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La niña se llamaba Sofía

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La niña se llamaba Sofía. Tenía cuatro años, y era la alegría de sus padres. Tenía una memoria prodigiosa, y podía recordar todo lo que veía, oía y decía. Sus padres la adoraban, pero a veces se arrepentían de haberle contado algunos secretos, pues Sofía los revelaba sin querer.

Un día, Sofía fue al parque con su padre apodado LOCA o LCA. Allí se encontraron con un amigo de LCA, que se llamaba Juan. Juan era un viejo compañero de la secundaria, y había sido el primer amor de LCA. LCA y Juan se saludaron con cordialidad, y empezaron a charlar.


- ¿Qué tal te va, LCA? - preguntó Juan.
- Bien, bien, trabajando mucho - respondió LCA.
- ¿Y tu esposa? ¿Cómo se llama?
- Se llama Ana. Es una mujer maravillosa. La conocí en la secundaria.
- Ah, qué bonito. ¿Y esta niña tan linda? ¿Es tu hija?
- Sí, se llama Sofía. Es una genio, tiene una memoria increíble.
- Hola, Sofía - dijo Juan, agachándose para saludarla.
- Hola, Juan - dijo Sofía, sonriendo.
- ¿Sabes quién soy yo?
- Sí, eres el primer amor de mi papá - dijo Sofía, inocentemente.

LCA se quedó helado. Juan se sonrojó. Sofía siguió hablando.

- Mi papá me contó que te besó en el baile de graduación y que te regaló una pulsera de plata. Pero luego te fuiste a estudiar a otra ciudad, y no volvieron a verse. Mi papá se puso muy triste y se pasó un año llorando por ti. Pero luego conoció a mi mamá y se enamoró de ella. Mi mamá también lo quería, pero no se lo dijo, porque lo conocía desde la primaria y sabía que él no se acordaba de ella. Así que fingió que no se acordaba tampoco y se hicieron amigos. Luego se hicieron novios y luego se casaron Y luego me tuvieron a mí Y ahora somos muy felices. ¿Verdad, papá?

LCA no sabía qué decir. Juan tampoco. Sofía los miró con curiosidad.

- ¿Qué pasa? ¿Dije algo malo?
- No, no, cariño, no has dicho nada malo - dijo LCA, tratando de sonreír.
- Solo que... bueno, hay cosas que no se deben contar a los extraños - dijo Juan, tratando de ser diplomático.
- Pero tú no eres un extraño. Eres el primer amor de mi papá - insistió Sofía.
- Sí, bueno, eso fue hace mucho tiempo. Ahora tu papá está casado con tu mamá y yo estoy casado con mi esposo - dijo Juan, señalando a un hombre que estaba sentado en un banco.
- ¿Tu esposo? - preguntó Sofía, sorprendida.
- Sí, mi esposo. Se llama Pedro. Es un hombre maravilloso. Lo conocí en la universidad - dijo Juan, con orgullo.
- Ah, qué bonito. ¿Y tienen hijos?
- No, no tenemos hijos. Pero tenemos un perro. Se llama Rex. Es un perro maravilloso. Lo adoptamos en el refugio - dijo Juan, con cariño.
- Ah, qué bonito ¿Y Rex tiene una memoria increíble como yo?
- No, no tiene una memoria increíble como tú. Pero tiene un olfato increíble. Puede oler cualquier cosa - dijo Juan, con admiración.
- Ah, qué bonito. ¿Y qué cosas puede oler?
- Pues... muchas cosas. Por ejemplo, puede oler la comida, los animales, las flores, las personas...
- ¿Y puede oler el amor?
- ¿El amor? - preguntó Juan, confundido.
- Sí, el amor. ¿Puede oler el amor que sientes por Pedro, o el amor que siente Pedro por ti, o el amor que siente mi papá por mi mamá, o el amor que siente mi mamá por mi papá, o el amor que siento yo por ellos, o el amor que sienten ellos por mí, o el amor que sentía mi papá por ti, o el amor que sentías tú por mi papá...?

Sofía siguió hablando, sin parar. LCA y Juan se miraron, sin saber qué hacer. Luego se echaron a reír, sin poder evitarlo. Sofía los miró, sin entender.

- ¿Qué pasa? ¿Dije algo gracioso?
- No, no, cariño, no has dicho nada gracioso - dijo LCA, abrazándola.
- Solo que... bueno, hay cosas que no se pueden oler - dijo Juan, acariciándole el pelo.
- Pero se pueden sentir - dijo Sofía, sonriendo.
- Sí, se pueden sentir - dijeron LCA y Juan, al unísono.

Y se pusieron de acuerdo para ir a tomar un helado, y seguir hablando de sus vidas. Y así terminó la historia 

Historias cortas de la cocina De la RocherWhere stories live. Discover now