Capítulo 2

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A la mañana siguiente, cuando Jungkook me despierta y me anima a levantarme, estoy hecho unos zorros.
Vamos a ver, ¿por qué antes podía pasarme la noche en vela, de juerga, y ahora, cuando salgo, al día siguiente me cuesta tanto reponerme?

Sin lugar a dudas, y como diría mi superhermana Raquel, ¡cuchufleto, la edad no perdona!
Y es cierto.

Hasta hace un tiempo mi cuerpo se recuperaba rápidamente, pero ahora, cada vez que trasnocho, al día siguiente estoy fatal.
¡Me hago mayor!

Los niños, que ya se han levantado, nos esperan con Pipa y Simona en la cocina.
Mientras se viste, Jungkook me mira y dice: —Vamos, dormilón. Levanta.
Yo miro el reloj y resoplo. —Pero si sólo son las nueve y media, cariño.
A través de mis pestañas, veo cómo él sonríe y se acerca a mí. —De acuerdo —responde—. Sigue durmiendo, pero luego no te quejes cuando te cuente las graciosas pedorretas que hace Hannah o las risas del pequeño kook por la
mañana.

Pensar en ellos me reactiva el alma. Sólo podemos desayunar los cinco juntos los
fines de semana y, como adoro a mis niños, me levanto y murmuro: —Vale. Espérame.

Jungkook me observa y sonríe cuando camino hacia el baño.

Me miro al espejo. Mi aspecto deja mucho que desear: pelo revuelto, ojos
hinchados y gesto agotado. Aun así, en lugar de regresar de nuevo a la cama, me lavo la cara, los dientes y, tras recogerme la melena, vuelvo a la habitación. —Quiero mi beso de buenos días —exige Jungkook mirándome.

Encantado por su petición, lo beso, lo beso y lo beso y, cuando mi respiración se acelera, él murmura mimoso: —Me sabe mal decirte que no, pero los niños nos esperan.

¡Aisss, los niños...! Desde que tenemos niños y Jungkook está tan centrado en la
empresa, nuestros momentos locos como el de la noche anterior bailando en el garaje casi se han esfumado, aunque cuando los tenemos son ¡lo mejor!

Me entra la risa. ¿Por qué mi marido me pone a cien a cualquier hora del día?
Con mirada de víbora divertida, me separo de él y me pongo rápidamente una bata. No es lo más sexi del mundo, pero es lo más socorrido a estas horas.

Una vez listos, mi chico me cede el paso para que vaya delante de él y, en cuanto salimos de la habitación, me da un azote en el trasero y murmura cuando yo lo miro: —Anoche lo pasamos bien, ¿verdad?
Asiento. —Tú y yo siempre lo pasamos bien —respondo enamorado de él como una colegiala.

Sonríe..., sonrío y, cogidos de la mano, nos encaminamos hacia la cocina.
Al entrar, Soobin, mi mayorzote, que ahora no da besos porque le parecen absurdos, protesta cuando intento besuquearlo. —Papáaaaaaa, por favorrrrrrrr —dice huyendo de mis brazos. —Dame un beso, que lo necesito —insisto para hacerlo rabiar.
Pero mi niño, que ya está en plena edad del pavo, me mira y dice con tono de
reproche: —Jolines, ¡para de una vez!
Su gesto me hace reír.

¿De quién habrá sacado ese carácter gruñón y serio?

Finalmente me acerco a mi pequeño Jungkook, a ese pequeño rubiales que algún día será un tipo duro como su padre, y me lo como a besos. Él, al igual que su hermano Soobin, retira el rostro. No le gusta que lo achuchen, pero a mí me da igual, ¡lo achucho doblemente!
Con el rabillo del ojo veo que Simona y Pipa sonríen. Siguen sin entender mi
carácter español de besuquear a todo el que puedo. Una vez acabo con el niño, me voy derecha a Hannah, que al verme sonríe.
¡Me la como!

A pesar de que es una gran llorona, cuando Hannah no llora tiene la sonrisa más bonita del planeta. Es blanquilla  como yo, pero la tunanta tiene la misma expresión intrigante de Jungkook, y eso me encanta. Me emociona. Me fascina.
Una vez he achuchado a mis tres pequeños amores, me siento a la mesa de la cocina y Soobin dice: —¡Menuda juerguecita te has pegado, Papá! Tu cara lo dice todo.

∆•°Ånd I Will Givë It Tö Më°•∆ ⁴ Último Libro Donde viven las historias. Descúbrelo ahora