Capítulo 5 Gael.

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Hay una sola, la única. Por la que darías la vida misma. En la que piensas aún si estás tomado el cuerpo de otra. No es excusa, tal vez una disculpa. Más tarde te arrepientes de haberla engañado, aún más, sin que la única se haya enterado.

Letras de Gael Mcallister.

Gael terminaba la ronda de ejercicio, lo necesitaba. Tenía que poner a su cuerpo y mente a funcionar. Había salido a correr como parte de su rutina diaria.

Al levantarse y camino a la puerta vió a Lagartija pintar en su espacio. Desde su lugar escuchaba sus sollozos y su corazón dolía por llegar y abrazarla. Decidió que era mejor que soltara lo que llevará adentro y el pudiera aclarar sus ideas y analizar su nuevo planteamiento. Y la mejor manera de abordarla.

A su regreso ella seguía igual. Los trazos lo hacía sin detenerse, sólo a secarse sus lágrimas. La tristeza era una manta viva, un rumor en el aire que traspasaba las puertas de vidrio que la separaba. Debía preparar algunas cosas y después acercarse a ella.

Mientras dejaba que la cafetera hiciera su trabajo, camino a darse una ducha.

Poco tiempo después que el rico aroma colombiano se desprendia del artefacto, un café que encontró en una tienda exclusiva.

Tiempo atrás había probado esa bebida en especial. Se encontraba entre sus favoritas y como conocía a la chica, sabía que le gustaría ese sabor entre tostado dulce y fuerte.

Empezó a preparar una ensalada de frutas que había comprado la noche anterior. Un zumo de naranja, unos bollos dulces.

Se sirvió una taza y la tomo. Guardo en la nevera bien tapada la ensalada, el zumo. Pero dejó los bollos ligeramente cubierto con una servilleta de tela en la canasta de los panes. Satisfecho sirvió otra taza y endulzó. Caminó hasta la terraza y se sorprendió al ver el cuadro casi terminado. Muy lentamente abrió la puerta introduciendo el aroma del café. Sintió más que vió la tensión de la joven al percatarse de su presencia.

-Veo que no está de más el café. ¿Desde cuándo estás levantada?.

-Hace un par de hora. Tal vez más.

María E tenía en su cara un camino por donde sus lágrimas recorrieron hasta su cuello, todo ello con el rastro de pintura de sus manos alejándolas. En un torpe intento de enjuagarlas. Su nariz roja por el llanto derramado. Se le antojaba más hermosa que nunca. Para dejarla recomponerse se dedicó a mirar la pintura.

En esta reflejaba a la chica del hospital en su lecho de muerte, en su rostro recreaba la angustia de lo inevitable. Memoria fotográfica. Era totalmente exacto. Lo sobrecogió. Y más al ver los demás personajes en ella, contornos angelicales de varios bebés con sus rostros ensombrecidos, víctimas.

-Gracias, también por el café.

-Ahora si Maríe. Vas a decirme toda la verdad.

La vio decidirse.

-Entonces salgamos de aquí. Déjame darme una ducha.

-Me parece bien y de paso desayunas.

Media hora después los dos sentados en la mesa y la chica dando le cuenta a la ensalada. Quizás haciendo tiempo. Pero él era muy paciente, y sabía que pronto ella cedería y contaría todo al respecto.

De todos modos estaba fascinado viéndola comer de lo que el había proporcionado.

-¿Deseas algo más?

María E reaccionó a sus voz como pajarito enjaulado. Su mente parecía divagar en otro sitio.

-No. Eres muy amable en todo caso. Bien empecemos...-tomó aliento y después lo soltó muy, muy despacio-. Tenía mi propio despacho a la vez que colaboraba con el departamento de Policía. Era un agente exterior que sólo tenía conexión con el jefe Kiev. Mi trabajo era darle perfil de asesinos o cualquier otro maleante. Era consejera en una casa hogar para jóvenes y madres solteras. Ahí conocí a Yury y posteriormente a Floury. Ambas tenían pocos días de haber sido trasladadas a la casa hogar. Yury había sido golpeada hasta hacerle perder el bebé que llevaba adentro. Mi trabajo consistía en llenar las de paz y darles consuelo. A todas ellas. Instruirlas para que salieran adelante.

-¿Cómo se torcieron las cosas?

Ella le agradeció con un gesto. Se le veía lo difícil para ella contar las cosas.

-Ese día tenía que ir al centro. Pero por asuntos personales se me hizo difícil. El personal del centro autorizó que yo les diera la charla a un par de chicas en mi consultorio. Ellas llegaron con sus propios bebés, ya que eran las más nuevas. Llegaron acompañadas de las hermanas. Los bebés estaban agotados de estar ahí. Floury se ofreció a sacar a los tres bebés a pasear, no vi nada malo de eso ya que la estaba tratando hacia más de tres meses. Al cabo de un rato Yury decidió seguirla con el fin de supervisarla- una pequeña lágrima salió de sus ojos cuando enfrentó mi mirada-. Que ingenua fui, nunca vi la maldad en sus rostros. Cuando nos dimos cuenta era demasiado tarde. Demasiado tarde.

Me levanté y fui hasta ella para abrazarla, entendí su horror. Estaban a su cargo y enfrente de sus narices se les fueron arrebatados.

-Desde ese momento fuí parte de la investigación como un activo más, era mi error y me siento tan culpable por ello. Poco tiempo después descubrimos que eran parte de una red de tráfico tanto humano y de órganos. Esos bebés, ¿cómo estarán ahora?. ¿Si siguen vivos?. No puedo seguir con esta angustia. No puedo - Me miró a los ojos-. Sólo ayúdame, quiero que está angustia pare. Te necesito.

Si nos ponemos a analizar la situación es doloroso sentirse culpable. ¿Tal vez pudiste hacer algo?. Ver algo extraño. No se que haría yo en mi caso. Comenten.

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