Capítulo 56

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Resoplo. Me pica el cuello y, sin dudarlo, me recojo  el traje de flamenco con las manos y comienzo a correr detrás de mi amor. Tengo que explicarle lo que ocurrió. Tiene que escucharme.

Lo alcanzo cuando ya casi está llegando al coche y, poniéndome delante de él, digo sin aliento: —Escucha, cariño, fue... fue una tontería. Si no te lo he contado ha... ha sido porque...

—Una tontería... ¡Una tontería! —grita fuera de sí—. Te enfadaste conmigo y casi rompiste nuestro matrimonio cuando pasó algo que sabes muy bien que yo no busqué y que hice inconscientemente. Y tú, a cambio, como venganza, haces algo siendo consciente de ello y encima me lo ocultas. Pero ¿qué clase de persona eres?

Madre mía, madre mía..., madre mía, ¡la que he liado!

Jungkook tiene más razón que un santo. Es normal que se enfade conmigo y me grite. He hecho algo que no está bien y encima lo he ocultado. —Jungkook, cariño. —Me voy. Regreso a Múnich. —Por favor..., por favor..., escúchame.

Pero no, no quiere escucharme y, quitándome de su lado con fuerza, sisea: —Déjame en paz, Jimin. Ahora no.

Y, sin más, se sube al coche y arranca dejándome en el parking sin saber qué hacer.
Así estoy durante varios minutos hasta que reacciono y sé que tengo que ir en su busca. Jungkook no puede marcharse sin hablar conmigo. Al ver a uno de mis amigos, que va hasta su coche, le pido que me acerque hasta Villa Morenito. Allí lo localizaré. Mi amigo, encantado y sin saber lo que pasa, lo hace.
Una vez llegamos a mi casa, me despido de aquél y, al ir a entrar, veo que no tengo la llave.

Maldigo. Me cago en diez, en veinte, ¡en treinta!

Pero como a mí no hay quien me pare ni estando embarazado, me recojo el traje y decido saltar la valla. No es la primera vez que salto una. Sin embargo, cuando estoy en todo lo alto, me doy cuenta de que el coche no está allí. Vuelvo a maldecir y me bajo de la valla.
Jungkook habrá ido a casa de mi padre.

La calle está oscura, no se ve ningún coche, y decido correr. De nuevo como puedo, corro sin matarme. Por suerte, para la feria siempre me pongo bajo el traje unas botas camperas para poder bailar, y eso me permite correr con mayor facilidad.

En un par de ocasiones, tengo que parar. Me falta el aire, momento en el que marco el teléfono de Jungkook desde mi móvil, pero él directamente no me lo coge. ¡Maldita sea!

La angustia crece más y más en mi interior a cada segundo que pasa, pero sigo corriendo. Tengo que llegar a donde esté.

En el momento en que rodeo la esquina de la calle de mi padre y veo el coche allí aparcado, respiro. Me paro, me doblo en dos para tomar aliento y, en cuanto siento que puedo continuar, continúo. Rápidamente abro la puerta de la calle y, al entrar, mi padre me mira y me pregunta con gesto extrañado: —¿Qué le pasa a Jungkook?

Voy a responder cuando mi marido aparece en el comedor con Soobin y Luz. Mi sobrina rápidamente se coloca junto a mi padre, no dice nada, y Jungkook, tras entregarle una bolsa a Soobin, le indica: —Ve al coche. Yo salgo enseguida.

El niño me mira. Busca una explicación a aquello y pregunta mientras Jungkook habla por el móvil: —Papá, ¿qué pasa?

Sin saber qué responderle, lo miro, lo beso en la cabeza y digo consciente de que a Jungkook ya no lo para ni Dios: —Haz lo que tu padre dice. Tranquilo, no pasa nada. —Pero, papá...

Sin dejarlo acabar, lo cojo de la barbilla e, intentando que me lea la mirada, insisto: —Cariño, no te preocupes. Nos vemos en Múnich.

Mi padre, que está tan desconcertado como Soobin y Luz, va a decir algo cuando añado: —Papá, ¿puedes acompañar a Soobin coche? Luz, ve con ellos.

∆•°Ånd I Will Givë It Tö Më°•∆ ⁴ Último Libro Where stories live. Discover now