XII

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Capítulo XII

Livia

—Comienzo a pensar que disfrutas estar aquí—digo cerrando la puerta del terrario tras de mí.

Jaden, está jugando con el cuervo. Él le tira una pequeña ramita antes de que el ave lo atrape casi al vuelo.

Vamos, ¡ni que fuera un perro!

—Creo que confundes términos—puntualiza—Vengo para evitar que mueras entre las garras de un pajarito. Sería una muerte un poco absurda.

—O sea que no quieres que muera—subo y bajo las cejas

El responde poniendo los ojos en blanco y vuelve a tirar la ramita.

Viste una sudadera blanca, pues el invierno ya azota las calles y el frío comienza a notarse. Unos pantalones largos negros y unas zapatillas del mismo color que la sudadera.

Su pelo está alborotado, apuntando a todas direcciones mientras los músculos de su espalda se contraen cada vez que alza su mano para lanzar la ramita.

Estoy así, mirándolo, lo que parecen minutos hasta que alguien rompe el silencio:

—Idiooooo-ta—aletea hacía mí—Idio-taaaa

Vaya, se acabó mi momento de paz.

El ave vuela rápidamente hacía mí y antes de poder si quiera parpadear, ya me ha rajado el jersey.

—¿He dicho ya que odio los cuervos?

Jaden, se gira ahora hacia mí y tras examinar mi jersey rosa chillón roto creo percibir una leve sonrisa.

—Molestaba a la vista—le resta importancia refiriéndose al jersey.

—¿Perdona?, tu cara también molesta a la vista y no veo un pájaro arañándotela.

Él eleva una ceja, incrédulo, antes de darme la espalda.

Estamos así un buen rato, él hablando con el pájaro, y yo ignorándolo en otro extremo del terrario mientras limpio cacas, hasta que percibo que el cuervo viene volando hacia mi dirección.

Me agacho rápidamente y me protejo con mis manos haciéndome un ovillo en el suelo y manchándome de caca y tierra en el proceso.

Sin embargo, el pájaro no parece querer agredirme, si no que se ha posado en el suelo mirándome con la misma expresión que hace un niño cuando le mandan a hacer un recado.

Entre su pico, sostiene una rosa blanca, que deja en el suelo frente a mí.

—Ehh..., ¿gracias? —la cojo sin entender nada mientras el ave pone los ojos en blanco.

Enroscada al tallo de la flor hay un papel, que tras desarrollarlo, lo leo:

No te enfades, tu jersey no era tan desagradable.

Pd: Me aburro, ¿quieres dejar de ignorarme?

Incrédula giro la cabeza hacía él y lo encuentro mirándome fijamente atento a cualquier reacción.

Sonrío inconscientemente y guardo la nota en mi bolsillo:

—Tu cara tampoco es tan desagradable, al fin y al cabo—le grito, aceptando sus disculpas.

***

El sol se esconde tras una colina, mientras el cielo se tiñe de tonos anaranjados y púrpuras.

La hierba verde se comienza a tornar blanca debido a los copos de nieve que caen sobre ella.

Mis cartas para ellaWhere stories live. Discover now