Capítulo 23: Un rato

55 2 1
                                    

2 de diciembre de 2022

Pendiente de cristal

Confiamos en que el tiempo es eterno. En que siempre habrá momento de reconducir todo esto. En que somos seres que duran para siempre. En que siempre que queramos podremos encontrarnos.
La triste verdad es que no.

Hoy me he despertado con un sentimiento, el de ¿Y si después no hay nada?

Hemos desperdiciado casi nueve años de nuestras vidas sin disfrutarnos, y cada día que pasa, es otro que se va sumando.

Cada minuto sin ti es un castigo que estoy pagando por no sé el qué.

¿Por qué contigo lo imagino todo tan fantástico? Cierro los ojos y nos visualizo de la mano en una playa con un cálido sol y nuestra ropa desaliñada por el viento. Nos veo disfrutando, riendo, corriendo descalzos por la arena sin rumbo, lejos de todo lo malo. Pero luego, vuelvo a abrir los ojos, y vuelvo a verme aquí, sola, pensándote, tan lejos de ti. Entonces, llego a la conclusión que me ha traído hasta aquí:

¿Hasta cuando todo esto si la vida misma tiene un fin?

Al igual que esa frase tan sonada que dice "el no ya lo tienes", podría ponerse de moda la de "el fin ya lo tienes". Porque es cierto, nuestro fin ya está escrito, y todos absolutamente todos sin excepción sabemos que lo tendremos. Por tanto, si el fin ya lo tenemos, y no sabemos cuándo ¿Qué hacemos que no nos atrevemos?

Si no lo hacemos hoy, nadie nos va a garantizar que podamos hacerlo mañana.

Los primeros textos que bañan estas hojas te los entregué precisamente por eso, porque por primera vez vi de cerca ese final del que antes hablaba. Somos seres vitales, si la vida se nos va, ya no podré ir a buscarte. Aunque mi alma, ten por seguro, que si tiene la más mínima posibilidad de dar contigo y resguardarte, lo hará; aunque sólo sea protegiéndote desde la distancia del inframundo.

Si alguna vez te pasa algo me arrepentiré profundamente de no haberte dicho todo esto mirándote a los ojos, de haber sido una cobarde, de en muchas ocasiones no haberte besado como me hubiese gustado, de no haberte tocado lo suficiente, de no haber agotado todos los cartuchos posibles, de no haberte sonreído más veces.

Pero ¿Por qué tengo que esperar a que te ocurra algo para darme cuenta de todas esas cosas? Voy más allá ¿Por qué siento necesitar todas esas cosas si jamás las he tenido?.

Me asusta mucho que no estés aún cuando no te veo más de un día al año.

Yo sola, como ves, me hundo lentamente en el mar profundo de todas mis contradicciones.

El día que por fin pudimos hacerlo por primera vez, yo llevaba puestos mis pendientes de cristal en forma de diamante. Tuve una noche de lo más, ya sabes...dejémoslo en alborotada. Aquel día, cuando llegué a casa, me di cuenta de que solo tenía un pendiente, no estaba el otro. Busqué en mi bolso, por mi pelo, en la ropa...por todas partes, sobre todo porque era de los pendientes de más valor que tengo, valor en todos los sentidos. Pero el pendiente no apareció. En ese momento en que estaba llena de coraje por haberla cagado perdiendo ese pendiente, de repente, se me escapó una sonrisa. Y es que, parándome a pensar, el pendiente lo perdí contigo, fuese en el momento que fuese, yo esa noche no me separé de ti, por tanto, en algún lugar que ambos cruzamos tuvo que caerse. Y ahí fue cuando pensé, aunque no se tratase de un tacón de cristal, que me sentía más Cenicienta que nunca por haber perdido mi pendiente de cristal el día que me entregué al hombre que más quiero. Y fue entonces, cuando me invadí de tranquilidad al creer que en qué mejor lugar podría estar, que en aquel que pisaron nuestros pasos más unidos que nunca.

Ático de mi almaWhere stories live. Discover now