Capítulo 45 - Una vida de elecciones

14.6K 1.5K 906
                                    

Línea para decir hola 🩷

⋅༺༻⋅

45 | Una vida de elecciones

Reece Larsson

Daphne y yo nos quedamos hablando. Más que nada porque no soy capaz de dejarla ir hasta no estar seguro de que sus emociones no nublan sus pensamientos. Está despejada, pero no tranquila, así que me quedo con ella hasta conseguir que lo esté.

Le hablo de tonterías. Le cuento anécdotas por las que regañaría a mis amigos de estar contándolas ellos, pero a ella le sacan una sonrisa. La beso, suave, sin prisa, dándole todo el tiempo que sé que tenemos.

Cuando ella se va media hora después con la promesa de escribirme al llegar a casa, yo entro a la mía. Cruzo la puerta con cansancio emocional pesando sobre mis hombros. Lo que debe de notarse más de lo que esperaba porque mi hermana frunce el ceño en mi dirección nada más cruzo la puerta de la cocina. Ella deja de revolver su café para mirarme.

—¿Vas tarde al trabajo? —pregunto.

—No, no tengo que entrar hasta dentro de una hora. —Lleva la taza a sus labios con su expresión tensa—. ¿Estás bien? Tienes una cara horrible.

—Estoy cansado.

—No, te conozco cansado, eso no es... No quieres que pregunte, ¿no? —Niego y ella se obliga a aceptarlo—. Vale. Vale. ¿Qué tal la cena? ¿Le ha gustado el restaurante?

—No hemos ido. Algunos del equipo han querido salir a cenar y no he sabido cómo decirle a Daphne que teníamos otros planes. Creo que ella tenía la sensación de que iba a quitarme tiempo con ellos si no íbamos y no se hubiera quedado tranquila si íbamos a cenar solos.

—Esa es una tontería.

—No para ella. —Alcanzo el vaso que hay en el fregadero y me remango. Gigi se acerca al notarlo, pero consigo quitarla del camino antes de que pueda ponerse a fregar—. Tienes que ir a trabajar y yo tengo tiempo libre, ni lo intentes.

—Reece... —Pero suspira.

Su mirada es suave cuando me da las gracias por limpiar sus platos de hoy. Se acomoda de nuevo junto a la encimera. Cerca, la bolsa oscura donde lleva la comida está abierta. Ha metido su fiambrera de dos pisos, pero no hay rastro de sus habituales snacks ni de la pieza de fruta que suele llevar.

—¿Por qué piensa que te va a quitar tiempo con ellos? —pregunta.

—¿Qué quieres decir?

—¿Le has dicho algo alguna vez a Daphne que te quita tiempo con tus amigos o algo por el estilo? —pregunta—. No me mires así, solo intento entender si ha podido pasar algo para que piense así. Intento ayudar, Reece.

Termino con su plato y lo dejo a secar junto al vaso que ha usado. Los cubiertos van después mientras trato de hacer memoria, pero no encuentro nada.

—No, pero tengo la sensación de que sé qué puede haberlo provocado. —Su ex. Siempre viene de ahí. Nunca la hizo sentir importante en su vida y la echaba a un lado al ver a sus amigos. ¿Cómo no iba a dejarle dudas o inseguridades?—. Estoy trabajando en eso.

Gigi sonríe con cariño.

—Sé que lo estás haciendo. Eres un buen chico. Aunque la tía Lorelai se esfuerce en decir lo contrario. Esa vieja bruja.

—¿Aún sigues con eso?

No responde, pero casi creo poder ver sus pensamientos moviéndose en la misma dirección una y otra vez. Al menos ya no parece afectarle tanto. Debo darle puntos a Daphne por eso, encontrarlas poniendo los peores apodos a Lorelai después de salir de la ducha fue un cambio agradable tras ese viaje por carretera donde los ojos de mi hermana solo mostraban dolor e impotencia.

Las mentiras que nos atanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora