Una era de cabello negro y largo, semblante serio, acompañada de un largo color hueso a la medida y un sombrero a plumas doradas. Sus facciones se veían relajadas, pero sus ojos eran los que realmente lo que provocaban escalofríos; como si quisiera ver a través de tu alma. Junto a ella se encontraba un hombre castaño, de facciones más suaves, pero sin sonreír mucho, con una pipa humeante en la boca y unos lentes ovalados; como si fuera algún tipo de periodista de un siglo pasado. El rubio los reconoció con rapidez: esos eran los padres de Min Yoongi.

Dirigió la vista al la segunda fémina y escrutó ahora a la madre de Taehyung: de cabello rojizo y ondulado hasta su media espalda, ojos fríos y huesudas manos. Ella lucía molesta, con su quijada apretada y sus cejas juntas, la barbilla en alto. Liberó un pequeño suspiro y dirigió la mirada a los dos niños sentados en el elegante sofá rojo bordado con terciopelo dorado.

Taehyung estaba del lado derecho, con su cabello castaño bien peinado y más sonriente que el resto, manos posicionadas en el sofá y con buena postura. Pero Yoongi, él se mantenía inexpresivo como siempre; con una mirada penetrante y cruel, su cabello bien peinado y ni un músculo en movimiento. Observaba fijo al frente con un mirar muerto, no había brillo en su mirada, como una estatua de marfil lúgubre de belleza aterradora.

Jimin se alejó de aquel cuadro que no dejaba de provocarle malestares. No comprendía cómo una simple pintura podía ocasionarle tantos sentimientos. Era un retrato familiar, debería ser feliz, deberían sonreír o cogerse de las mano, con ojos brillantes y cálidas sonrisas. Pero no, lucía gris y misterioso, de esos cuadros que esperas hallar en una casa de terror abandonada; cuadro perteneciente a la antigua familia muerta que les causará estragos a los protagonistas. Algo así. Jimin apostaba que seguramente todos lo pensaban... si es que alguien más había venido antes que él y se hubiera fijado en aquello.

Retrocedió un par de pasos, pero ahogó un grito y sintió todos sus músculos contraerse cuando unas manos se colaron a sus costados, sin dejarlo escapar. Su corazón latió más rápido al sentir un tibio aliento acercarse a su nuca.

— Debieron enseñarte en tu casa a no ser entrometido —Le susurró una gélida voz.

— Perdóname, Yoongi —Se excusó Jimin tensando sus labios—. Solo estaba observando.

Yoongi liberó una risa llena de sorna y con cuidado se apartó del rubio. Afirmó su agarre en el mentón del menor para que lo viera a los ojos. Esbozó una sonrisa y con cuidado comenzó a guiarlo hacia las escaleras.

— ¿Sabes qué le hacían a los niños que veían cosas que no debían? —preguntó Yoongi mientras subía escalón por escalón, sin soltarlo.

Jimin negó con lentitud dejándose llevar.

— Les arrancaban los ojos.

El rubio comenzó a removerse y sus ojos se expandieron con cierto escándalo. Yoongi reforzó su agarre y lo pegó a sí una vez que llegaron al piso de arriba. Sobó aquella mejilla con delicadeza, sujetándolo con firmeza para que no huyera.

— Shhh, tranquilo —Yoongi le sonrió— . Yo jamás arrancaré tus ojitos, disfruto mucho el verte llorar.

A Jimin le asustó el tono dulce y a la vez tan sádico del azabache. Jamás había sido bueno, o había tenido ese ambivalente  filtro entre lindo y cruel.

— Solo prométeme que no volverás a ver nada que no debas ver.

— Lo prometo, Yoongi.

El azabache esbozó una sonrisa.

— Buen chico.

Lo soltó y retrocedió sin vacile, dejándolo solo en aquel inmenso pasillo después de desaparecer tras una puerta blanca que cerró con pestillo. Jimin pegó un brinco al sentir una mano sobre su hombro, se dio la vuelta topándose con Taehyung.

INNOCENT ; YOONMIN : + 21 ( CORREGIDA )Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt