29. No estoy listo

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—¿Estás listo? —preguntó Steven.

—No. Aún me sorprende que me hayan dado los dos meses.

—A mí también, pero lo bueno es que sí te los dieron.

—Tampoco estoy seguro si llevar a Jake para que nos vea sufrir sea una buena idea —Suspiré.

—Solo serán unos días, además todo está bien, o bueno, casi todo —dijo con tristeza.

Me acerqué a él y lo abracé. Comencé a llorar y él también. A pesar de ser un momento de tristeza, ambos estábamos el uno para el otro, era esa típica conexión que solo puedes tener con tu hermano.

—¿Por cierto dónde está Jake? —preguntó sonriendo para calmar el momento.

Sabía que lo hacía para que yo no estuviera más triste.

—Lo llamaré.

Saqué mi celular y lo llamé, contestó rápido, lo cual me sorprendió porque no pasaron ni dos segundos.

—Hola, rayitos. —Su voz me daba tranquilidad.

—Hola... —Me quedé pensando—. Aún no encuentro un apodo para ti.

—Ya llegará, solo espero que sea bueno. —Escuché el sonido que hacía cuando sonreía.

—Ya lo verás. Steven está preguntando si ya vas a llegar.

—Sí, es que pasé al supermercado para llevar unas cosas.

—¿Si sabes que a donde vamos hay varios supermercados y que no es necesario que compres cosas? —Me reí porque era muy tierno.

—Lo sé, pero mis padres me enseñaron a ser un buen hijo, por eso debo llevar algo —mencionó con orgullo.

—Espero y no trigas todo el supermercado, apresúrate, ya estamos en el auto.

—Está bien, cariño.

—¿Cariño? —pregunté con una sonrisa de punta a punta.

—Solo lo dije... ¿Cuánto? —escuché que le dijo a la cajera.

—Está bien, cariño. Date prisa.

Entré al auto porque Steven ya estaba en él.

—¿Qué dijo?

—Que no tarda. —Sonreí.

Era raro pensar en lo que estábamos a punto de hacer, ir a la casa de mi papá, a pasar los últimos momentos de su vida a su lado. No sabía como era posible que estuviera tranquilo algunos momentos, aunque si soy sincero, solo era una fachada, porque por dentro estaba muriendo de tristeza y dolor.

Porque mi exterior solo era yo tratando de controlarme, en mi interior era todo lo opuesto, ahí era yo gritando, perdido y sin saber qué hacer. Lo peor de todo es que sabía que no había otra cosa por hacer. Dentro de mí, se reproducían canciones tristes todo el día, toda la semana.

—Lukas, ¿qué mierda estamos viviendo? —Steven comenzó a llorar.

—Ay, hermano. —Me acerqué a él, lo tomé y lo recosté en mi hombro.

—No puedo, no puedo dejar que se vaya. —Golpeó el volante mientras lloraba.

—Lo sé, ¿quieres golpear el volante? Hazlo, desahógate. —Yo también comencé a llorar.

Le dio otro par de golpes para luego volver a mí y llorar más.

—¿por qué nos pasan estas cosas a nosotros?

—No lo sé.

Al cabo de un rato no tan largo, Jake apareció cargando dos bolsas verdes de supermercado. Le señalé que abriera la puerta de atrás para que metiera las bolsas ahí también. Abrió y nos saludó a ambos.

Easy LoveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora