Capítulo 33

25 4 0
                                    


Una vez Jungkook se va a trabajar algo más pronto de lo habitual y yo hablo con el veterinario, que me dice que Susto está bien y que puedo llevármelo a casa al día siguiente, cuelgo el teléfono feliz y regreso a la cocina.

Allí, Pipa se afana por dar de desayunar a mi monstruito, que se empeña en que la comida vaya a parar a cualquier lado de la cocina excepto a su tripita.

Cuando veo entrar a Soobin, nos miramos.

Espero una sonrisa. Al fin y al cabo, el otro día me abrazó y me llamó «papá »,
pero, al parecer, el borderío ha regresado y, como cada mañana, me reta con la mirada, y yo, en el momento en que me canso, la esquivo. Sabe que hoy lo acompañaré a clase y ¡por fin! tendremos la reunión con su tutor.

Eso lo incomoda. Lo que no sabe, ni se imagina, es cuánto me incomoda a mí.
Una vez Soobin ha terminado de desayunar, nos dirigimos en silencio hacia el coche y, cuando arranco, clavo mis ojos en él y pregunto: —Si hay algo que tu profesor pueda contarme que aún no sepa, es tu oportunidad para decírmelo...

Con toda la chulería de los Jeon, mi hijo me mira y responde: —Ya que vas, que te lo cuente él.

Siento ganas de darle un pescozón. Dos días antes, me abrazaba y me mimaba
llamándome «papá », pero de nuevo la frialdad ha vuelto. —¿Puedes dejar de ser tan desagradable? —pregunto cansado.

Soobin me vuelve a mirar pero, cuando creo que va a decir algo, se calla. Esa actitud chulesca me enferma en ocasiones más que si me contestara. Sin embargo me callo. No digo nada. No voy a entrar en sus provocaciones.

Conduzco en silencio hasta el instituto. Una vez aparco, Soobin sale del coche y rápidamente se acerca a un grupito de chicos que lo saludan chocándole las manos.

Esos amigotes suyos no me gustan, y observo cómo ellos me miran a mí.
¿Por qué mi niño ha tenido que conocerlos?

Desde el interior del vehículo, veo aparecer a la fresca por la que sé que Soobin está colgado, bajo y, antes de que se acerque a mi hijo, lo llamo: —Soobin, ven aquí.

Mi chico se resiste. Está entre hacerme caso o demostrarles a sus nuevos amigotes que él es quien me domina. Pero al final gano yo. Me conoce muy bien y, cuando ve que cierro el coche de un portazo, pierde el culo en regresar a mi lado antes de que saque mi raza española y le cante las cuarenta delante de ellos.

Sin rozarnos, ni decirnos nada, vamos hasta secretaría. Allí, tras avisar de que
tengo tutoría con el señor Alves, mandan a Soobin a clase y me dicen que pase a una salita contigua. Si hace falta, ya avisarán al niño. Entro en la salita, en la que hay una mesa y unas sillas, y me siento. Mientras espero la llegada del tutor, recuerdo cuando Soobin era pequeño y yo lo defendía de algunas madres y sus chismorreos. Eso me hace sonreír, pero al mismo tiempo me apeno. Con lo que lo quiero, al muy sinvergüenza, y lo mal que se está
portando conmigo.

Miro mi móvil. No tengo ninguna llamada, y decido escribirle un mensaje a Jungkook:

Hola, guapo. Estoy en la tutoría. Te quiero.

Imagino a mi rubio alemán en su reunión leyendo el mensaje muy serio y sonrío cuando mi móvil pita. Leo:

Hola, precioso. Ya me contarás en casa. Yo también te quiero.

Estoy sonriendo cuando la puerta se abre a mis espaldas y oigo: —Buenos días, señor Jeon.

Rápidamente guardo el teléfono y, en cuanto voy a responder, me quedo con la boca abierta. Aquel tipo con gafas de pasta me recuerda a alguien y, tan pronto como soy consciente de que no es que me recuerde, ¡sino que es él!, murmuro en mi perfecto español: —Joder...

∆•°Ånd I Will Givë It Tö Më°•∆ ⁴ Último Libro Where stories live. Discover now