♡ : XLIII - UNA DECISIÓN

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Irónicamente se sentía que el tiempo con Hyunjin hubiera sido un sueño lleno de emociones y nada más, para cuando despierto la realidad se vuelve tan cruda que desearías estar durmiendo para siempre.

Ahora esas noches están lejos, no hay escapadas por las madrugadas, no hay besos que robaban mis suspiros, no hay risas y no estaba él quien los provocaba.

De cierta forma, me siento bastante tonto al haber estado corriendo en círculos para luego volver al punto de partida. Si hubiera sabido que volvería al inicio, no me hubiera arriesgado tanto para luego terminar aquí, sintiéndome tan abatido por dentro.

Me sentía como si me hubieran drenado mis órganos, mi sangre y hubieran puesto piedras en su lugar, y tal vez exagero; pero me costaba tanto levantarme estar de pie tratando de seguir el día a día.

Otras veces me asustaba cuando me encontraba sentado en la mesa queriendo abrir mi boca y encarar al hombre que se sienta en el borde de la mesa. Aquel que comía sin culpa y yo cargaba por sus pecados mientras me daba un discurso como todos los días de ser una buena persona.

Cobardemente me mordía la lengua. Por miedo, por represalias y porque en sí, no me sentía con una fuerza para digerir todo lo ocurrido.

Dejando mis vacilaciones para sonreír en la feria de la parroquia ante la mirada de advertencia de mis padres por mi expresión de fastidio. Pongo mi espada recta, sacudo mi camisa celeste para quitarle las arrugas y sonrío. Contestando como una máquina contestadora todas las preguntas que parecían haber sido ensayadas con anterioridad, mi poca paciencia se veía a punto de colapsar por las mismas preguntas, las mismas falsedades y los mismos halagos.

Distraído, vuelvo a ver la pancarta de la feria. Esta se hacía dos veces al año y este día definitivamente era uno de esos días que no me acompañaba con el ánimo. El sol brillaba tan fuerte que me dolía la vista, la felicidad de todos me causaba envidia y desagrado. El olor de comida me revolvía el estómago y, sobre todo. La hipocresía de todos me hacía querer desaparecer.

Aprovechando que mis padres hacían sus conversaciones típicas con los otros parroquianos. Camino por el césped algo mal cuidado por todas las pisadas de las personas, incluyéndome en el proceso que cruzo por él, me dirijo hacia una banca donde me dejo caer de forma pesada, agradeciendo que nadie me estuviera viendo en estos momentos.

Mi cabeza dolía e inclinándome adelante, apoyo mis codos en cada una de mis rodillas y comienzo a masajear mi sien.

No había dormido anoche lo suficiente por lo que sólo quería apoyar mi cabeza en la almohada lo más pronto, el folleto de aquella universidad en Londres que mis padres me había entregado como condena me había desesperado, había deseado tener el coraje de romper ese instructivo en sus caras y ver sus reacciones. Y sobre todo mandarlo al infierno a él y su amante.

Pero últimamente mi cabeza me llena de imágenes de mi madre destrozada, llorando y perdiéndose en la bebida mientras mi padre eufórico y con rabia desata su furia en mí. Entonces es donde el miedo, pánico y soledad se vuelven fantasmas que me acorralaban por las noches y me hacían callarme todas las cosas.

Supongo que viviré reprimiendo para siempre mis deseos como una vez dijo Hyunjin. Es cosa de Yang y es bastante divertido decirlo de esta manera. Yo estaba convirtiéndome en mi padre.

Cerrando mis ojos unos instantes descansando mi vista de todo el estrés que llevaba estos días, sonrío con desgano por verme en estas circunstancias para nada favorables. ¿No se supone que un joven debe estar con amigos y disfrutando lo poco que queda de una juventud? Respirando, escucho unas pisadas y antes de levantar mi mirada, ya la reconozco por su voz cuando me llama:

Judas ❁ HyunInDonde viven las historias. Descúbrelo ahora