El error

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Esta era una niña afortunada, no muchos niños tienen la fortuna de tener un alma creada para un ángel y que se le extravíe a Dios

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Esta era una niña afortunada, no muchos niños tienen la fortuna de tener un alma creada para un ángel y que se le extravíe a Dios. Eso fue lo que le pasó a ella, que nació con un alma celestial en un cuerpo humano. Dios, al darse cuenta de su error, quiso disimular y la dejó vivir como una humana más, pero con un don especial: podía ver y hablar con los demonios y los fantasmas que pululaban por el mundo, invisibles al ojo humano común. 

Ella vivía en un pequeño pueblo, que antes de que fuera una ciudad tan grande, había sufrido un extraño hechizo. Unos niños, que habían sido atraídos por la casa de galletas de una bruja, habían aprendido a hacer el hechizo y habían convertido el pueblo en galletas. Todo era comestible, incluso el piso, y la gente se alimentaba de lo que encontraba. La niña, que era la hija del panadero, se encargaba de hacer el pan y los pasteles para los habitantes del pueblo, y también de negociar con los demonios y los fantasmas que causaban problemas. Ella los espantaba o les hacía favores, y a cambio les pedía que dejaran en paz a los humanos. Así, se le llegó a conocer como la pacificadora, y todos la querían y respetaban.

Pero Dios, al ver los resultados de su error, no estaba contento. Él pensaba que la niña era una aberración, y que debía eliminarla. Por eso, envió a su ángel más leal, un arcángel llamado Miguel, para asesinarla de forma discreta. Miguel bajó a la tierra, disfrazado de un viajero, y se acercó al pueblo de galletas. Allí, buscó a la niña y la encontró en su panadería. Él se hizo pasar por un cliente y le pidió un pastel. La niña, que era muy amable, le atendió con una sonrisa, y le dio un pastel de chocolate. 

Miguel, que tenía la intención de matarla, aprovechó un descuido de la niña, y sacó una daga de su manga. Estaba a punto de clavarla en el corazón de la niña, cuando algo lo detuvo. Era un fantasma, que había visto lo que iba a hacer, y que había intervenido para salvar a la niña. El fantasma era el espíritu de su padre, el panadero, que había muerto hace poco, y que seguía cuidando de su hija desde el más allá. El fantasma le gritó a la niña que huyera, y que se alejara del ángel. La niña, que se dio cuenta de lo que pasaba, se asustó y salió corriendo de la panadería. Miguel, que se enfureció al ver que su plan había fallado, persiguió a la niña, dispuesto a acabar con ella.

La niña corrió por las calles del pueblo, buscando un lugar donde esconderse. Pero Miguel era más rápido que ella y la alcanzó en poco tiempo. La niña se vio acorralada y no sabía qué hacer. Entonces, aparecieron otros seres, que la ayudaron. Eran unos demonios, que habían hecho un pacto con la niña y que la protegían a cambio de sus pasteles. Los demonios se enfrentaron a Miguel, y le impidieron que llegara hasta la niña. Miguel, que se sorprendió al ver que la niña tenía aliados tan extraños, tuvo que luchar contra los demonios, que eran muy fuertes y astutos. 

La niña aprovechó la distracción y siguió corriendo, buscando una salida. Pero el pueblo estaba rodeado por un río, que tenía una corriente muy fuerte y que era muy peligroso. La niña no tenía otra opción y se lanzó al río, esperando poder cruzarlo. Pero el río era más de lo que podía soportar y la arrastró hacia el fondo. La niña se ahogó, y nadie pudo ayudarla. Ni los demonios, ni los fantasmas, ni el ángel. Todos la vieron morir, y se quedaron sin palabras.

Pero esa no fue la muerte de la niña. Esa fue su liberación. Cuando su alma salió de su cuerpo, se transformó en un ángel y voló hacia el cielo. Allí, se encontró con Dios, que la esperaba con una mirada severa. Dios le dijo que había cometido un error al darle un alma de ángel y que por eso había enviado a Miguel a matarla. Pero también le dijo que había visto lo que había hecho en la tierra y que estaba impresionado por su bondad y su valentía.

Dios le dijo que había cambiado de opinión y que quería perdonarla y aceptarla como su hija. Dios le ofreció un lugar en el cielo, junto a los otros ángeles y le pidió que lo perdonara por su crueldad. La niña, que no podía creer lo que oía, se quedó en silencio. Ella miró a Dios y luego miró hacia abajo, donde estaba su pueblo, sus amigos y su padre. Ella recordó todo lo que había vivido y todo lo que había dejado atrás. Y entonces, tomó una decisión. Ella le dijo a Dios que no lo perdonaba y que no quería estar con él. 

Ella le dijo que prefería quedarse con los que la habían querido y protegido, y que no le importaba ser una humana, una bruja, o una demonio. Ella le dijo que era feliz siendo la pacificadora y que no cambiaría eso por nada. Y entonces, rechazó la oferta de Dios, y volvió a bajar a la tierra, donde se reencarnó en una nueva forma. Una forma que era una mezcla de todas las que había conocido, y que reflejaba su verdadero ser. Ella se convirtió en una niña con alas, cuernos, cola, y ojos de diferentes colores. Una niña que era única, y que era libre. Fin


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