Capítulo 9 - Rumores y dramas de instituto

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9 | Rumores y dramas de instituto

Daphne Barlow

Cuando llego el lunes al instituto sé que algo está mal. No hace falta que nadie hable conmigo para darme cuenta. Las miradas lo dicen todo. Esa atención puntual cuando paso por el pasillo, las miradas esquivas, conversaciones bajas, y comentarios sin disimulo de personas de mi mismo curso cuando pasan cerca.

Para cuando llego a mi taquilla, esa sensación es punzante y se hace con tanto espacio en mis pensamientos que me tiene minutos colocando todo dentro de la taquilla porque no consigo centrar ni qué asignatura tengo a primera hora.

—Madre mía, ¡Daphne! Estaba preocupadísima. —Mackeyla me aparta de la taquilla, sus ojos verdes cargados de preocupación—. ¿Por qué no contestabas a mis mensajes?

—Mis padres me han quitado el móvil.

—Oh, lo siento.

—Con suerte me lo devolverán a final de semana. —Antes si mi hermano sigue insistiendo de forma tan incesante como lo ha hecho hasta ahora—. ¿Sabes qué pasa con la gente? ¿Por qué me miran tanto?

—¿Quieres decir que no lo sabes?

—¿Saber qué?

—Saca tus cosas para Álgebra, te lo cuento por el camino.

Ella agarra mi brazo en cuanto tengo los libros conmigo y me hace apresurarme por el pasillo. No es la primera vez en la que he sido víctima de rumores, es algo habitual, sobre todo desde que empecé a "salir" con James. Algo de lo que no te avisan es que, tener la atención del chico popular, tiene sus pegas. Aquí la más notoria fue la forma en la que desconocidos empezaron a manchar mi nombre a cada pequeña oportunidad.

Como esas veces, devuelvo cada una de las miradas. Quiero que sepan que lo sé, que les veo. Incluso si la pequeña victoria que siento cuando otros apartan la mirada es una tontería.

—¿Qué dicen de mí esta vez? —pregunto.

—Es por lo del viernes.

Bajo la mirada hacia mis libros.

La policía. Reece y yo llamamos a la policía. Incluso si él avisó a sus amigos para que se fueran y no dimos ningún nombre, llamamos a la policía. Cortamos la fiesta de una forma más que brusca y sé que eso no nos ha dejado una buena imagen.

La otra opción es que alguien haya conseguido arañar la información sobre lo que contamos en comisaría. No quiero ni pensar lo que se estará diciendo de mí de ser ese el caso.

—¿Puedes concretar? —pido.

—Dicen que te fuiste con el equipo rival y que les diste la idea de entrar aquí. También que les ayudaste a vandalizar los vestuarios.

Siento alivio, solo un instante.

Luego el rumor me golpea con toda su fuerza.

—Nadie entró en los vestuarios.

—No los he visto, pero han mandado algunas fotos por un grupo en el que estoy y están hechos un desastre. Alguien pintó las taquillas, tiró papel por todas partes y dejaron uno de los grifos abiertos. El suelo estaba inundado para cuando se dieron cuenta, también el pasillo.

—¿Puedo ver las fotos? —pido.

Mackeyla deja de andar para sacar el móvil y no puedo creer lo que veo. El vestuario está hecho un desastre. El suelo inundado, el papel roto y empapado flotando por el suelo, incluso los bancos están movidos y varias taquillas abiertas. Paso entre las fotos sin entender cómo alguien podría haber hecho eso en el poco tiempo que pasó desde que yo salí de allí y vino la policía.

Las mentiras que nos atanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora