Dánae

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-Nacerá muy pronto. Una semana o dos, máximo.

El galeno se quitó el estetoscopio de los oídos y lo metió en su maletín mientras tú lo seguías con la mirada, tan fría que hubiese puesto orgulloso al Líder de los Soldados. Ese bastardo que se hacia llamar medico era quien había tratado a tu padre cuando este había sido mordido por una serpiente en una de sus salidas de cacería para traer comida a la casa, siendo el culpable de que terminase muriendo. Habías aceptado recibirle en casa solo porque él había estado presente cuando aquel "incidente" tuyo con el hacha y ese otro malnacido años atrás, y sabía muy bien que ahora eras una militar capaz de hacer algo mucho peor que eso.

Algunos días atrás habías tenido una falsa alarma de comienzo de parto. Tu vientre había comenzado a sufrir de contracciones casi diarias y ademas el bebé, que supuestamente había estado sentado y enfrentando tu cuerpo, ahora había dado una vuelta que te había dolido como el infierno y su cabeza apuntaba hacia abajo, listo para salir cuando fuese el momento.

-Una semana o dos...- Susurraste para ti misma, Zara y Charlie sentados a tu lado, mirando desconfiados al hombre antes de que tú volvieses a hablar. -¿Cree que pueda hacer un viaje así como estoy?-

El hombre con barba y canas te miró, levantando una de sus cejas. -Es muy arriesgado. El bebé podría nacer tanto en dos semanas como dentro de unos minutos. Hacer un viaje significaría correr el riesgo de dar a luz en la ruta.-

-Ya veo...

Chasqueaste la lengua, mirando hacia tus hermanos antes de levantarte y entregarle tres monedas de plata. Ellos ya sabían el por qué de esa pregunta. 

-Acompañen al doctor hacia el pueblo.- Ordenaste y ellos asintieron, levantándose y escoltándolo hacia la salida sin decirle nada mas. Tú te limitaste a sentarte de nuevo, sintiéndote cansada y adolorida.

Acariciaste distraidamente tu vientre, grande por los nueve meses de embarazo. Ni siquiera la advertencia de ese viejo verde iba a detenerte. Estabas determinada a cumplir con lo que tenías planeado...

"Espera un poco más, por favor... Espera hasta que pueda estar junto a él."


  ❄  


Trost.

Había pasado casi medio año desde la última vez que habías estado allí. La recordabas como un lugar prospero y al mismo tiempo caótico, como todas las grandes ciudades. Pero aquello había quedado en el pasado, ahora solo el hambre, la destrucción y la miseria deambulaban por aquellas calles en antaño ajetreadas mientras tu pasabas por una de ellas sobre el lomo de Minerva, en búsqueda de pistas. La corona había literalmente abandonado a Trost a su suerte desde que había sido atacada por el Titan Colosal, y desde entonces sus pobladores habían tenido que depender de la buena de Dios para poder sobrevivir. Esto era lo que los titanes eran capaces de hacer...

No. No solo por ellos...

Era muy difícil guiarte en ciertas calles cuando algunos puntos de referencia se habían convertidos en ruinas o simplemente desaparecido, pero al menos fuiste capaz de llegar a cierto sitio el cual habías frecuentado muchas veces mientras estabas allí. El letrero había desaparecido y el lugar estaba en reconstrucción, pero podías reconocerlo tranquilamente. El "Petite Mort".

Con cierta dificultad bajaste de tu yegua, acercándote a la puerta del local y preguntando a uno de los obreros sobre el paradero del dueño. No sabías si siquiera había sobrevivido al ataque, más grande fue tu alivio al ver que, desde la cocina, aquella mole de hombre salía con la frente sudorosa y limpiándose las manos llenas de harina, habiendo podido escuchar su nombre desde allí. Al principio no pareció conocerte, después de todo, había pasado casi un año desde la última vez que se habían visto, sus ojos fijándose en tu enorme vientre primero.

Roulette Of MemoriesWhere stories live. Discover now