(Jace) Quizá la vea y piense: "Ese arquero tiene un gran perfil."

(Jem) Y ciertamente, Magnus encontrará raro que se le mencione en los libros de historia como "el pro-creador del portal" o "El gran Brujo de Brooklyn".

(Helen) Aunque todos sus argumentos son válidos, debo estar de acuerdo con Maryse y Catarina.

(Tessa, Jem, Jace, Isabelle, Clary, Aline, Simon) ¡¿Qué?!

(Maryse, Catarina) ¿Enserio?

(Helen) Cuando mi padre me dijo que mi madre era un hada y que me abandonó junto a mi hermano, yo huí para buscarla. Salí por una ventana alta y me rompí la pierna, por eso no llegué tan lejos. Tenía sólo cuatro años. Cuando mi madre me curó, me dijo que fue una imprudencia de mi padre cargarme con esa información siendo tan joven. No digo que no les digan, sólo que no de momento.

(Tessa) Ese es un buen punto. ¿Entonces cuándo?

(Helen) Cuando sean más grande, pero tampoco adultos. Yo opino que a los diez años.

(Maryse) Diez años me parece una buena edad.

(Isabelle) ¿Pero y los recuerdos que tienen ahora?

(Aline) Podrían insistir que son sueños.

Y así se acordó que cuando ambos cumplieran los diez años, todos se reunirían para decirles la verdad sobre su pasado.

~Idris (casa solariega Lightwood)~

Robert ,,

–Terminé, señor Lightwood –anuncia la señora de cabello oscuro.

–Muchas gracias, Lia –le entrego el dinero en la mano y ella lo guarda en su bolsa–. Hasta la próxima semana.

Lia sube a su caballo y regresar a casa, mientras yo cierro la puerta y me quedo solo como he estado estos tres años.
Recuerdo la borrachera que me puse el día que llegué, al día siguiente nisiquiera me atreví a abrir los ojos o a levantarme de mi cama, y fue peor después de regresar de la ceremonia de divorcio. Esa vez el baño se convirtió en mi cama por dos días.
La casa es de estilo rústico y concepto abierto, tengo una cocinera que viene todas las mañanas y me deja las tres comidas hechas y Lia se encarga de los quehaceres. A pesar de renunciar como Inquisidor, el simple hecho de ser Lightwood me dejó suficiente dinero para vivir diez vidas cómodamente y casi nunca salir a ningún lugar también me ahorra dinero. Después de todo, muchos me señalaron por ser infiel y dejar a mi mujer con un bebé, pero aún conservo una buena amistad con Patrik Penhallow y Arthur Blackthorn, y con eso me vasta.
Para pasar el tiempo decidí adoptar un cachorro que encontré en un viaje reciente a Francia. Ahí también encontré a Catarina, quien me dijo que Jace ya debía ser padre de un par de gemelos y que Isabelle pensaba adoptar.

–Toma, pequeño –dejo la comida al cachorro llamado Jaix, un conjunto de los nombres de mis hijos.

Es una cruza entre salchicha y pastor alemán bastante lindo. Caliento mi comida del día y y me la llevo al comedor donde Jaix come a mi lado, desde aquí veo la chimenea, decorada con varias fotografías. Una de ellas y mi favorita, es de Aline cargando a Alec en la boda de mis hijos. Sus manos salieron un poco borrosas porque estaba aplaudiendo y su trajecito negro hace resaltar el azul de sus ojos. Esa fue una hermosa boda, la de Aline y Helen no se quedó atrás, aunque esos idiotas la arruinaron. Hubieran escapado si yo no los encuentro antes.

–¿Ya terminaste? –pregunto a Jaix y su plato vacío–. Ahora puedes salir a correr un poco, recuerda que te toca baño.

Jaix parece entender y aprovecha de salir al patio. Después de terminar mi comida, dejo los patos ordenados en el lava vajillas y los remojo, Lia me ha dicho mil y un veces que los remoje. Una vez termino voy al patio y llamo a mi perro.

–¡Jaix! ¡Ven, muchacho! –como si estuviera entrenado, el pequeño viene corriendo y se deja cargar para subir al baño.

Por suerte es tranquilo y cuando el agua lo toca parece que lo disfruta; después de enjuagarlo y secarlo, lo llevo a mi habitación, un espacio cómodo y pequeño, con una cama de madera y un cojín para el cachorro. Dejo a Jaix sobre su cama y él se sacude.

–Muy bien, pequeño –lo acaricio y me doy la vuelta para cerrar la puerta.

Cuando vuelvo a verlo, está sobre mi cama mordiendo un patito de peluche.

–¡Jaix! –grito serio y suelta el patito, me acerco con paso firme y el perro parece asustado–. Puedes destrozar cada centímetro de esta casa –tomo el peluche y lo pongo frente a su cara–. Pero no esto. ¡¿Entendido?!

El perro chilla asustado y eso me dice que ha entendido, lo acaricio bajo la barbilla y vuelve a relajarse.

–A dormir –el perro ladra y baja a su cama donde se acurruca y duerme en un segundo.

Cierro las persianas y me acomodo en la cama boca arriba, mirando el candelabro de madera.

–Buenas noches, Jaix. Buenas noches, Isabelle. Buenas noches, Jace. Buenas noches, Maryse. Buenas noches, nietos que nunca conoceré –miro a un lado donde está el patito y sonrío al tiempo que una lagrima cae por mi mejilla como cada noche en los últimos tres años–. Buenas noches, Alec.

Malec ¿otra vez? Where stories live. Discover now