Capítulo 20

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Vickycolin220795  ♡

Aquella mañana, Mel estaba en el centro comercial con sus excompañeros de batallón Neill y Fraser. El día anterior, Björn, que se había enterado de que habían llegado de Afganistán, los llamó para organizar la quedada. Era su modo de pedirle perdón por la encerrona de días antes con las mujeres de los abogados.

En el tiempo que llevaba retirada del ejército, la vida de Mel había dado un giro de ciento ochenta grados. Ahora disfrutaba de una existencia demasiado tranquila con su hija y con un hombre que la adoraba. —Estoy pensando en aceptar el puesto de escolta en el consulado. ¿Qué os parece?

Neill y Fraser se miraron, y este último sonrió y contestó: —A mí no me parece mal; es más, soy consciente de que lo harás maravillosamente bien, pero ¿qué dice tu abogado? —Por decir, dice muchas cosas y ninguna positiva —afirmó Mel resoplando.

Neill asintió. Estaba con Björn y, para echarle una mano, se quejó: —¡¿Escolta?! ¿Te has vuelto loca? —¿Por qué?

Entonces Neill miró a Mel a los ojos y dijo: —Vamos a ver: dejaste tu trabajo en el ejército para pasar más tiempo con Sami y Björn, ¿y ahora estás pensando en ser escolta? ¿Tanto necesitáis el dinero? —No —respondió ella.

Björn precisamente no andaba corto de dinero, y el militar, que estaba al corriente de su boyante situación financiera, la miró e insistió: —Sabes que suelo estar de acuerdo contigo en muchas cosas pero, en esto, siento
decirte que estoy con Björn. A mí tampoco me haría mucha gracia que mi mujer fuera escolta de nadie. —Pero, Neill... —No, Mel —la cortó él—. Una cosa era cuando trabajabas para sacar tú sola adelante a tu hija, y otra muy diferente es que tengas una buena vida y quieras complicarla con ese trabajo.
Piénsalo. Quizá no te merezca la pena.
Durante un buen rato, los tres hablaron de los pros y los contras de aquel empleo, hasta que Fraser, tocándose el estómago, dijo:

—Comienzo a tener hambre. ¿Qué os apetece comer? —Tenemos que esperar a Björn, que ha ido a por la niña al colegio para que os vea —advirtió Mel—. Por tanto, dile a tu estómago que espere.

Fraser sonrió, pero entonces Neill señaló al otro lado de la calle. —Tu estómago está de suerte, colega —exclamó—. Mira quiénes llegan por ahí.

Mel y Fraser miraron y sonrieron al ver a la pequeña Sami en brazos de Björn, riendo de felicidad con sus coletas medio deshechas mientras esperaban a que el semáforo se pusiera en verde para poder cruzar la calle.

A Mel se la veía enamorada. —Sin duda, ese abogado es un gran hombre —se mofó Fraser—. Sólo hay que ver tu cara de tonta al mirarlo y la felicidad de Sami por estar con él. —¡Serás idiota! —dijo ella riendo. —Björn es un gran tipo y no se merece el disgusto que quieres darle con lo del trabajo de escolta —cuchicheó Neill.

Mel suspiró. Björn lo era todo para ella.

Verlo llegar con su pequeña en brazos, sin importarle que le manchara su carísimo traje, y con la mochila rosa de las princesas colgada del brazo la hizo darse cuenta de cuánto lo quería. A continuación, miró a sus amigos y, bajando la voz, preguntó: —Si vosotros encontrarais a alguien que os hace tremendamente felices, que os da
todo su amor y que hace que todos los días la vida sea maravillosa, ¿le daríais fecha de boda? —Sin dudarlo —afirmó Neill.

Mel sonrió al oír eso, y Neill añadió: —Cuando conocí a Romina, me enamoré de ella en décimas de segundo. Su
manera de hablarme, de tratarme, de hacerme la vida fácil me volvió loco de amor, y supe que debía dar el gran paso antes de que otro más listo que yo pudiera enamorarla y se olvidara de mí. Y te aseguro que es lo mejor que he hecho en mi vida. —De pronto, su teléfono sonó—. Hablando de mi amor..., aquí lo tengo.

∆•°Ånd I Will Givë It Tö Më°•∆ ⁴ Último Libro Donde viven las historias. Descúbrelo ahora