llegar y aquí mi prima tiene una pequeña obses— Becky le dio un codazo suave de manera disimulada.
— Qué tal, hola — interrumpió Becky — Queríamos saber si sería posible visitar el faro.
— ¿El Faro? ¿El Faro de Aivar?
— ¿Ese es su nombre? — preguntó Becky  — Me refiero al que está ahí en una isla a pocos kilómetros de la costa.
— Sí, ese es su nombre — contestó la chica en el mismo tono jovial — Lamento decirte que ese faro no puede visitarse. Es una propiedad privada.
— ¿Una propiedad privada? — preguntó Nam extrañada — Pensaba que con todo lo del tema de la leyenda sería un lugar turístico del pueblo.
— ¿De qué estás hablando, Nam? — Becky la miró con las cejas levantadas por la sorpresa.
— Bueno es lo que iba a contarte anoche pero entonces te pusiste a ligar y…
— Vale, vale — interrumpió Becky volviendo la vista  a la chica de la oficina de turismo que las miraba muy interesada — ¿Entonces es imposible visitarlo? ¿A quién pertenece?
— Pertenece a la familia Chankimha desde hace muchos años — explicó — Siempre ha sido así, aquí apenas queda nadie que recuerde el faro siendo un lugar público.
— Vaya…— dijo Becky sin poder disimular la decepción en su voz.
— ¿Y viven en la isla? — preguntó Nam — Quiero decir, cualquiera con un barco podría plantarse allí para verlo ¿No?
— La familia Chankimha ha vivido allí desde que lo compraron. Y son muy celosos con su intimidad. No tienen vías de comunicación convencionales, y nunca se los ha visto por el pueblo.
— Millonarios excéntricos…— murmuró Nam — ¿Y qué pasa si vas?
—Bueno, la gente del pueblo es muy respetuosa con la familia Chankimha. Principalmente por el hecho de que son los legítimos propietarios del lugar y nadie quiere ser denunciado por allanamiento de morada — dijo esto mirando a Nam por encima de sus gafas — Y otros tal vez, simplemente tengan miedo de la leyenda de Aivar — añadió con teatralidad.
— ¿La leyenda de Aivar? — preguntó Becky confundida — ¿Pero por qué no me dijiste que tenía que estudiar la historia del pueblo antes de venir?
— ¡Eso tiene fácil solución! — dijo de pronto la chica con un renovado entusiasmo tendiéndoles unos programas de fiestas —  Aquí podréis encontrar todas las actividades referentes al Centenario, y el sábado será la representación teatral por parte de la escuela secundaria. Así podrás enterarte de primera mano de toda la historia — dijo sonriéndole a Becky — Y de esa manera no tendréis que acabar presas por allanar nada — volvió su vista hacia Nam cambiando el semblante.
— Tranquila jefa, no voy a lanzarme en paracaídas en ese trozo de tierra — dijo Nam fingiendo una sonrisa.
— Gracias por la información — dijo Becky recogiendo los programas — Que tengas un buen día.
— Y vosotras también — le sonrió de nuevo.

— Patricia estás desatada, ¿piensas ligar con todo el pueblo? — preguntó Nam cuando regresaron al paseo.
— Solamente he sido educada — suspiró — Además, contigo al lado intentando delinquir no es muy complicado resultar agradable.
— Claro, ahora será culpa mía que vayas dejando un amor en cada local — su discurso se vio interrumpido por el timbre de su teléfono móvil — Oh, mierda. El fontanero. Esto tengo que cogerlo, espera — dijo alejándose unos cuantos pasos de Becky, que se apoyó contra un árbol para descansar de la muleta.
— Así que ligando en todos los locales, ¿Patricia? — dijo alguien en su espalda — Y yo pensando que era especial.

Becky casi se cae de lo rápido que se incorporó al escuchar esa voz. La noche anterior solamente la había oído decir dos palabras, pero la recordaba a la perfección.

— ¡Eh! ¡Hola! — dijo con un tono de voz mucho más chillón de lo que pretendía. Carraspeó — Hola — esta vez, varias octavas más abajo. — No, yo...yo no tengo un ligue en cada local. Mi prima que es idiota, perdona no quería darte esa impresión — dijo aturullada. Freen se rio.
— No te preocupes, estaba bromeando — dijo metiéndose las manos en los bolsillos — Perdona por no acercarme anoche. Estaba con un amigo y no podía dejarlo solo.
— Ah, no, no hay problema quiero decir, tampoco es que tuvieras que sentirte obligada a nada porque te enviara la copa — Becky estaba definitivamente nerviosa.
— Fue un detalle muy bonito, gracias.
— De nada — dijo muy rápido. Se hizo un silencio más largo de lo normal y ambas desviaron la mirada a puntos indeterminados del paisaje. — ¿Estás aquí de vacaciones? — preguntó Becky.
— Algo así, sí.
— Ah genial, nosotras  estaremos aquí un par de días. Aunque bueno, en realidad yo había venido hasta aquí con la intención de visitar el faro — dijo Becky señalando a la isla — Pero me acaban de decir que pertenece a no se qué familia rica que vive enclaustrada allí sin contacto con el exterior.

Becky puso los ojos en blanco en ese preciso instante en el que Freen se tensó y dudó entre volver a escabullirse o no. Pero por alguna razón que no lograba entender, sus pies no parecían querer separarse del suelo en aquel momento.
— ¿No te parece increíble? — continuó indignada.
— Eh…sí, desde luego. — carraspeó Freen — la gente es de lo que no hay.
—Me hubiera encantado visitarlo…— la decepción hizo acto de presencia de nuevo en su voz, y Freen sintió el impulso de invitarla a regresar con ella en el barco — Tendré que conformarme con verlo iluminado, supongo. Aunque anoche llegué tan agotada que ni lo vi.
— Ese faro no se ilumina — dijo Freen demasiado rápido para su gusto — O bueno, eso es lo que he oído.
— ¿Todos sabéis cosas de este maldito pueblo menos yo? — preguntó sorprendida.
— Creo que he leído lo de la Leyenda en alguna parte — dijo Freen quitándole importancia. — Tal vez por eso no lo viste.
— Bueno, será que anoche llegué a casa pensando en otras cosas — Becky conectó sus ojos con los de Freen por primera vez. — Tal vez sólo iba distraída.
— Tal vez, sí — dijo Freen con una media sonrisa viendo cómo Nam colgaba la llamada y se acercaba hasta ellas — Bueno, pues nos veremos por aquí, supongo.
— Espera, ¿sí? ¿nos veremos?  — preguntó Becky sintiéndose idiota — Quiero decir, sí claro, nos vemos por ahí mas tarde. — Freen volvió a reír negando con la cabeza sutilmente.
— Eso espero — dijo empezando a marcharse.
— Por cierto, ¿cómo te llamas? — preguntó Becky.

El cerebro de Freen se puso a trabajar a una velocidad vertiginosa. — Freen, dile que te llamas Freen y ya está. Pero Freen sería demasiado reconocible en el caso de que de con alguien que sepa quién soy. No, Freen no. ¿Pero cómo demonios iba a encontrar esa chica a alguien que la identificara como Freen? Pero di algo, di a algo ¡ya!

— Me llamo Sar…
— ¡Vaya! ¡La chica del bar! — dijo Nam apareciendo al lado de Becky — Qué tal yo soy Nam.
— Nam ella es ¿Sara? ¿no? — dijo Becky  tratando por todos los medios que su prima no la pusiera en evidencia una vez más — Y me había dicho que se tenía que ir.
— Exacto — Bueno, Sara nos puede valer por ahora — Espero verte por aquí, Patricia.
— Seguro — sonrió arrugando la nariz mientras se despedía con la mano, observando a Freen marcharse por el paseo marítimo.
— No puedo creerme que te hayas presentado como Patricia, Bec — Nam no daba crédito — En serio, ¿tenemos que mirar lo de tu desdoblamiento de personalidad?
— Ha sido una confusión y no he querido corregirla. De todas formas no sé si volveré a verla.
— Ella parece bastante interesada.
— Aun así, dentro de tres días volveremos a casa y Punta del Mar será una aventura veraniega más. Así que qué más da. Si tengo que ser Patricia, seré Patricia.

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Aivar  • FreenBecky •Dove le storie prendono vita. Scoprilo ora