— Dios mío, tu prima me va a odiar — dijo abriendo los ojos — No he parado de complicarte la vida desde el minuto uno. Seguro que no puede ni verme.
— No digas eso — rio con suavidad — Estará feliz de ver que hemos conseguido salvarte.
— ¿Cuánto sabe?
— ¿Nam? Lo sabe todo — contestó — Y créeme, no hay nada que hubiéramos podido hacer por ocultarle cualquier información.
Freen sonrió. Pero el corazón le dolía terriblemente. Sabía que tenía que marcharse del faro en algún momento. De hecho, no solo estaba lista para abandonar el faro, sino para morir aquel día. Sin embargo, nada podría haberla preparado para lo que tendría que hacer a continuación.
— Bec... — susurró — Hay algo de lo que debo ocuparme antes de que nos marchemos de aquí.
— Lo sé, amor. Lo sé — contestó apretando su abrazo de nuevo — Vamos, te ayudaré.
Becky no se sorprendió de la compostura que mantuvo Freen durante la hora que estuvieron cavando. Ni se sorprendió de la entereza con la que, tras un esfuerzo titánico, consiguió llevar con ella el cuerpo sin vida de Heng hasta la colina.
Tampoco le sorprendió cuando Freen le pidió devolver toda la tierra a aquel agujero ella misma, palada a palada. Sin ayuda. Aquello era algo que ella necesitaba hacer; se lo debía a Heng.
Le debía la vida.
La que había vivido y la que viviría a partir de aquel día.
Becky se mantuvo en silencio, lo suficientemente cerca, pero dándole el espacio que sabía que necesitaba para despedirse de quien había sido prácticamente un hermano para ella.
La muerte de Heng también le dolía, y no sólo porque se había sacrificado para que ella pudiera salvar a Freen. Le dolía porque ahora recordaba el amor que Rose sentía por Anon, y si Freen sentía la pérdida de Heng de aquella manera, no sabía si podría encontrar consuelo suficiente en el mundo para brindarle a la chica.
Freen lanzó el último resquicio de tierra sobre la tumba en la que ahora descansaba su amigo. Soltó la pala y se arrodilló, agotada, frente al montículo oscuro y revuelto que ahora rompía el verde de la hierba de la colina.
Becky la observó abrazando su propio cuerpo durante unos minutos, hasta que Freen se giró para buscar su mirada con los ojos enrojecidos. Alargó su brazo pidiéndole a la chica que se acercara hasta ella, y Becky la alcanzó en dos zancadas abrazándola contra su cuerpo.
— Lo voy a echar muchísimo de menos, Bec — susurró con la voz entrecortada — De no ser por él, seguramente yo me hubiera lanzado al mar hace mucho tiempo — suspiró — Cuando Aivar me dijo que tu padre había muerto sin descendencia simplemente... no le encontré el sentido a seguir viva. Ni siquiera sé cómo aguanté los años que tardó Heng en aparecer en esta playa, pero me alegro de no haberme rendido, porque conocerlo realmente me cambió la vida — las lágrimas silenciosas empezaron a rodar por sus mejillas — Y menos mal que apareció, porque de no ser por él, jamás te hubiera conocido a ti ¿Sabes que casi me llevó a rastras a las fiestas del pueblo? — preguntó con una sonrisa más bien triste.
— Me lo puedo imaginar — sonrió Becky — Yo no creo que tenga vida suficiente para agradecerle que te llevara hasta mí, y que luego me trajera hasta ti. — besó su cabeza con suavidad — Él me dio la clave para encontrar tus cartas en la caja del ancla, Freen. Aún sabiendo lo que aquello conllevaría. No dudó, no tuvo miedo. Lo único que deseaba era que tú te salvaras por encima de todo. Incluso me dejó una nota pidiéndome que te dijera que no te sintieras culpable, y que no estuvieras triste.
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Aivar • FreenBecky •
FantasyCuando la tormenta atraviese tu pecho, yo seré el ancla que impedirá que tu corazón vague a la deriva. ___________________________________________ AIVAR Es una historia original con todos los derechos reservados.
P R O A
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