—Te las presentaría para que charlaran pero me temo que él no me deja tenerlas por mucho tiempo... pero tengo algunos recuerdos de ellas —explicó, señalando la caja en sus manos. Me obligó a reincorporarme de nuevo, ésta vez siendo delicado al tomar mi brazo. Sus actitudes eran extrañas y sus frases mucho más, estaba en las manos de alguien malvado y a la vez atormentado que fácilmente podía dejarse llevar por sus mas oscuros pensamientos. 

—Primero quiero que conozcas a Meredith, mi dulce y más preciada princesa —mis dientes castañeteaban mientras lo observaba hablar de manera maliciosa, abrió la caja en sus manos sacando un paquete que contenía el nombre de su "princesa"—. Ella era hermosa, pero era una sucia, tuve que curarla para que no sufriera... intenté ayudarla pero ella me rechazó y acabó mal. Por eso estoy seguro de que tú no me rechazaras, ¿o sí? —negué vacilante con la cabeza, decidiendo no contradecir sus afirmaciones. Abrió el paquete con una sonrisa dejando a la vista una maraña de cabello castaño y unas cuantas fotografías. Me estremecí cuando dio a conocer un pedazo de tela cubierta con sangre seca, la tela color blanco me hizo pensar en el vestido que llegaba. Era la misma tela y el mismo color. 

Vacilante tomó el mechón de cabello, enredándolo entre sus dedos y olfateándolo con placer, la sonrisa en sus labios jamas desapareció mientras lo hacia. 

—Por favor, no tienes que hacer esto... por favor —suplique entre sollozos, agachando la cabeza y rogándole a Dios que me ayudara. No quería irme de este mundo sin haber tenido hijos y sin haber compartido con mi mejor amiga, mi vida se estaba desvaneciendo poco a poco pero la esperanza de ayuda me encargaba de mantenerla lívida. 

Me arrepentí de mis acciones cuándo lo sentí estrellar la caja contra la pared, el mechón de cabello aun permanecía entre sus dedos mientras lanzaba improperios al aire. 

—¡Cállate la sucia boca! ¿Por qué habría de detenerme? ¡Nadie se detuvo conmigo y yo no voy a hacerlo con alguien mas!  —gritó, sus ojos inyectados en su sangre. La furia que había dominado su cuerpo iba a ser mi pasaje directo a la muerte. Se acercó a mí en una zancada, encargándose de tomar mi cabello entre sus manos, jalándolo con toda su fuerza. Grité de dolor, podía sentir mi cuero cabelludo casi desprenderse mientras el continuaba tirando sin piedad. 

Respiraba frenéticamente, reproduciendo los últimos momentos de mi vida cuando su puño impacto contra mi mejilla duro y seco, causando que mi cuerpo volviera a derrumbarse en el suelo. Las lágrimas no se detenían y respirar se me hacía difícil luego de lo que acaba de ocurrir. Sentí un golpe en mi estómago que acabó por casi dejarme inconsciente, parecía estar cegado por la furia mientras se llevaba las manos a los oídos, gritando cosas que no era capaz de descifrar. 

¿Que estás haciendo? —alguien gritó, una voz raposa y desgastada entrando por la puerta. Dejé de sentir los golpes justo después y terminé por ver el rostro de aquella persona antes de caer de nuevo en un abismo oscuro que termino por llevarse los últimos alientos de mi consciencia. 

Mis ojos volvieron a abrirse, no volvía a sentir la sensación fría contra mi espalda, ésta vez me sentía cómoda. No me encontraba en la misma habitación de antes, ahora me encontraba en una habitación que era incluso peor que la anterior. Me levante de la cama en la que estaba arrepintiéndome al instante, mi costado dolía fuertemente cuando me movía y mi cabeza palpitaba de dolor. Repetí los momentos antes de caer inconscientes y unas lágrimas se desprendieron de mis ojos, me sentí inútil por llorar tanto pero supongo que es lo que pasa cuando estas a punto de morir. 

El único consuelo que tenía era que estaba sola en aquella habitación, él no estaba ahí ni tampoco el otro hombre que había llegado, intenté recordar su rostro pero el dolor de cabeza me lo impedía. Escuché un ruido seco y entonces en movimientos sigilosos me acurruque contra la esquina de la cama en posición fetal, escondiendo mi rostro entre mis piernas y olvidándome de todo lo que pasaba por unos simples momentos. No sabía porqué razón estaba ahí y estaba segura de que tampoco iba a saberlo, iba a acabar como aquella chica Meredith y no podía hacer nada. ¿Como había llegado aquí? El no poder recordar nada me desesperaba pero me pregunte si Thomas incluso tendría algo que ver en esto. El solo pensamiento fue amargo, pero no era del todo imposible. Karen me lo había advertido pero siempre había sido tonta, y ahora por eso estaba a punto de morir.

—Despertaste —habló otra vez aquella voz ronca, no levanté el rostro de entre mis piernas ni tampoco dije nada. Sentí su peso caer contra la cama y mis piernas empezaron a temblar. Él no era bueno y estaba aquí por una razón, era un chico capaz de las peores cosas—. Eres igual a todas ellas, siempre haciéndome enojar. Me temo que no estarás aquí por mucho tiempo, duraste menos de lo que esperé pero está bien porque, ¿Sabes? Te marcharas estando limpia, pura y hermosa. ¿No es eso lo que todo el mundo quiere? Las personas son crueles mi pequeña, no es tu culpa que ellos te hayan arrastrado a su abismo. No llores más, es la hora.

—¿Por qué? ¿Por qué lo haces? ¿Por qué yo?  —pregunté, levantando mi rostro lagrimoso hacia él. Sus ojos verdes me observaron con detenimiento y una dulce pero diabólica sonrisa junto en las esquinas de sus labios. 

—Lo mismo se preguntaban ellas. Lo mismo me pregunto, ¿por qué yo? Hay cosas que no se pueden saber en la vida y aunque eso sea triste, la verdad siempre termina siendo la peor cosa de nuestra existencia. Tu no elegiste morir pero es lo que te tocó y al final yo siempre estaré aquí para terminar el trabajo —respondió alegre, soltando una risa como si todo aquello le causara gracia. 

—Eres un loco, un fenómeno, ¡No tienes derecho a hacerme esto!  —Grité, la rabia que había estado conteniendo por este tiempo al fin estaba sucumbiendo. Me abalance sobre el sin miedo, batiendo las manos a lugares retrospectivos mientras las lágrimas manchan mi cara. La sonrisa de satisfacción jamás desapareció de su rostro y en un ágil y rápido movimiento me inmovilizo contra el colchón. 

—Me encanta ver como las personas suplican y luchan por su vida, me da el poder de decidir sobre ellos. Me da el poder de controlar. Sólo eres una pequeña rata entre mis manos, pequeña. ¿Estas lista para ser purificada? —susurró en mi oído, dejando un beso en mi frente antes de que sintiera el filo de un cuchillo enterrarse profundo en mi vientre.

Siento la sangre brotar de mi cuerpo y atrapo mi último aliento de vida, sintiendo como una ultima lágrima fría y dulce se deslizaba contra mi mejilla. 

Perdóname, Karen. 

Suspiró, dejando caer el cuchillo en el suelo, el cual terminó por manchar la superficie de sangre. Como si de un juguete preciado se tratara, se encargó de acariciar la zona lastimada en su cuerpo, sintiendo el elixir manchar sus largos dedos. Miró los ojos dilatados y sin vida de la rubia, cerrándolos con sus manos antes de dejar un casto y dulce beso en sus labios. El color rojo de la sangre sobre la tela blanca de su vestido casi lo volvió loco, otra hermosa princesa más para su propiedad. Sintió la puerta de la habitación abrirse pero lo ignoró, sabia quien era. 

Todo permaneció en silencio unos segundos más antes de que sintiera una mano en su hombro. —¿Ya terminaste, hijo? —preguntó el viejo en un susurro, se levanto de la cama, tomando el cuerpo de la chica entre sus brazos y posandolo cuidadosamente en el suelo de la sala.

Las velas creaban sombras sobre su piel pálida y blanquecina, se encargó de peinar su cabello como siempre lo hacía, cortando un mechón y guardándolo en un paquete aparte. Olfateo la tela del vestido una vez más antes de cortar un pedazo justo donde estaba la sangre. La paz en la habitación era lo que más disfrutaba, siempre disfrutaba acabar su misión. Disfrutaba ver a sus victimas adyacentes en el suelo, tranquilas e inocentes, puras por su causa. Casi se resistió de deshacerse del cuerpo, quería guardarlo consigo para poder apreciarlo todos los días, pero eso no era posible. Tal como una princesa se encargó de arreglar el último detalle, posando unas flores entre sus manos antes de terminar. 

—Es hora de limpiar, Harry.

Avisó la persona que se había encargado de mantenerlo escondido todos estos años, la misma persona que trabajaba en el hotel donde Karen y sus amigos se quedaban, sólo le faltaba llevar a caperucita directo a la boca del lobo.  

N/A: heey mis pequeñas princesas, ¿que les pareció el capitulo? Se que dirán como porque mate a Ava pero es parte de la historia y ademas, el loco psicópata no la iba a dejar viva. No obstante, no se como me quedo el capitulo, la verdad es que iba a narrar mas la muerte de Ava como con sangre por todos lados y así pero bueno, me pareció mejor dejarlo como esta para que quede la duda.

¿Quien va a ser la próxima?

¿Quien es el hombre que detuvo a Harry? 

Hasta la próxima actualización babes! 

Coney Island [h.s]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora