Y es que sí, ahora el joven Jungkook había cumplido hace pocos días los diecisiete años.

¿En qué momento el tiempo transcurrió tan rápido? Quién sabe, pero por él mejor. Ya era su último año y anhelaba que fuera el mejor. Quedaba uno, el último y serían libres. Iría a la Universidad con Jimin y seguramente vivirían juntos, su amistad se había hecho tan potente que se trataban como genuinos hermanos. El señor Jeon y la señora Park también se habían vuelto grandes amigos, salían mucho a cenar y se trataban increíblemente bien; a veces los menores y los padres salían de vacaciones o iban a parques de atracciones. Se habían convertido en una familia, de alguna forma.

Para Jungkook, la madre de Jimin era como su madre. Para Jimin, el papá de Jungkook era como su padre, y ellos eran sus adorables hijos. Jimin y Jungkook eran los hermanos, donde el menor se había encargado cuidar a Jimin del mundo; Jimin era un alma enérgica y preciosa, no permitiría que lo quebraran... no otra vez.

Avanzó hasta alcanzar el restaurante, donde divisó al rubio con un libro frente a él y una sudadera de dinosaurio. La capucha tenía la forma de la cabeza, con todo y pequeños piquitos de plástico incluidos. ¿Adorable? Mucho. Era divertido ver a un chico de casi dieciocho años con ese tipo de vestimenta.

El susodicho alzó la mirada. Se acercó corriendo a Jungkook y brincó sobre él para envolverlo en un fuerte y cálido abrazo. El castaño le sonrió y palmeó su espalda. Cuando se separaron, Jungkook lo agarró del brazo para que comenzaran a caminar a la casa, como si fuera un niño pequeño y él su hermano mayor.

— ¿Cómo te fue? — Preguntó el castaño.

— Muy bien —respondió el rubio con una sonrisa entusiasmada—. Hoy fui al gimnasio y realicé una rutina pesada.

— Iniciaste hace una semana, Jimin.

— Lo sé, no sé si podré aguantar. ¿Tú qué tal?

— Umh, aburrido —mintió Jungkook—. Tuve mi tutoría de historia y salí a pasear.

— Interesante —Jimin sonrió y se pegó más a él—. ¿Mañana tenemos tarea?

— No.

— Bien, realmente es enfermizo dejar tarea cuando entramos hace menos de un mes.

— Estoy de acuerdo.

Jimin asintió y observó al frente, manteniendo el silencio hasta que llegaron al departamento del mayor. Ambos se despidieron y quedaron de verse al día siguiente frente al árbol del patio, su lugar de toda la vida.

Jimin asintió y subió hasta su departamento. Su madre ya se hallaba en casa con una taza de café y frente a la computadora.

— Hola cielo, ¿cómo te fue? — Preguntó ella.

— Bien, gracias — Jimin le regaló un beso en su cabeza—. ¿El trabajo qué tal?

— Pesado, pero estamos avanzando —La señora Park sonrió cansada—. ¿Te vas a acostar ya?

— Sí, tengo sueño.

Su madre asintió y le deseó las buenas noches. Jimin agradeció y se dirigió a su habitación, dejó su sudadera en una silla que tenía y se quitó la camiseta. Se observó de soslayo al espejo, admirando su torso esbelto de suave músculo y su cabello despeinado. Lucía bien. Asintió y cogió su pijama, despojándose del resto de la ropa. Sin embargo, se detuvo viéndose otra vez al espejo. Elevó una ceja divertido.

Era cierto, su apariencia de niño se había esfumado, ahora tenía toda la pinta de un joven muchacho con sus rasgos bien pulidos, su cuerpo en forma, leve vello corporal, pero no tenía demasiado, más bien resultaba sexy. Vaya hasta de su hombría era algo de lo que se sentía orgulloso, aunque jamás la había usado. Bueno, muy pocas veces y esas podrían decirse solamente cuando se masturbaba. ¡Bah! Era hombre y hormonal, lo típico de adolescente.

INNOCENT ; YOONMIN : + 21 ( CORREGIDA )Where stories live. Discover now