28 | Alessandro

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A los diez minutos me presenté en la puerta de la habitación. Fabio me abrió con cara de estar fastidiado.

—Yo también me alegro de verte —dije con sarcasmo.

—¿Qué ha pasado? —Vaya, directo al grano.

Entré en la habitación, Luca estaba sentado en el sofá y al verme entrar se fue hacia la habitación. La que antiguamente era mi habitación.

Me senté en el sofá junto a mi amigo y lo miré.

—¿Por qué no estás con Valentina? —me preguntó.

—Porque ella no quiere que esté ahí —respondí.

—¿Qué has hecho?

—¿Por qué deduces que he sido yo el que ha hecho algo?

—Porque si no, no estarías aquí.

Vale, tenía razón.

—¿Te acuerdas de la noche de Halloween?

—Ah, ósea que ya se ha enterado.

Asentí. Fue una noche complicada, y justo después de lo que pasó se lo fui a contar a mi amigo, quien me respondió lo idiota que era por haber hecho eso.

—Está dolida, y lo entiendo. Claro que sí. Pero... —Hice una pequeña pausa—. Fue hace tiempo. Y ni siquiera íbamos en serio.

—Trata de entenderla Alessandro. A ti también te hubiera dolido si hubiera sido al revés.

—Ya lo sé —dije sinceramente—. Pero hubiera intentado entender el porqué lo hizo sabes. Intentar escuchar sus motivos y luego juzgar la situación.

—¿Lo hubieras hecho?

—Claro que sí.

—¿Has intentado hablar con ella?

—Lo he intentado, pero no he podido. No me quiere ver.

—Que tal si le dejas un poco de espacio para que piense, y mañana vas a hablarlo tranquilamente —me aconsejó.

Tenía razón, debía dejarle su espacio para que piense. Y mañana, cuando la situación esté más fría, hablarlo.

La quería con todo mi corazón, y me dolía que me estuviera apartando de ese modo.

No dormí mucho ese día, estuve la mayor parte de la noche reflexionando y pensando. Cuando la maldita alarma de Fabio sonó, había dormido un total de tres horas.

Desayuné con ellos en la cafetería, en la cual nos encontramos también con Bianca. Recordé los días en los que solía desayunar con ellos aquí. Eran unos buenos recuerdos.

Lo siguiente que hice fue volver al apartamento de Valentina. Acabé de recoger las cosas que tenía esparcidas por la casa. Por suerte aún no habían llegado, por lo que lo pude hacer con calma.

Si todo seguía el plan establecido, Valentina saldría del hospital esta tarde. Así que intentaría hablar con ella antes de eso. Sé que después estará cansada y la cosa se iría al traste.

Hablé por teléfono con mi madre, le conté todo lo que había pasado desde que se fueron hace un par de días. Intentó aconsejarme de la mejor forma en la que supo. Mi madre tenía razón, tenía que hablar con ella sinceramente, contarle todo y dejar que ella tomase una decisión al respecto.

Así lo hice. Después de la hora de comer fui al hospital y llamé a la puerta de su habitación. Esperé a que respondiera.

—A delante —dijo detrás de la puerta.

Entré en la habitación y me miró. No era la persona que ella estaba esperando.

—Sé que no soy la persona que esperas —empecé a decir—. Pero déjame explicártelo todo.

No tenía claro si iba a aceptar mi conversación. Pero lo hizo.

Me senté a su lado e intenté explicarle todo lo mejor que supe en ese instante.

—Ni siquiera sé por donde empezar.

—Prueba por el inicio —respondió.

—Sabes que desde el primer día ella me tenía fichado. Y no voy a justificar como solía comportarme —aclaré—, pero me seguía a todos sitios, que incluso llegó a ser molesto. A cualquier sitio que iba, ella estaba ahí. En la noche de Halloween, también estaba ahí. Me dejó claro que no iba a parar hasta conseguir lo que quería.

—A ti —dijo Valentina.

—No. Estatus. Porque por alguna razón se creía que si estaba conmigo su estatus social iba a mejorar. Cosa que no es cierta, al contrario. Todo siguió absolutamente igual. Y ya te he dicho que no voy a justificarme. Pero a pesar de lo que ella dice, solo fue un beso. La cosa no fue a nada más.

—¿Y cómo te puedo creer?

—No lo puedes hacer —respondí sinceramente—. Porque no hay pruebas. Pero no tengo motivo para mentirte. Y decidir creerme o no, depende de ti.

—Si solo fue un beso, ¿por qué no me lo contaste antes?

La miré fijamente. Sabía que se lo tenía que haber contado. Ahora estoy consciente. Pero me limité a contestar:

—Porque para mí no fue importante.

Y era verdad, me había olvidado de todo aquello hasta que lo mencionaron ayer.

—Es decir, que no solamente me mentiste. También me lo ocultaste. Estaba deseando pasar esa noche contigo, sabes. Pero desapareciste Alessandro. Desapareciste durante toda la jodida noche y no supe nada de ti —dijo con la voz rota—. ¿Qué más hiciste? Un beso no dura toda la noche.

—Nada —dije rápidamente.

—No me mientas. No otra vez —repitió.

Negué varias veces.

—Valentina...

—Dímelo —dijo mirándome.

—No quieres saberlo —murmuré negando.

—¿Quién más, Alessandro? —exigió.

Me levanté de la silla. Toda esa conversación se estaba saliendo de lo que yo tenía planeado. Ella no querría saber la verdad. Porque en el fondo sabía que le iba a doler.

Y yo no se lo querría decir porque sabía que le iba a doler.

—Carolina —respondí firme.

Ella no dijo nada. Se quedó callada, y eso no era buena señal.

Estaba dolida, lo podía ver en sus ojos llorosos.

—¿Por qué no me lo dijo? —me preguntó entre susurros.

—Porque no se acuerda. Iba borracha —dije sin mirarla—. Se me lanzó encima sin que pudiera evitarlo. Sabía que no era correcto, así que me encerré a mí mismo. Y cuando me recompuse, lo primero que hice fue venir a buscarte.

Ella negó.

—No me digas eso.

—Es la verdad.

—Quiero que te vayas —dijo entre lágrimas—. No te quiero ver más Alessandro. —No podía decir eso, no era verdad—. No debí conocerte jamás.

—Cariño...

—No me llames así —dijo interrumpiéndome—. No tienes derecho. —Hizo una pausa y me miró—. Quiero que te vayas. No te quiero ver más. No tienes idea de lo mucho que te odio ahora.

Me quedé mirándola. No podía ser verdad lo que me decía. Y sus palabras me dolieron con todo el corazón.

—¡Que te vayas! —me gritó.

Y le hice caso. Salí de esa habitación rápidamente. Y me odié con todo mi ser.

Entre París y BerlínOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz