-Louis para servirle. ¿En que puedo ayudar-...? 

Sus ojos se abrieron ligeramente entonces, sorprendidos cuando terminó su escaneo sobre ti, observando tu rostro, reconociéndote. 

-Tu... La muñeca de Levi... ¿ .... ?- Preguntó incrédulo, mirándote mientras en su rostro comenzaba a nacer una sonrisa falta de algunos dientes.

-Ha pasado un tiempo.- Sonreíste emocionada, acercándote a él. -Creí que no podría volver a verte después de lo que ocurrió aquí... Pero veo que has logrado sobrellevarlo bien. ¡Me alegro mucho!-

-Y tu, pequeña niña. Luces casi igual que la última vez que te vi.- 

Palmeando suavemente tu cabeza, el hombre te saludó con ánimos, encantado de verte tras tanto tiempo. 

-Aunque veo que ya no puedo llamarte "Señorita"- Afirmó, pero antes de que tu pudieses ser capaz de responderle, sentiste tu vientre contraerse con fuerza, arrancándote un gemido ahogado y haciéndote retorcer sobre ti misma, alarmando a Louis. -¡Muñeca!-

No tardó más de un segundo en darte una silla y servirte un vaso de agua mientras intentabas controlar tu cuerpo de alguna forma. Habían sido tres duros días de viaje de esa misma manera y los dolores comenzaban a hacerse cada vez más fuertes, pero no podías detenerte...

-L-Louis. Lo siento, pero no... He venido solo de visita...- Gemiste entrecortadamente, mirándolo adolorida. -Necesito que me ayudes... Él... Tengo que encontrarle... Rápido...-

Aun con palabras tan ambiguas, Louis pareció comprender de inmediato de quien se trataba, asintiendo con la cabeza mientras apuntaba hacia el norte, a tus espaldas.

-Viniste al sitio correcto, nena. Él estuvo aquí hace tiempo con sus subordinados. Muchos se acercaron a ellos, hubo un alboroto y al parecer secuestraron a dos de ellos... No se en que terminó todo eso, pero él estaba bien en ese entonces.- Afirmó al notar como tu rostro se tornaba preocupado mientras al fin el dolor en tu vientre cesaba. -Nadie está seguro realmente de en donde están, pero hubo rumores de que estaban escondidos en la montaña, hacia Yalkel.-

Asentiste con la cabeza, logrando al fin recomponerte. De tu bolsillo, sacaste una moneda de oro, dejandosela sobre la mesa. Era lo menos que podías hacer por él ya que, literalmente, habías llegado a Trost sin saber a donde se habían dirigido, guiada más que todo por una corazonada.

Sin hacer nada más, acabaste tu vaso de agua y lo dejaste sobre la mesa, levantándote con cuidado. -Muchas gracias, Louis. Te debo una.-

-¡Espera, muñeca!- Sin aviso, tomó una de tus manos antes de que pudieses moverte siquiera un metro, deteniéndote, ignorando la moneda. -¿Acaso estas por dar a luz? ¿Estás loca? ¡Hay bestias salvajes hacia ese lugar! ¡No puedes ir sola y menos a estas horas! ¡Además son simples rumores!-

Tú le dedicaste una mirada, frunciendo el ceño mientras mirabas la luz de la calle. En un par de horas la noche abría caído y un montón de nubes se acercaban con la promesa de traer una tormenta con ellas... Apartaste su mano amablemente, palmeandola.

-Me alegro haberme encontrado contigo. Ya debo irme, el bebé no puede esperar mucho más.

Anonadado, Louis te observó salir del local, montar con cierta dificultad sobre Minerva y arrancar hacia el horizonte, allá donde las montañas se elevaban dentro del muro.


  ❄  


Con las luces apagadas, ellos esperaban un ataque en cualquier momento. Podría ser tanto de día como de noche, tanto de tarde como de madrugada, una emboscada, un violento asalto a la cabaña, cualquier cosa...

Roulette Of MemoriesWhere stories live. Discover now