Capítulo 7 - Mentiras y secretos [P1]

27.6K 2.3K 439
                                    

⋅༺༻⋅

7 | Mentiras y secretos [Parte 1]

(La parte 2 vendrá más adelante, no en el 8 )

Daphne Barlow

—Os lo hemos contado tres veces, ¿qué más queda por decir?

Reece no tiene paciencia, y eso se nota en cada uno de sus pasos mientras nos toman declaración en comisaría (de nuevo) antes de siquiera poder ver a nuestros padres.

Paso las manos sobre mis piernas para intentar que dejen de temblar mientras la chaqueta de equipo de Reece sigue cubriéndome pese a no estar segura de cuándo me la ha dejado.

Ni siquiera sé dónde ha quedado mi propio abrigo o cuándo ha terminado mi bolso sobre la mesa más alejada de esta habitación.

—Lo que creéis haber visto...

—¿Creer? —interrumpe Reece—. ¿Es que eres idiota?

No puedo apartar la mirada de la escena, como si fuera un accidente en carretera hacia el que no puedes parar de mirar. En este caso se trata de Reece, un chico al que he conocido hoy, y un agente de policía al que no sé cuánta paciencia le queda.

Cierro mejor la sudadera sobre mi cuerpo.

—Os lo hemos contado tres veces. Por separado. No es nuestra culpa que seáis tan ineptos que no seáis capaces de hacer vuestro trabajo.

La puerta del despacho se abre y le interrumpe. En vez de responder, el agente nos pide que esperemos aquí y sale de la pequeña habitación.

Cierra detrás de él.

En cuanto se va, Reece vuelve a andar por la habitación murmurando lo surrealista que le parece esta situación. Ya no por lo que ha pasado, sino por cómo están reaccionando los agentes de policía. Claro que, decirles que has presenciado el asesinato de alguien cuando ni hay pruebas, rastro o cuerpo, puede ser una pastilla difícil de digerir.

—Eh —llama. Su notorio enfado no está ahí cuando se dirige a mí—. ¿Estás bien?

—Creen que mentimos.

—Me he dado cuenta.

—Lo hemos visto los dos, ha sido real, ¿cómo puede no quedar nada? —Aprieto una mano contra mi pecho. Mi corazón late acelerado y quiero vomitar, eso no puede ser por algo que he imaginado—. No podemos haber imaginado algo así. Ni siquiera he bebido tanto como para no pensar con claridad.

—Ni tú ni yo.

Mete las manos en los bolsillos, todavía moviéndose por la sala con inquietud. Su mirada revisa cada rincón, cada cuadro, cada objeto en el escritorio. No es capaz de quedarse quieto. Al contrario que él, yo no me he movido desde que me he sentado en esta silla.

—No saben ni hacer bien su trabajo. ¿Has visto cómo nos han mirado cuando han preguntado si hemos tomado alguna clase de droga? —Pasa una mano por su corto pelo rubio oscuro con frustración—. Si parece que acabamos de salir de la iglesia un domingo, ¿es que no tienen ojos?

—¿Cómo puede alguien llevarse un cuerpo tan rápido?

—¿Qué?

—¿Qué fueron? ¿Cinco segundos? —pregunto siguiendo mi propio hilo de pensamientos—. ¿Cómo puede alguien matar a otra persona y llevarse el cuerpo sin dejar rastro en tan poco tiempo?

—Yo qué sé, no es mi especialidad.

Reece se queda de pie cerca de la puerta, a un par de pasos mientras mira hacia la puerta cerrada con postura tensa. Levanto la mano hasta mi nuca en un intento de aliviar la tensión sobre mis hombros.

Las mentiras que nos atanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora