Mis cartas para él

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Capítulo XI

Odio los cuervos.

Ya han pasado más de dos semanas desde que me encargaron cuidar al ave y esto es un sufrimiento que no le desearía ni a mi peor enemigo.

Limpiar cacas de mi ropa y del terrario, esquivar arañazos, intentar darle alimentarle sin morir en el proceso y mantener la estancia limpia es horrible.

El cuervo me odia aún más si es que eso es posible. Se estaba comenzando a poner cada vez más obeso debido a que este podía acceder al cuartel y comer cuando quisiera. Las sirvientas no paraban de regañarme a mí, y aunque les trataba de explicar que el loro comía él solo, no me creían. Por lo que, decidí tomar mis propias medidas y colocar una pesa frente a la puerta del cuartel, para que el loro no pudiera acceder.

El pájaro se lo tomó personal, porque no para de hacerme la vida imposible, ahora más aún que antes.

Jaden, ha venido todos los días, y aunque al principio solo incordiaba y se compinchaba con el loro para hacerme la tarea más difícil, ¡ahora me ha dado hasta consejos para que el ave me dejase de llamar "incordio"!

Ahora me llama inútil.

¡Pero es un progreso!

Las sirvientas me odian sin motivo aparente, cada vez que me las cruzo por el pasillo me echan miradas furtivas, ¡aún peores de las del  cuervo!, y eso ya es mucho decir.

Con respecto a "eso", todo sigue igual: sin innovaciones, aunque dentro de poco iniciaré con la segunda fase.

Porque algo me dice que se me está acabando el tiempo. 

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