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Hoy es Navidad. Quizás es por eso por lo que me he levantado con una extraña sensación en el cuerpo; con cierta tristeza pero, al mismo tiempo, también me siento algo emocionada por la cena de esta noche. Es la primera Navidad que no voy a pasar sola desde que mis padres se fueron; en todas las demás, o bien me encerraba en mi habitación totalmente a oscuras, o acababa emborrachándome en algún lugar rodeada de gente que ni si quiera conocía, lo que hacía tan solo acentuar aún más la soledad que ya sentía.

Pero hoy es distinto. Y quiero creer que yo soy una persona distinta ahora pero lo cierto es que me cuesta un poco más de lo normal salir de la cama y siento una oleada de tristeza mientras bajo las escaleras de casa.

Años atrás, mis padres ya estarían despiertos; él comenzando a preparar la comida a pesar de que quedarían horas para la noche, mientras que mi madre se dedicaba a decorar todo la casa con adornos que ha ido acumulando a lo largo de los años. Ahora no había ningún adorno, supongo que los antiguos dueños se deshicieron de ellos.

Trato de no desmoronarme, sobre todo porque Tristan vendrá a buscarme en un rato y no quiero que me vea triste, pero al mirar la cocina y ver todo vacío mi corazón vuelve a romperse de nuevo.

Odio estas fechas. Odio estas fechas en las que todo es sobre la familia pero olvidan que hay personas que no tienen una y este día tan solo es un recordatorio de ello.

Estoy poniéndome el jersey verde que a Tristan tanto le gusta, cuando lo veo por la ventana del salón; llega un poco antes de lo acordado, lo cual me alivia, y cuando le abro la puerta tengo que controlarme para no lanzarme a sus brazos. No voy a decírselo pero lo cierto es que no me apetecía nada estar sola.

Él lleva el pelo algo despeinado, como si no le hubiera dado tiempo a peinarse antes de salir, luce algo cansado también, pero sonríe al verme.

-Te has vuelto muy madrugador. Antes siempre llegabas tarde.

-No llegaba tan tarde, Olivia, lo que pasa es que tú siempre te preparabas demasiado pronto -responde, entrando en casa.

-Pareces cansado.

-Ayer salí tarde del restaurante -dice, encogiéndose de hombros -. No he dormido mucho.

-Podríamos haber quedado más tarde.

-Nunca estoy cansado para estar contigo -asegura con ese tono pícaro que emplea de vez en cuando, ese que siempre provoca que me sonroje -. Y tengo café y esos bollos que tanto te gustan en el coche así que será mejor que nos demos prisa si no quieres que se enfríen.

Apenas son las nueve de la mañana cuando nos paramos en frente del campo de flores en los que tantas veces él y yo hemos pasado las tardes. Hoy hace más frío de lo normal y cuando salimos del coche, el viento golpea mi rostro con fuerza.

-¿Haces esto todos los años? -le pregunto mientras nos adentramos en el campo.

Él asiente y yo siento un pequeño pinchazo.

-No puedo creer que nunca hiciera nada parecido.

-No te sientas mal ahora, Olivia -responde y se acerca un poco a mi mientras caminamos pero sin llegar a tocarme del todo. - Margaritas entonces, ¿verdad?

-Sí.

Así que comenzamos a recoger las flores. Nos mantenemos en silencio mientras tanto, hasta que al final entre los dos logramos reunir un pequeño ramo con el que nos sentimos satisfechos. De nuevo, volvemos al coche y entonces Tristan saca algo de la parte de atrás.

-No es su época, pero no podrían ser nuestras flores si no hubiera girasoles -dice y entonces me tiende cuatro grandes girasoles totalmente abiertos, tan bonitos que tengo que mirarlos unos segundos de más. -Los compré ayer.

Entre las flores te espero.Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang