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Capitulo V

Livia

Casi que preferiría quedarme en el banco con mis amigas las moscas.

Estoy enfundada como tal choped en un vestido que me aprieta mucho las tetas y no me deja casi respirar. Resulta, que la anterior actriz tenía otras dimensiones y no ha dado tiempo a crear otro vestido para mí.

Lo cual supondrá un problema, ¿Cómo pretenden que baile sin que se me salga nada por fuera?

Aunque, mirando la parte positiva, el vestido es monísimo, de color rosa palo y con incrustaciones de ribues. Me debería de llegar por debajo de las rodillas, pero, como soy alta, me llega a la mitad del muslo pegándose a todo mi cuerpo.

En la cabeza, una señora, me ha colocado una corona de flores y recogido el cabello en una coleta baja después de intentar domar inútilmente mi pelo.

Saldré descalza. No me caben las sandalias, y no me dejan ponerme las mías asique no me queda otra opción.

Estoy en una habitación yo sola, desde aquí puedo escuchar las animadas conversaciones que los comensales están teniendo, no muy lejos de aquí, en la sala principal.

El banquete empezó hace poco más de 30 minutos, por lo que calculo que saldré dentro de muy poco.

Me dirijo hacia la ventana y observo la preciosa Luna llena y un cielo estrellado que jamás podría haber visto en el futuro por culpa de la contaminación lumínica.

Inspiro y trato de calmar mis pulsaciones.

Necesito concentrarme para que todo salga bien.

Porque será así, ¿verdad?

*****

—¿¡QUÉ HACES AHÍ PARADA!?, ¡LOS INVITADOS ESTÁN ESPERANDO PARA VERTE!

Pego un sobresalto del susto, pero ¿qué?

—Lo siento, yo...

—¡Por Zeus!—grita el señor, que por su atuendo creo adivinar que es un sirviente—¡Cállate y sal!

Sin rechistarle, emprendo el camino al comedor, tal y como había ensayado hoy por la mañana.

Pero vamos a ver, ¿este tío que se piensa?,¿qué tengo una alarma en el ojete que me avise de todo?, ¡si nadie me dice que tengo que salir que coño quiere que haga!

Estoy tan furiosa por la situación que ni siquiera me paro a pensar que estoy a punto de bailar, (repito: bailar, ¡Ja!, pero si en las actuaciones del colegio siempre me ponían en última fila) media desnuda, descalza, en un vestido que no me permite si quiera respirar bien, delante de hombres, la mayoría de ellos monos neuronales, y esa única neurona la tienen está en su pilin, y espérate que esto puede empeorar, ¡a ciegas porque a alguien se le ocurrió la gran idea de apagar las luces!

Bueno, la única parte buena es que yo ya hice mi testamento, (literalmente, John me obligó a hacerlo antes de partir)

Al entrar al comedor, todas las cabezas de los comensales se giran directamente hacia mí.

Noto como miles de ojos me recorren de arriba abajo, y una amalga de asco y vergüenza me recorre todo el cuerpo mientras se me forma un nudo en el estómago.

Intento ignorarlo, intento ignorar todo lo que estoy sintiendo ahora mismo y me yergo mientras coloco mi coleta sobre mi hombro y alzo la cabeza bien alta, porque, ya que voy a hacer el ridículo, ¿qué más que hacerlo con dignidad?

Y empieza mi espectáculo.

A mi lado, comienza a sonar la música de un piano acompañado por un violín, obligando a mis descalzos pies a empezar con la coreografía.

Sin absolutamente ninguna idea sobre bailar, cierro mis ojos y muevo mi cuerpo al ritmo de la música, tal y como había ensayado.

Me acerco poco a poco al centro de la sala, dando lo que espero que parezcan piruetas y moviendo mis manos, aunque, muy probablemente parezca un pato mareado espantando moscas.

Supuestamente, estoy representando a las musas de la danza, aunque, creo que si una de ellas bajara y me viera, llorarían.

Doy vueltas, levanto la pierna y estiro el brazo aleatoriamente, no me hace falta mirar las caras de horror que probablemente tienen los comensales para confirmar lo evidente: bailo fatal.

Cuando el violín comienza a lucirse en su solo, me abro de piernas en el suelo, moviendo lo que espero que parezca sutilmente mis manos sobre mi cabeza.

Me levanto lentamente, cuidando que no se me vea nada en el proceso y sigo dando piruetas y vueltas.

Que alguien me ayude.

Ahora, chico del piano cada vez toca más rápido, indicándome que la función está a punto de llegar a su fin, y me preparo para el paso final.

Alzo mis manos y hago el pino, cayendo en puente y levantándome del suelo (gracias gimnasia rítmica) tan rápidamente que no da tiempo a que se vean las bragas.

Jodete gravedad.

El espectáculo ha sido el triple de rápido que los ensayos, mi cabeza da vueltas, quiero vómitar y veo doble, o triple, no lo se.

Los comensales me observan fascinados, aunque, me convenzo de que son imaginaciones mías debido al mareo.

Doy una reverencia antes de que los invitados empiecen a vociferar lo que parecen ser halagos y tirar las rosas que yacían en los jarrones.

De hecho, un señor de dentadura dorada acaba de lanzarme un beso.

Puag

No sé a qué viene tanto reconocimiento, vamos a ver, o son muy majos y aplauden hasta a los mocas, o nunca han visto a nadie bailar en su vida y se han quedado prendados de mi inusual baile o, de lo mal que he bailado acaba de invocar a una de las musas y por eso tanto jaleo.

Sí debe de ser por eso.

Torpemente, me doy la vuelta y salgo de la sala.

Acaba de hacer el peor espectáculo de la historia.

Mis cartas para ellaOnde histórias criam vida. Descubra agora