El chef del zodiaco

8 0 0
                                    

Carlos era un chef de repostería que trabajaba en un prestigioso restaurante de San Luis Potosí

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Carlos era un chef de repostería que trabajaba en un prestigioso restaurante de San Luis Potosí. Su especialidad eran los pasteles de chocolate con crema de vainilla y frutos rojos. Le encantaba su trabajo, pero también tenía una pasión secreta: los animales del zodiaco.

En el mundo de Carlos, cada persona tenía un animal del zodiaco que le correspondía según su fecha de nacimiento. Estos animales eran como mascotas que podían invocar y controlar con su mente. Sin embargo, había una regla: solo podían tener un animal del zodiaco y si este moría, el dueño también moría.

Carlos tenía tres animales del zodiaco posibles: un toro, un venado y una serpiente. El toro era su signo solar, el venado era su signo lunar y la serpiente era su signo ascendente. Cada uno de estos animales tenía sus propias características y habilidades. El toro era fuerte y resistente, el venado era ágil y veloz, y la serpiente era astuta y venenosa.

Carlos nunca había invocado a su animal del zodiaco, pues le daba miedo perderlo y morir. Además, no le gustaba la idea de usarlo para pelear contra otros, como hacían algunos fanáticos del zodiaco. Él prefería dedicarse a su arte culinario y disfrutar de la vida.

Un día, Carlos recibió una invitación para participar en un concurso de repostería internacional. El premio era un viaje a Egipto, el país donde se originó el zodiaco. Carlos siempre había soñado con conocer Egipto y sus misterios, así que aceptó sin dudarlo.

El concurso se celebraría en la ciudad de El Cairo, donde se encontraba el templo de Ptah, el dios creador del zodiaco. Según la leyenda, Ptah había asignado a cada persona un animal del zodiaco para que lo acompañara y lo protegiera en su viaje por la vida. Carlos se sentía especialmente atraído por Ptah, pues era su dios patrono según su signo solar.

Carlos se preparó con entusiasmo para el concurso. Estudió las recetas y los ingredientes típicos de Egipto, y practicó sus mejores creaciones. También investigó sobre el zodiaco y sus animales, y se sorprendió al descubrir que su árbol celta era el sauce, el mismo que adornaba el templo de Ptah.

Carlos se sintió más conectado que nunca con su animal del zodiaco, y decidió que era hora de invocarlo. Se concentró en su corazón y pronunció las palabras mágicas:

¡Zodiaco, ven a mí!
En ese momento, sintió una energía que recorría su cuerpo y se materializaba a su lado. Era su animal del zodiaco, y era su animal del zodiaco, y era un toro. Un hermoso toro de color marrón oscuro, con unos cuernos blancos y unos ojos negros que lo miraban con curiosidad. Carlos se quedó sin aliento al ver a su compañero zodiacal, y sintió una conexión instantánea con él.

Hola, amigo -le dijo Carlos, acariciando su lomo-. Me llamo Carlos, y soy tu dueño.
El toro emitió un sonido gutural, como si le respondiera. Carlos sonrió, y le puso un nombre:

Te llamaré Tito. ¿Te gusta?
Tito asintió con la cabeza, y se acercó a Carlos para lamerle la cara. Carlos se rió, y lo abrazó con cariño.

Eres increíble, Tito. Estoy muy feliz de conocerte.
Carlos y Tito se hicieron inseparables. Carlos le enseñó a Tito todo lo que sabía sobre repostería, y Tito le mostró a Carlos sus habilidades zodiacales. Juntos, practicaron para el concurso, y se divirtieron mucho.

Llegó el día del viaje a Egipto, y Carlos y Tito se subieron al avión con ilusión. Carlos llevaba consigo su receta secreta: un pastel de chocolate con crema de vainilla y frutos rojos, decorado con hojas de sauce. Era un homenaje a su árbol celta, y a su dios patrono, Ptah.

Carlos y Tito llegaron a El Cairo, y se dirigieron al lugar del concurso. Allí, se encontraron con otros chefs de diferentes países, cada uno con su animal del zodiaco. Había leones, escorpiones, cisnes, dragones, y muchos más. Carlos se sintió nervioso, pero también emocionado. Quería demostrar su talento, y hacer honor a su toro.

El concurso comenzó, y Carlos y Tito se pusieron manos a la obra. Carlos preparó la masa del pastel, y la horneó con cuidado. Tito le ayudó a batir la crema de vainilla, y a cortar los frutos rojos. Juntos, montaron el pastel, y lo adornaron con las hojas de sauce. El resultado fue espectacular: un pastel delicioso y hermoso, que reflejaba la personalidad de Carlos y Tito.

Carlos y Tito presentaron su pastel al jurado, y esperaron su veredicto. El jurado estaba compuesto por expertos en repostería y en zodiaco, que valoraban tanto el sabor como la originalidad de las creaciones. El jurado probó el pastel de Carlos y Tito, y quedó impresionado. Les felicitó por su trabajo, y les dio una puntuación alta.

Carlos y Tito se sintieron orgullosos, y agradecieron al jurado. Luego, se sentaron a esperar el resultado final. Mientras tanto, observaron los pasteles de los otros concursantes, y los elogiaron por su esfuerzo. Carlos y Tito eran humildes y generosos, y no les importaba ganar o perder. Solo querían disfrutar de la experiencia, y compartir su pasión por la repostería y el zodiaco.

Finalmente, el jurado anunció el ganador del concurso. Y el ganador fue...

¡Carlos y Tito!
Carlos y Tito no podían creerlo. Habían ganado el concurso de repostería internacional, y el viaje a Egipto. Se levantaron de sus asientos, y se abrazaron con alegría. Luego, subieron al escenario, y recibieron el trofeo de manos del jurado. El trofeo era una estatua de Ptah, el dios creador del zodiaco.

Carlos y Tito agradecieron al jurado, y al público, que los aplaudió con entusiasmo. Luego, se dirigieron al templo de Ptah, que estaba cerca del lugar del concurso. Allí, entraron en el santuario, y se postraron ante la imagen del dios. Carlos y Tito le ofrecieron su pastel, como muestra de gratitud y respeto.

Entonces, ocurrió algo mágico. Ptah, el dios del zodiaco, les habló:

Carlos y Tito, hijos míos. Me habéis honrado con vuestro pastel, y con vuestra amistad. Os felicito por vuestro triunfo, y os bendigo con mi protección. Sois un ejemplo de armonía y de amor entre el hombre y el animal. Os concedo un regalo especial: la posibilidad de invocar a vuestros otros animales del zodiaco, el venado y la serpiente, sin perder la vida. Así, podréis disfrutar de la compañía de los tres, y de sus dones. Espero que seáis felices, y que sigáis haciendo pasteles tan ricos y bonitos como este.
Carlos y Tito se quedaron asombrados, y agradecieron al dios su generosidad. Luego, invocaron a sus otros animales del zodiaco, el venado y la serpiente, y los abrazaron con cariño. Carlos y Tito se sintieron completos, y felices. Habían cumplido su sueño, y habían encontrado a su familia zodiacal.

FIN 

Historias cortas de la cocina De la RocherWhere stories live. Discover now