La carrera regional comenzó a las diez de la mañana, en el estadio olímpico de la ciudad. Miles de personas se habían congregado para ver el espectáculo, y los medios de comunicación lo transmitían en vivo. Había doce equipos participantes, cada uno formado por dos personas y sus respectivos animales zodiacales. El circuito era un laberinto de metal, congoja y fuego, que se extendía por varios kilómetros. Había rampas, puentes, túneles, trampolines, redes, espinas, llamas, explosivos y todo tipo de obstáculos. El objetivo era llegar a la meta lo más rápido posible, sin importar los medios. Leo y Luna estaban nerviosos, pero también emocionados. Se habían preparado durante meses para esta prueba, y sabían que tenían una oportunidad de ganar. Se miraron a los ojos, y se dieron la mano. Se deseaban suerte, y se sonreían. Se querían, y se lo demostraban. − Estamos juntos en esto − dijo Leo. − Pase lo que pase, no nos separemos. − Estamos juntos en esto − repitió Luna. − Pase lo que pase, no nos rendimos. Invocaron a sus animales zodiacales, y los acariciaron. El venado y el cangrejo eran sus amigos y aliados, y los acompañaban en su aventura. Los cuatro formaban un gran equipo, y se lo demostraban. − Estamos juntos en esto − dijeron los animales zodiacales. − Pase lo que pase, no nos fallamos. −
Se colocaron en la línea de salida, junto a los otros equipos. Entre ellos, estaban los Zodiacs. Eran seis personas, vestidas de negro, con máscaras y capuchas. Cada uno de ellos tenía dos animales zodiacales, que los rodeaban con una aura amenazante. Eran el león, el águila, el escorpión, el dragón, el lobo y el unicornio. Los animales legendarios que representaban a los signos de Leo, Sagitario, Escorpio, Ofiuco, Aries y Libra. Eran los más poderosos y temidos de todos, y lo demostraban.- Estamos juntos en esto − dijeron los Zodiacs. − Pase lo que pase, no nos detenemos. − Entre los Zodiacs, estaba Arturo, el padre de Leo. Él era el líder de la organización, y el más cruel y ambicioso de todos. Él tenía cuatro animales zodiacales, que lo seguían con una obediencia ciega. Eran el león, el águila, el escorpión y el dragón. Los animales más letales y destructivos de todos, y lo demostraban. Arturo miró a Leo, y le sonrió con malicia. Él sabía que era su hijo, y que tenía tres animales zodiacales. Él sabía que era el único que podía hacerle frente, y que tenía que eliminarlo. Él no quería a Leo, ni le importaba. Él solo quería controlar el mundo, y lo demostraba. − Estás acabado, Leo − dijo Arturo. − Pase lo que pase, no te salvas. − Leo sintió un escalofrío, pero no le devolvió la mirada. Él sabía que era su padre, y que tenía cuatro animales zodiacales. Él sabía que era el enemigo, y que tenía que enfrentarlo. Él no odiaba a Arturo, ni le temía. Él solo quería ser libre y lo demostraba. − No me rendiré, Arturo − dijo Leo. − Pase lo que pase, no te sigo. −
Luna lo abrazó, y le dio ánimos. Ella sabía que era su amigo, y que tenía tres animales zodiacales. Ella sabía que era su amor, y que tenía que apoyarlo. Ella lo admiraba a Leo, y lo quería. Ella solo quería ser feliz, y lo demostraba. − Te quiero, Leo − dijo Luna.− Pase lo que pase, no te dejo. − El sonido de una bocina anunció el inicio de la carrera. Los equipos se lanzaron al circuito, con sus animales zodiacales a su lado. La carrera regional había comenzado y con ella, una nueva aventura...
JE LEEST
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