Capítulo 33 - Partidos y juego de ingenio

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33 | Partidos y juego de ingenio

Reece Larsson

Aún no ha terminado el primer tiempo y, todo en lo que puedo pensar, es en las ganas que tengo de que termine el partido. Apenas sacamos ventaja y hacía tiempo que no jugábamos así. No contra un equipo que no entendemos cómo juega, pero estudian demasiado lejos y no hemos tenido oportunidad de observarles como deberíamos.

Defienden de forma tan agresiva que el cansancio ha empezado a mezclarse con dolor en muchos de mis compañeros. Cuando nuestros rivales marcan, es de forma precipitada, como si fuera una jugada impulsiva. Nos están intentando cansar haciendo el mayor daño posible por el camino y me preocupa que lo estén consiguiendo.

Paso la mano por mi nuca mientras espero a que vuelvan a poner el balón en juego y aprovecho la pequeña pausa para mirar hacia Isaac. Él está distraído revisando la suciedad en sus manos sin prestar demasiada atención a lo demás.

—Isaac —llamo—. Si llegan aquí, mantén el balón lejos. Ignora lo demás. No te adelantes si no es necesario. Solo defiende y mándalo detrás de la línea de medio campo cada vez que llegue aquí.

—Sí, Capi.

Pero no termino de confiar en que va a hacerlo.

Nuestro segundo centro, Howard, rompe a reír al oírlo.

—Por cosas como esta tienes que dejar de saltarte las partes de precisión de los entrenamientos —dice aún riéndose—. Vas a patear el balón y va a terminar en las manos de su zaguero con la puntería que tienes.

—Mientras lo aleje de aquí, dará igual en las manos de quién termine —señalo.

Ahora esa es nuestra prioridad. Defender, no atacar. Mantener hasta que podamos descansar porque sé cuánto se necesita con solo una mirada a nuestro alrededor. La tensión que siento crece y mi mirada vuelve a la forma en la que Howard se está sosteniendo el codo.

—¿Todo bien ahí? —pregunto.

—Sí, me lo habré dislocado.

—Howard...

—Balón —interrumpe.

Es el primero en ponerse en movimiento y su manía de ignorar el dolor nunca dejará de sorprenderme. Le he visto jugar con tres dedos de la mano rotos porque es tan obcecado que prefiere ignorar el dolor hasta terminar el partido. "¿Cómo dejar tirada la defensa? Estaríais perdidos sin mí", suele decir cada vez que alguien insiste.

—Sigo pensando que no siente el dolor —comenta Isaac.

—Lo hace, pero solo cuando termina el juego.

El balón cae en manos de nuestros rivales y, la mezcla de colores, de nuestro intenso azul con el más claro de ellos, me dificulta seguirlo. Tomo algo de distancia y entonces veo el balón volar en nuestra dirección. El movimiento de los jugadores para adaptarse a ello es inmediato. Constante pero controlado. Limitado, en gran parte, por el agotamiento.

El balón cae literalmente en las manos de nuestro ala izquierda; Kenneth. Isaac, que rara vez mantiene su posición como zaguero, se apresura detrás de él en cuanto le ve correr. Kenneth puede ser fácilmente el más rápido y ágil de nosotros, pero pierde en fuerza. No puede abrirse camino, así que suele depender del espacio que los demás le abrimos. Por eso es una sorpresa que se meta de lleno en las líneas de defensa. Esquiva al primer rival con su habitual agilidad, pero termina en el suelo de forma brusca al ver al segundo.

Las mentiras que nos atanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora