Capítulo 42.

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Narrador omnisciente.

"¡Estamos por llegar a Wano!" Llamó Law la atención de todos en el submarino, quienes estaban reunidos en la sala más grande. "El cómo ingresaremos es un problema ya solucionado, lo importante ahora es no ser atrapados."

Una vez dentro del país, ocultos en ruinas de lo que antes parecía ser un hogar, Kinnemon comenzó a explicar la situación en Wano. "Escuchen con atención, esta es información que todos en Wano conocen. El shogun se llama Kurozumi Orochi, él y todos los que sirven bajo su mando respaldan a Kaido."

Todos asintieron y dejaron que el samurái continuara con su explicación. "Los oficiales de gobierno son opresivos, sí, pero si alguien les pone un dedo encima Kaido estará enterado. Así que, hasta que tengamos la suficiente gente de nuestro lado y las preparaciones para la batalla estén listas, no podemos permitirnos llamar la atención."

"Es difícil ver caras nuevas en Wano, pero nos haremos pasar por habitantes de la isla y estaremos dispersos. El contacto el uno con los otros debe ser nulo o mínimo." Agregó Law.

Aún escondidos discretamente en un lugar lejano a la civilización, todos planeaban sus roles y se preparaban para ellos.

Franky decidió infiltrarse con los carpinteros, Usopp se haría pasar por un vendedor (adecuado para la labia que poseía), Robin como geisha, Zoro como un samurái errante y Umiko, bueno, ella aún estaba pensando.

"¿Debería simplemente ser una geisha como Robin? Aunque no creo que me den trabajo con mi apariencia."

"Decide rápido, todos estamos por irnos" Apuró Law.

Uno por uno, tras alistarse, se retiraban e ingresaban a la ciudad para no levantar sospechas. Detrás solo quedaban el shichibukai, Zoro, Robin y Umiko.

"¡Bien, ya voy! Iré con Robin, de todas formas llamaré la atención a donde vaya."

Law asintió y tras entregarle su kimono se retiró. Robin, ya lista, sonrió y habló. "Estaré afuera, sal cuando estés lista."

Ahora dentro del lugar solo quedaban el espadachín y la pelirroja, quien sin una pizca de pudor comenzó a desvestirse para cambiarse a su nuevo atuendo. "Será mejor que me ayudes, Zoro, hace años no me pongo uno de estos."

Él no sabía porqué de repente se sentía avergonzado ante la desnudez de su contraria. Tal vez lo tomó por sorpresa la confianza que le tenía incluso fuera de actividades lujuriosas. Algo sonrojado de sus mejillas y con el ceño fruncido, asintió y se acercó a ella, acomodando con cuidado cada capa de su ropa.

"Te queda bien" Halagó él, terminando con su trabajo de vestirla.

"Gracias." Contestó Umiko con una sonrisa. "Sé que el contacto debe ser mínimo, pero no me iría mal que mi primer cliente sea un marimo peliverde."

"No puedo dejar que alguien más lo sea." Al contrario de ella, él lo decía con toda seriedad, pero devolviendo una pequeña sonrisa al final de sus palabras. "Te veo luego."

"Nos vemos, Zoro." Umiko se acercó a su contrario y lo besó, no dulcemente como suele ser en las despedidas, no, sino con un beso hambriento que prometía más. "Había estado queriendo hacer eso, pero no en un barco ajeno con ojos en todos lados."

Sin más palabras ella se despidió con la palma de su mano y acompañó a Robin hasta el nuevo destino de ambas.

Zoro la observó alejarse con una sensación de vacío en su boca. Mientras la perdía de vista cuando cruzó la puerta no pudo evitar esbozar una sonrisa.

El espadachín ajusto las espadas en su cintura y poco después dejó el lugar para dirigirse a su primer destino: un izakaya. Claro que debía mantener un perfil bajo, ¿y qué mejor que un bar lleno de gente ebria y fuera de sus cinco sentidos?

Al llegar no solo disfruto del alcohol tradicional de Wano, si no que también aprovechó para escuchar sobre la situación del país y la opinión pública. Opiniones que solían ser más honestas bajo efectos del alcohol.

Mientras anotaba mentalmente todo punto relevante, su cabeza de vez en cuando se desviaba a pensamientos personales, como la conversación con Robin en el Polar Tang y gracias a su consejo, a cada una de las interacciones que ha tenido con la pelirroja.

Tras decidir que había sido suficiente tiempo en el bar, salió y caminó (o intentó) hasta el ochaya donde dijo Umiko que estarían.

En el transcurso del camino Zoro comenzó a divagar, pensando en lo que era de su relación con Umiko cuando ella recién se unió. Ahora que lo pensaba, su primera impresión de ella no fue muy buena, a su parecer se veía como una mocosa con el ego por los cielos.

Tanto su interacción con ella con Crocus y cuando la vió en Water 7, ambas veces ella usó su habilidad para ponerlo al borde de la silla, alerta. Dando a conocer sus habilidades por lo que él pensaba en el momento eran ganas de presumir, aunque ahora que lo pensaba, lo más probable es que los estaba poniendo aprueba. La primera vez para ver a los rookies de Grand Line y la segunda a sus nuevos nakamas.

La tercera vez que la vio fue en Thriller Bark. En lo personal, Zoro creía que esa vez fue que la pudo ver por quien realmente era; una pirata buena, alegre, fuerte y decidida. Sin embargo, cuando recordaba esa isla, no podía evitar pensar en sus palabras cuando le espetó de manera cortante que sus habilidades solo serían un problema estando ellos alrededor.

Lo que lo llevaba a recordar esa noche en el barco cuando partían de la isla, con una mirada tan triste y con baja autoestima, le dijo a Robin que él probablemente tenía razón, que sería un problema si seguía en la tripulación.

En ese momento se arrepintió brevemente de sus palabras, pero si no lo escuchaba de sus nakamas no lo escucharía de nadie más. A su parecer, su honestidad al final le sirvió a Umiko para pulir su habilidad.

Siguiendo el orden cronológico de sus recuerdos, prosiguió a recordar un gran evento entre ellos, el suceso en el Archipiélago. Para todos fue su separación lo que recordaban, pero entre ellos fueron esos breves segundos donde se intentaban proteger mutuamente lo que inundaba sus recuerdos.

Zoro nunca sacaría de su mente cuando esos pequeños, aunque musculosos, brazos lo empujaron fuera del camino de Kuma y ella se volvía víctima del rayo que el shichibukai lanzó. Dañando permanentemente sus brazos con esas cicatrices que acariciaba cada vez que estaban solos por la noche.

Tampoco olvidaría nunca el desesperado susurro de su nombre cuando ella se dio cuenta que él sería mandado a volar por el pacifista.

Esa fue la primera vez que escucho sus nombre sonar tan calidamente en la boca de alguien, y fue solo para sus oídos antes de desaparecer de Sabody.

TERROR || Roronoa ZoroWhere stories live. Discover now