• Capitulo 15 •

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POV. CRISTIAN

— Dylan apurate o vamos a llegar con media hora de retraso y el viejo forro de historia nos va a castigar— le grito en la puerta de casa a Dylan, que fue a buscar algo al cuarto y ya lleva tardando tres minutos, y a mí no me gusta esperar.

Escuchó pisadas en la escalera. Está bajando.

Por fin.

— ¿Y vos desde cuando tan puntual? Si en la otra escuela te perdías clases por llegar tarde.

— Quiero enfocarme.

Mjmm como digas.

—Si en el calzón de las chicas.— Dijo tosiendo.

— Enserio.— Puntualicé.

Subimos al auto rojo de Vanessa que estaba esperándonos en la entrada de casa. Nos dirigimos al centro del pueblo en busca de café para llevar, ya que como mamá no estaba, nos despertamos tarde y no desayunamos. Ahora estamos acá, esperando pacientemente a que la cola de autos avance.

Un chico con un delantal rojo se asomó por la cabina para tomar nuestro pedido y al poner los ojos sobre Vanessa, éste se empezó a peinar. Es alto, pelo castaño, ojos marrones y lleva un pendiente en forma de U en el labio de abajo.

— Buenos días, ¿Que van a llevar?

Que educado.

— Hola, tres cafés— hablé desde el asiento del copiloto—. Para llevar.

El chico saco una libreta negra de su bolsillo, para empezar a anotar a toda velocidad, mientras se mordía el labio.

— Yo quiero un Frappucino— pidió Vanessa.

— Yo un Caramel Macchiato.

— Y un Macchiato de Vainilla— agregó Dylan.

5 minutos después...

El mismo chico castaño que tomó nuestros pedidos se asomó a la ventanilla y nos acercó los cafés que habíamos pedido. En ese momento, noté cómo su mirada era se desviaba sin siquiera disimular  hacia la rubia a mi lado y le guiña el ojo, pude ver cómo el rubor le teñía la cara de rojo intenso.
Dylan extendió su brazo sobre nosotros para agarrar los vasos, ya que, Melisa estaba ocupada adelantándose debido a los autos que había detrás. En medio de todo esto, escuchamos la fuerte risa de Dylan; Nos quedamos mirando desconcertados, sin entender por qué se reía. Cuando estacionamos el auto, nos dimos vuelta para ver de qué se trataba su risa. Solo estaba sentado con los tres cafés en su regazo, viendo uno en particular atentamente.

— ¡¡No puedo creerlo!!— Su risa no cesa, a cada segundo se hace más fuerte.

Al tenerlo entre las manos y darlo vuelta, estalló mi risa en todo el auto. En cuestión de segundos, ya me encontraba burlándome con Dylan y dándole suaves empujoncitos en el hombro a la chica a mi lado.
Vanessa me lo sacó de la mano y, al leer la tinta negra que parecía ser una fibra, la sangre volvió a subirle a la cara.

— No pierde el tiempo — gritó Dylan desde el asiento de atrás.

En el cuerpo del envase plástico de Vanessa estaba escrito con fibron indeleble negro el número del celular de el chico de hace rato.

— ¡No le voy a escribir!— Murmuró con el orgullo bien alto.

En un movimiento rápido saqué mi teléfono y le robé el vaso memorizando el número.

— Listo— dí vuelta mi celular para que pueda ver.

— ¡¡¡No, Cristian, que vergüenza!!!— gritó viendo que le escribí al desconocido de los cafés.

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