Электрический шторм

757 79 2
                                    

De nuevo una noche de tormenta. Esas que me hacen recordar aquella fatídica noche. Aquella noche en la que mi madre vomitaba sangre mientras yacía en el suelo. ¿Por qué las personas buenas siempre terminan sufriendo? ¿Por qué mi madre tuvo que morir? Ante las innumerables dudas, solo hubo una respuesta lógica. Esa repuesta a la que mi pequeña existencia de seis años se aferró al ver el cuerpo en aquel ataúd. Para mi todo fue culpa de la tormenta que surcaba los cielos aquella noche y desde ese día, cada tormenta que pasa me recuerda el odio que le tengo a mi padre.

–¡Aaah!

Exclamó ante el fuerte estruendo del trueno. Con esto no hizo más que recordarme que no estoy solo. Que ahora tengo a alguien que siempre va a estar conmigo y me acompañará en este largo camino. Aunque solo se aferrara a mi pecho huyendo del fuerte sonido.

–¿Les tienes miedo a los rayos?

Pregunté sonriendo con burla. En respuesta el joven omega me observó con enojo y se separó rápidamente. A pesar de darme la espalda pude notar un tierno puchero en su rostro. Con suavidad me acerqué y besé su marca con dulzura.

–Lo siento, no quise burlarme de ti.

Me excusé cambiando la dulzura por el deseo. Mi cuerpo necesitaba algo de placer. Pues desde aquella noche en la que, al contrario de esta, la luna brillaba reflejando la pasión, no hemos vuelto a tener algo de contacto. Con suavidad acaricié su cuerpo mientras mis feromonas sé esparciendo con rapidez. Aunque los pasos apresurados de Caesar me detuvieron. Si corría hacia la habitación tan tarde en la noche significaba que algo había pasado. Con frustración me levanté y salí de la habitación. Justo en la puerta, mi mano derecha, se preparaba para tocarla.

–Señor, George Petrov está aquí.

Informó agitado.

–¿A esta hora?

Pregunté.

–Sí.

Respondió con rapidez.

–Trae a los tigres y despierta a Aaliyah, que se quede con Étienne.

Ante la orden el beta salió corriendo a gran velocidad. En cambio, entre a la habitación me puse un traje elegante, a los cuales ya me había acostumbrado. Le expliqué a mi amado omega la situación. Con mi hermana allí, cualquier plan que los Petrov tuvieran iba a fallar. Pues esa hermosa alfa de apariencia tranquila fue entrenada por mi padre como una máquina de batalla. En cuanto ambas órdenes fueron cumplidas, baje con rapidez las escaleras.

— Mi querido Aleksander, pensé que ya habrías mandado al beta a matarme.

Bromeo con una sonrisa. Lo miré con seriedad y me senté al frente de su miserable cuerpo.

–¿A qué viniste?

Pregunté. No pensaba andar con rodeos. A esta hora de la noche debería estar embistiendo el pequeño trasero de mi omega. Inmediatamente, su sonrisa cambió a una tétrica.

–Necesito omegas. Muchos omegas del club han muerto.

Explicó.

–Si no los usaras como si fueran máquinas quizás vivirían más tiempo.

Respondí con firmeza. Sin importar que sea, todo tiene una fecha de espiración. Solo que algunas son más fáciles de saber que otras.

–Vamos Aleksander, no seas tan rudo. Eres el mejor consiguiendo omegas.

Hablo. A pesar de hablar con tranquilidad sabía que me estaba amenazando. En pocas palabras, si no le traía omegas lindos, casaría al mío sin importar su embarazo. De hecho, eso le serviría más, pues según estudios de renombrados científicos, los alfas preferían a los omegas embarazados. Esto porque durante el embarazo los omegas son más débiles y, por lo tanto, son más sensibles.

–¿Crees que te tengo miedo?

Pregunté mirándolo con odio. Ante esto me miró con sorpresa. Obviamente, esperaba que accediera por mi omega. Aunque para mí solo eran trucos baratos de chantaje.

–George, para la próxima trae una amenaza que este a mi nivel.

Dije mirándolo con superioridad. Con seguridad me levante y, levantando el brazo, señale la salida. Con enojo se  siguió mis pasos y camino enojado. Sus guardias lo siguieron y en cuanto la puerta se cerró, la paz volvió a esa enorme mansión. Bueno, eso si no cuentas los estruendos de la tormenta eléctrica.

Peligro RusoWhere stories live. Discover now