26 | Alessandro

Beginne am Anfang
                                    

No tenía heridas superficiales, pero sí unos buenos golpes y rasguños. Algo me dice que la que peor está es Valentina.

No podía creer que esto hubiera pasado.

Traté de recordar, pero casi no me acordaba de nada. El recuerdo tenía muchas lagunas.

A los pocos minutos entraron mis dos mejores amigos, Fabio y Bianca, quienes me abrazaron con fuerza.

—¡Ay! —me quejé llevando una de mis manos a mis costillas—. Duele cabrones.

—Tu siempre tan simpático —dijo Fabio entre risas y me volvió a abrazar—. No sabes lo mucho que nos alegramos de que te encuentres bien.

Seguía agotado físicamente, pero mi mente solo podía pensar en lo peor.

—¿Y Valentina? —pregunté mirando a mis amigos—. ¿Sabéis algo de ella?

Se miraron entre ellos. Hicieron la misma cara que pusieron los doctores cuando les hice esa misma pregunta. Negué. Tenía que averiguar si estaba bien. Necesitaba saberlo. Y si no me lo iban a decir ellos, lo iba a averiguar yo.

—¡Oye! —gritó mi amiga cuando traté de levantarme—. ¡El doctor ha dicho reposo! —me regañó.

—¡No quiero maldito reposo Bianca! —grité, desesperado—. ¡Quiero saber como está ella! ¿Por qué nadie me dice nada? Necesito saberlo. Por favor... —susurré negando. La espera me estaba matando. No saber nada de ella me estaba matando.

Mi amiga volvió a mirar a Fabio.

—No nos dicen nada —mencionó este—. Lo único que sabemos es que la están atendiendo. —Suspiró y me miró. Sabía que no era la respuesta que esperaba—. Ya sabes cómo son estas cosas. Si no eres familiar, no te dicen nada...

—¿Habéis llamado a su familia?

—Sí, y a la tuya —respondió y asentí.

—Intentaré ver si me dicen alguna cosa de ella —declaró mi amiga—. Pero solo lo haré si tú descansas un poco.

No tuve más remedio que asentir. Me mataba no saber nada de ella, pero aún me mataba más la espera, no poder hacer nada. Me quedé a solas con mi mejor amigo, quien puso el sillón al lado de mi cama y se quedó mirándome.

—La quieres, ¿verdad?

Asentí.

—Se nota. Te has llevado un buen golpe y en lo único que piensas es en sí ella está bien.

Sus palabras me hicieron sonreír.

—Le iba a pedir que fuese mi pareja oficialmente, ¿sabes? Al llegar a casa. Iba a ser un buen día.

—Se va a poner bien. Ella es fuerte.

—¿Y si no?

—Entonces encontrarás la manera.

Quise preguntarle qué significaba aquello, pero unos hombres vestidos de policías nos interrumpieron.

—El doctor nos ha dicho que estabas despierto —comento el primero—. ¿Te importa que te hagamos unas preguntas? —Mi amigo quiso discutir, pero seguro que el policía ya conocía este cuento.

—Es protocolo —dijo el segundo—. Solo serán unas pocas.

—Claro —acepté—. Pero no recuerdo mucho.

—Lo que puedas recordar nos va a servir.

Fabio nos dejó a solas (a petición del policía, porque él no se quería ir). Me estuvieron preguntando de todo, si había visto el coche, el conductor, como fue y muchas más preguntas que no pude responder muy bien.

Entre París y BerlínWo Geschichten leben. Entdecke jetzt