Capítulo 23 - Acampada familiar (I)

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Línea para decir hola ♥

⋅༺༻⋅

23 | Acampada familiar (Parte 1)

Daphne Barlow

El sábado estoy frente a la casa de Reece antes de que haya amanecido. Las mentiras que les he contado a mis padres aún resuenan en mi cabeza mientras reviso llevar todo lo que necesito en una mochila negra que he tomado prestada de mi hermano. Él va a cubrirme, de nuevo, y yo no puedo hacer más que sentirme agradecida con él por poner la mano en el fuego por mí una vez más pese a cómo terminó la última.

—¿Tienes todo? —pregunta Dereck desde el asiento del conductor. Ha aparcado frente a la casa de los Larsson y su mirada no se aparta del Jeep que han dejado abierto junto al garaje—. ¿Cargadores? ¿Cargador portátil? ¿AirTag?

—Sí, sí y sí. —Cierro la mochila una vez más—. Aunque dudo que lo del AirTag vaya a funcionar. ¿Qué? Estaremos en medio del bosque. —La mirada que me da mi hermano lo dice todo—. Lo llevaré en todo momento igualmente, te lo prometo.

—Más te vale, mocosa.

—Sabes que te quiero, ¿no?

—Solo lo dices porque te estoy ayudando a escaparte con un chico. —Dereck golpea mi frente antes de abrir la puerta del coche—. Vamos, quiero conocerles antes de irme.

Alcanzo su brazo.

—Recuerda lo que me prometiste.

Dereck suspira, pero termina volviendo a meterse en el coche. Me prometió esperar aquí. Entiendo que quiera conocerles, al fin y al cabo, es lo mínimo cuando va a cubrirme con nuestros padres diciendo que va a llevarme de excursión porque le pareció divertido.

Cuando acepté sus condiciones, él me prometió no dejarme en evidencia, no intimidarles, nada de preguntas incómodas, y poner su mejor cara. Pero es Dereck, y no me fio de presentarle a Reece todavía.

—Vuelvo en un minuto, no salgas del coche.

—Siempre arruinando la diversión.

Echa la cabeza hacia atrás, sube la música, y cierra los ojos mientras espera. Me aseguro de que está relajado antes de salir del coche con solo una bolsa en mi mano. Con eso, voy a casa de los Larsson.

Veo a Gigi acercarse a su coche de camino hacia allí. Detrás de ella, Reece lleva un par de bolsas que mete directamente en el maletero. A más me acerco, más me doy cuenta de que no parecen estar teniendo la mejor de las mañanas. Sobre todo cuando veo a Gigi lanzar la última mochila que quedaba a sus pies hacia Reece con brusquedad.

—¿Llego en mal momento? —pregunto.

Gigi me ve primero.

—Daphne. No, claro que no. Ignora a Reece, tiene un humor horrible por las mañanas.

—¿Quieres parar con eso? —devuelve él.

—¿He mentido?

Él no puede responder a eso y yo dejo la bolsa que traigo en el suelo esperando darles una pequeña (pero necesaria) distracción.

—Sé que me dijiste que no hacía falta que trajera nada, pero ayer entré un poco en pánico y puede que comprara algunas cosas —digo hacia Reece—. La mayoría son snacks, no sabía qué traer así que improvisé.

—Cielos, ¿pero cuánto hay ahí? —pregunta Gigi.

—Un poco de todo.

—Mucho de todo —corrige Reece.

Las mentiras que nos atanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora