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Dos días más atrapada en este pueblo.

En esta casa.

En estos recuerdos.

Y, para colmo, en el trabajo no iban a estar para nada contentos conmigo. Ni si quiera me importaba, estaba deseando encontrar otra cosa e irme, pero necesitaba conservar el empleo. Necesitaba el dinero.

Esta mañana me he levantado mucho más triste. Siento el cuerpo pesado y cansado a pesar de que no he hecho ningún esfuerzo físico, y el día está completamente nublado lo que hace que todo parezca aún más lamentable. El café de la mañana no logra hacerme sentir mejor y los bollos que Anne trajo ayer ya están algo duros pero de todas formas me los como. Tengo una llamada perdida de mi tía pero no se la devuelvo. Lo cierto es que lo único que me apetece es volver a la cama y dormir durante el resto del día, que las horas pasaran rápidamente y que las sufriera lo menos posible.

Es entonces, cuando miro la fecha en el teléfono, cuando me doy cuenta. De repente, todo cobra sentido; toda esa tristeza que siento, ese dolor que se ha aferrado a mi pecho. Hoy sería el cumpleaños de mi madre. Hoy mi padre hubiera preparado el desayuno para las dos y habría puesto música a todo volumen. Pero nada de eso ocurrirá hoy. Hoy tan solo estoy yo en mi cama de siempre, en silencio, y la habitación de ambos lleva años sin ser abierta. Creo que estoy a punto de echarme a llorar, puedo sentir las lágrimas en mis ojos y el escozor que éstas traen, pero algo en la ventana de mi habitación llama mi atención; un pequeño pájaro rojo apoyado en el umbral. Lo veo por el rabillo del ojo y cuando giro la cabeza es como si también me estuviera mirando a mi. Y así nos quedamos durante un instante, mirándonos el uno al otro como si nos conociéramos, como si tuviéramos toda una historia detrás. Después, echa a volar y desaparece de mi vista y yo no puedo evitar ir corriendo hacia la ventana, tratando de no perderlo, deseando que vuelva a mi, pero el animal sigue volando hasta que ya no consigo verlo más. Y ni si quiera sé en qué momento he comenzado a llorar pero lo estoy haciendo, las lágrimas caen por mi rostro mientras sigo pensando en aquel pájaro rojo, el color favorito de mi madre. Nunca he creído en estas cosas, nunca he creído en nada, pero en este instante decido aferrarme a la idea de que aquel pájaro, de alguna forma, estaba relacionado con ella. Y me agarro tanto a ese pensamiento que me echo a reír como si hubiera perdido la cabeza por completo. Sonrió mientras mis mejillas siguen empapándose y sigo triste pero al mismo tiempo feliz porque, aunque es bastante probable que todo esto sea un desvarío de mi mente ya cansada de tanto sufrimiento, lo cierto es que me siento menos sola.

Horas después, el sol sigue sin salir. Incluso parece que va a llover. Supongo que debería quedarme en casa, que tenía la excusa perfecta para no salir, pero la visita de aquel pájaro me ha cambiado. Me ha vuelto una demente.

Cuando salgo por la puerta, sé exactamente donde voy a ir. Y mis pies conocen a la perfección el camino a pesar de que tan solo lo he recorrido dos veces en toda mi vida.

Me quedo parada en frente de la puerta del cementerio durante un buen rato, sabiendo que he cometido un gran error al venir aquí. Sé que no debería entrar, ni si quiera quiero hacerlo, pero lo hago de todas formas. Y entonces, llego a sus tumbas. Una al lado de la otra, con sus dos nombres grabados en éstas y sin poder evitarlo, caigo de rodillas al suelo... y de repente, todo es demasiado. Siento que no puedo soportarlo. Y no es solo dolor lo que siento, sino que a éste también se ha sumado una gran culpabilidad. Era la tercera vez que visitaba este lugar en seis años. Tres veces en seis malditos años.

Los había abandonado.

No había ido a llevarles flores.

Ni a hablar con ellos.

Ni si quiera me había preocuapdo en mantener el lugar cuidado... y sin embargo, lo estaba. Había unas margaritas junto a un par de girasoles decorando sus tumbas. Lucía bonito, como si hubiera sido visitado con frecuencia. Al venir hacía aquí tenía la certeza de que iba a encontrarme con un lugar abandonado, triste y olvidado... pero era todo lo contrario. Alguien lo había cuidado mucho mejor de lo que yo lo había hecho, alguien se había acordado de ellos todos estos años pero, ¿quien había sido? ¿Quien se había tomado la molestia de hacerlo? No teníamos familia en el pueblo y habían tenido amigos, conocidos, pero no creía que esa gente siguiera visitando sus tumbas después de tanto tiempo.

Entre las flores te espero.Where stories live. Discover now