Capítulo 55

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Cuando la luz entra por la ventana, de pronto abro los ojos y, al mirar a mi alrededor, soy consciente de dónde estoy. Miro a los lados y Jungkook no está. Me miro y veo que sigo en bragas. Maldigo, maldigo y maldigo; pero ¿qué he hecho?

Estoy sumido en mis dudas cuando la puerta se abre y el hombre que me hace hervir la sangre en todos los sentidos aparece tan guapo como siempre con una bandeja de desayuno. —Buenos días, pequeño —dice con una sonrisa.

Su alegría me hace daño. Soy una mala persona. ¿Cómo puedo estar engañándolo
así? Y, tapándome con la sábana, pregunto para disimular: —¿Puedes decirme qué hago aquí?

rápidamente deja la bandeja de desayuno sobre una mesita y, tras dedicarme una mirada, responde con tranquilidad:

—Escucha, cariño, ayer te encontraste mal en la feria, vomitaste y te traje a casa, pero te juro por lo que tú quieras que no te hice nada.

Lo miro..., lo miro y lo miro. Ya sé que no me hizo nada pero, interpretando mi papel, pregunto: —¿Estás seguro?

—Segurísimo —afirma rápidamente. —¿Y por qué estoy medio desnudo? ¿Por qué me has quitado el traje?

Enseguida Jungkook coge mi traje de flamenco, que está hecho un asco, y dice
enseñándome el manchurrón: —Porque olía a vómito.

De pronto me fijo en la camiseta que lleva puesta. Es la que yo le compré cuando nos conocimos en el Rastro de Madrid, ésa en la que pone «Lo mejor de Madrid eres tú», y pregunto mientras intento no emocionarme: —¿Cuánto tiempo llevabas sin ponerte esa camiseta?

Él sonríe. Se sienta en la cama y, retirándome el pelo de la cara, responde: —Demasiado.

Su voz y su manera de mirarme me muestran que puedo hacer con él lo que quiera y, cuando ve que no digo nada, declara: —Escúchame, cariño, estoy aquí porque no puedo estar sin ti, y te aseguro que voy a hacer todo lo posible porque nuestros recuerdos inunden tu mente para que olvides eso que nunca debería haber pasado. —Y, sin darme tiempo a responder, añade—: He hablado con tu padre y tu hermana y se ocuparán de los niños hasta mañana, que regresemos.

—¡¿Qué?! ¿Cómo que hasta mañana, que regresemos?

Mi amor sonríe y, señalando una bolsa que hay sobre el butacón, indica mientras coge la bandeja de desayuno para dejarla ante mí: —Desayuna. Después vístete con la ropa que Juan Alberto me ha traído tuya y si, de verdad, aún me quieres y crees que lo nuestro merece la pena, me gustaría que me acompañases a un sitio.

Mi respiración se acelera. Claro que lo quiero, y creo que lo nuestro merece la pena, pero mi culpabilidad y lo que tengo que contarle me joroba ese momento tan lindo. —Jungkook... —digo—, tenemos que hablar y...

Él pone una mano sobre mi boca. No me deja continuar. —Hablaremos —asegura—. Por supuesto que lo haremos, pero hoy déjame
hacerte recordar.

Asiento. Con eso ya me ha ganado, y decido dejarme llevar mientras él sale de la habitación.

Una vez termino el desayuno que ha dejado delante de mí y que, por cierto, me sabe divinamente, bajo de la cama, me doy una duchita rápida y me visto. Mi hermana me ha mandado unos vaqueros, una camiseta, zapatillas de deporte y una cazadora; ¿adónde voy a ir?

Cuando salgo al comedor, Jungkook me está esperando. Viste informal como yo y, cogiéndome de la mano, me guiña un ojo y murmura: —¿Preparado?

Atocinado, así me deja al ver sus ganas de agradarme y, sonriendo, afirmo: —Sí.

De la mano salimos al exterior, nos montamos en el coche y, cuando arranca, suena la voz de mi Alejandro Sanz y, sonriendo, Jungkook dice: —Una vez, unañ precioso joven me dijo que la música amansaba a las fieras.

∆•°Ånd I Will Givë It Tö Më°•∆ ⁴ Último Libro Where stories live. Discover now