XIV

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Capítulo XIV 

Ethan

Estoy acostado sobre la mullida cama de Livia mientras ella da vueltas alrededor de su habitación.

Tras el incidente, me obligó a comer algo y a ducharme para deshacerme de la mezcla de sangre y tierra que cubría mi cuerpo.

Y ahora estamos aquí, en su cuarto, a altas horas de la madrugada con numerosas preguntas sin respuesta.

—¿... seguro que no te acuerdas de nada?

—No—respondo, y es la pura verdad. Cuando me desperté, estaba demasiado desorientado, no recuerdo ni si quiera haberme levantado hoy.

Al abrir los ojos, luché por enfocar la vista. Todo lo que lograba distinguir eran manchas borrosas, y solo era consciente de aquel frío penetrante que helaba mis huesos. Sin embargo, no se trataba de aquel frío convencional que todos hemos experimentado a lo largo de nuestra vida; era algo más interno.

Sentía que habían arrasado con cada rincón de mí. Recuerdo estar totalmente vacío, como si todo lo que era "Ethan" se hubiese esfumado y ya ni siquiera yo mismo pudiera reconocerme, haciéndome tiritar de la ausencia que sentía dentro de mí por el vacío de mi propio ser.

A los pocos segundos, por fin conseguí ver algo más que manchones sin sentido y mis ojos conectaron con unos verdes inundados en lágrimas.

Miré con desconcierto la cara de Livia, no entendía nada ¿dónde estamos? ¿por qué llora? ¿qué ha pasado?

Me agarraba las manos con fuerza las manos, aunque juraría que ni siquiera era consciente de ello.

Un olor metálico llegó a mis fosas nasales tensando mi cuerpo al instante. Bajo la mirada de golpe y me horrorizo al ver nuestros cuerpos bañados en sangre.

Recuerdo que mi primer impulso fue buscar a algún herido, sin embargo, hasta que Livia no me dijo que la sangre era mía, no me di cuenta de lo mal que me sentía.

Estaba muy mareado supongo que por la pérdida de sangre, tenía aún la vista borrosa, y me dolía horrores la cabeza.

Por más que rebusque entre mis recuerdos no encuentro nada, solo... vacío y un gran espacio en blanco.

—Tienes que descansar—dice Livia acallando mis pensamientos y devolviéndome al presente—quizás mañana con la mente despejada recuerdes algo.

Sin embargo, de alguna manera, los dos sabemos que eso no pasará y que los recuerdos que hoy olvidé nunca regresarán.

Habíamos acordado que hoy me quedaría en su cuarto pues, dice que no quiere dejarme solo hasta que esté segura de que no me pasará nada.

Observo a mi al rededor el cuarto de Livia. Es idéntico al mío sin contar sus retoques personales pues, Jaden, nos brinda a cada uno de sus sirvientes una habitación, todas iguales para evitar discriminación entre el personal, permitiéndonos poder vivir en la misma casa que trabajamos.

Observo la habitación de Livia; debajo de mí, yace una pequeña cama enfundada en miles de mantas de colores y estampados navideños. A mi izquierda, una pequeña mesa de noche soporta un candelabro que ilumina tenuemente la estancia. Frente la cama, hay un gran escritorio rodeado por una librería a la izquierda y un gran armario a la derecha. Para finalizar, hay una puerta que da acceso a un baño, con lo básico para poder asearse.

Livia, se para frente al armario empotrado. Saca un par de mantas que extiende en el suelo y una almohada antes de acostarse en el suelo, en su cama improvisada. 

—¿No quieres dormir en la cama? —le pregunto.

—No—me sonríe—es pequeña y no cabemos.

Apago de un soplido la vela que iluminaba la estancia y nos quedamos en la penumbra de la noche, iluminados solo por la tenue luz de la luna.

Mis ojos comienzan a pesar y antes de quedarme dormido creo escuchar:

—Buenas noches, Ethan.

Mis cartas para ellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora